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   CUANDO DIOS CAMBIA NUESTRA HISTORIA

 

(Josué 2:1-21; Hechos 9:1-22)

 

En las Sagradas Escrituras encontramos muchos casos donde Dios cambia la historia y el status de una persona. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, cientos de personajes cambiaron su historia y status, gracias a la misericordia de Dios. Cada quien tenía su propia historia, su propia cultura y un status propio. Cada personaje estaba conforme con dicha situación, sea para bien o para mal. No veían algo nuevo para sus vidas; sus horizontes eran sombríos. Había un conformismo con la realidad. De pronto, se produce un encuentro personal con Dios, por medio de la fe, y sus historias y status cambian de la noche a la mañana. Por cierto, que no podremos ver cada caso, pero, tomaremos algunos ejemplos significativos para nuestra reflexión.     

 

El primer caso, será la persona de Rahab (Josué 2:1-21). Ella era una prostituta de la nación de Jericó. Esa era la historia y status de esta mujer. Para ella, nada podría hacer cambiar su situación. Su vida rutinaria la llevaba al conformismo y a la degradación de su persona. Tal vez, su familia dependía de los ingresos de su actividad. De pronto, dos espías israelitas entran en su casa para pasar la noche. Esta situación es dada a conocer al rey de Jericó y envía a decir a Rahab que saque a los dos hombres espías. Pero, Rahab, se adelantó a los mensajeros del rey, escondiendo a los dos hombres en la terraza. Ella dijo a los mensajeros del rey que en verdad habían venido unos hombres, pero que no sabía de donde eran. Que habían salido al anochecer antes de que cerraran el portón de la ciudad, no sabiendo a donde habían ido. Les dijo a ellos que se apuraran en perseguirlos.     

 

Cuando los enviados del rey fueron tras los dos espías, y antes de que los espías se acostaran, Rahab subió a la terraza y les dijo que sabía que Dios les había entregado este territorio; por ello, todos tenían miedo, en especial los gobernantes. Ella les hizo un recuento de las hazañas de Dios con Moisés en Egipto y en el desierto. Les confiesa que el Dios de ellos reina en el cielo y también en la tierra. ¿Cómo es que Rahab conoce todo esto? No se sabe cómo estas verdades llegaron a ella, pero lo cierto es que, ella quiere que Dios la proteja junto con toda su familia. De alguna manera, tiene fe que así será. Por eso les hace jurar a los dos hombres, en el nombre de Dios, que toda su familia sería salvada de la muerte. Ella les recuerda que los ha protegido, por lo tanto, espera que haya reciprocidad. Ellos le prometen que ella y su familia serán bien tratados y con misericordia. Para ello, le piden a ella que atara un cordón rojo en la ventana. Dicho esto, Rahab les ayudó a bajar por la ventana con una soga.      

 

Esta acción, hace que la historia y status de Rahab cambie por completo. Ella al confiar en Dios, fue incluida en la historia del pueblo de Dios. El Señor no tuvo en cuenta el pecado de ella, sino que la perdonó y también a toda su familia, fueron salvados y su historia cambió. Rahab al elegir el camino de Dios, arriesgando su vida, por encima de su propia cultura y creencia, logró su salvación y el de su familia. Al caer las murallas y la ciudad de Jericó, ella se unió a la familia de Israel y tuvo un nuevo hogar. Su fe cambió la trayectoria de su vida, su historia, y ahora figura como una de las mujeres en la genealogía del Señor Jesucristo. Del mismo modo, la fe en Dios invita a la renovación y al cambio en nuestra propia vida. No es nuestro pecado lo que el Señor considera en última instancia, sino nuestra fe. La historia de Rahab nos recuerda que no tenemos que ser perfectos para que Dios nos use. No importa lo que hayamos hecho, Él puede restaurar nuestro pasado roto y convertirlo en un futuro lleno de gracia.

 

Un segundo ejemplo, es la persona de Pablo. En el libro de Los Hechos se nos da cuenta de su conversión (Hechos 9:1-22). Nacido como Saulo, posiblemente entre el 5 y el 10 d.C., en Tarso (actual Turquía). Criado en una devota familia judía y recibió una educación rigurosa. Se convirtió en un fariseo celoso, que se adhirió estrictamente a la Ley Mosaica y a las tradiciones judías. Inicialmente persiguió a los primeros cristianos, llegando incluso a aprobar la lapidación de Esteban, un creyente prominente. Sin embargo, mientras viajaba a Damasco en una misión para arrestar a cristianos, experimentó una visión de Jesucristo, lo que lo llevó a su conversión al cristianismo. En resumen, Pablo era un perseguidor y asesino de cristianos. Fue el terror de los cristianos, tenía el apoyo de las autoridades y el permiso para matar cristianos. Esa era su vida cotidiana, su historia, su status.

 

En un momento dado, Pablo tuvo un encuentro con Jesús, y a partir de ello, su vida, su historia y su status, cambió para siempre. No fue fácil para Pablo experimentar su nueva realidad, le costó mucho convencer a los seguidores de Jesús, que era un cristiano de verdad. Tuvo oposición de los fariseos, que ahora lo veían como su gran enemigo. Sufrió encarcelamiento en varias ocasiones. Esta experiencia de fe le llevó a Pablo a predicar el Evangelio de Cristo y a emprender múltiples viajes, visitando Asia Menor, Grecia y otras regiones del Imperio Romano, predicando el cristianismo a judíos y a gentiles. Escribió 14 epístolas que forman parte del Nuevo testamento. Estas cartas abordan temas teológicos y dan instrucciones a las primeras comunidades cristianas. Fundó comunidades cristianas, enseñando acerca de la salvación por la fe en Cristo.

 

El legado de Pablo es muy importante para la Iglesia de hoy. Es llamado el "Apóstol de los gentiles" Considerado una figura fundamental en la historia del cristianismo y un modelo de fe y perseverancia. Sus enseñanzas sobre la fe, la gracia y la salvación por la fe en Cristo han tenido un impacto profundo en el pensamiento cristiano. Su legado continúa inspirando a creyentes de todo el mundo. Se cree que murió como mártir en Roma alrededor del año 67 d.C.

 

Revisar la historia de estos dos personajes de las Sagradas Escrituras, nos lleva a reflexionar cómo la fe de ellos cambió la trayectoria de sus vidas, sus historias, y ahora figuran como ejemplo de la fe cristiana. De ahí que, podemos afirmar que la fe en Dios invita a la renovación y al cambio en nuestra propia vida. No es nuestro pecado lo que el Señor considera en última instancia, sino nuestra fe. Las historias de estos personajes nos recuerdan que no tenemos que ser perfectos para que Dios nos use. No importa lo que hayamos hecho, Él puede restaurar nuestro pasado roto y convertirlo en un futuro lleno de gracia.

Quiera el Señor nos permita seguir siendo usados para la Gran Comisión a pesar de nuestras imperfecciones, pecados, ni lo que hayamos hecho. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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