Este tema ha sido y sigue siendo buscado por la
humanidad a lo largo de los siglos: la verdadera felicidad. Hoy en día, vivimos
en un mundo lleno de
distracciones, estrés, frustraciones y desafíos, que hace que fácilmente perdamos de vista lo que realmente nos
trae alegría y satisfacción duradera. Es decir, vivir una vida en plenitud.
Desde siglos, los filósofos, los religiosos, los libres pensadores, los
estudiosos de la persona humana, los sociólogos, los psicólogos, y otros más,
han intentado encontrar la fórmula para obtener la verdadera felicidad, y no lo
han logrado. En esta reflexión veremos algunos asuntos que nos pueden ayudar a
tener una guía hacia la obtención de la verdadera felicidad.
En principio, debemos decir que la verdadera felicidad comienza con una relación sincera y profunda con Dios.
Él nos creó y conoce nuestros corazones mejor que nadie. En la oración y la
meditación, encontramos paz y dirección. Jesús dijo: "Venid a mí todos los que
estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28). De ahí
que, buscar a
Dios y confiar en Su plan para nuestras vidas nos brinda una felicidad que
trasciende las circunstancias. Esta es una gran verdad, que muchos, que han
puesto en práctica este aspecto, han podido obtener la verdadera felicidad. Esto
no significa que no hay problemas o dificultades por sortear, las hay, pero, en
medio de esas situaciones, poniendo su confianza en Dos, han podido superarlas,
logrando una felicidad plena.
Otro aspecto importante, es el amar y servir a los demás. El amor es el mandamiento más grande que se nos ha dado.
El amar a Dios y a
nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-39) nos llena de una alegría
indescriptible. El acto de servir y ayudar a los demás, ya sea a través de
pequeños gestos o grandes sacrificios, nos conecta con el propósito más profundo
de nuestra existencia. En la medida en que damos, también recibimos. Cuántos
hemos experimentado este aspecto: amar a Dios y amar a nuestro prójimo, que nos
ha colmado de felicidad.
Un asunto a tener en cuenta, es agradecer por las bendiciones
recibidas de parte de nuestro Dios. La gratitud es una llave poderosa para la felicidad. A menudo, nos enfocamos
en lo que nos falta, en lugar de apreciar lo que tenemos. Dar cuenta de nuestras
bendiciones, grandes y pequeñas, nos ayuda a mantener una perspectiva positiva y
a reconocer la bondad de Dios en nuestras vidas. Como dice el salmista: "Alabaré
el nombre de Dios con cántico, lo exaltaré con acción de gracias" (Salmo 69:30).
Cuántas bendiciones recibimos de Dios cada día, que nos motiva a vivir en
felicidad plena.
Una cosa que debemos tener en cuenta es el vivir con propósito. Dios nos ha dado talentos y dones únicos, y encontrar la manera de
utilizarlos para Su gloria y el bien de los demás nos debe llenar de profunda
satisfacción. Cuando alineamos nuestras acciones con el propósito divino,
experimentamos una sensación de realización que nada más puede ofrecer.
Preguntémonos cada día: ¿Cómo puedo utilizar lo que Dios me ha dado para hacer
una diferencia en el mundo? Cuán importante es vivir una vida con propósito.Muchas veces, el rencor y el resentimiento son barreras para la
verdadera felicidad. De ahí, cuán
importantes es perdonar y liberar el rencor. Jesús nos enseñó
a perdonar, así como hemos sido perdonados (Mateo 6:14-15). El perdón libera
nuestro corazón de la carga del odio y abre espacio para el amor y la paz. No es
un acto fácil, pero es necesario para alcanzar la verdadera libertad y
la felicidad. El secreto de una vida feliz es saber perdonar y vivir en paz.
Un aspecto a considerar, es el cuidar de
nosotros mismos. Dios nos llama a cuidar de nuestros cuerpos, mentes y espíritus. Mantenernos
saludables, descansar adecuadamente y alimentar nuestra mente con cosas buenas,
nos prepara para enfrentar los desafíos con fortaleza y alegría. Recordemos que
somos templos del Espíritu Santo y debemos honrarlo con nuestro estilo de vida
(1 Corintios 6:19).
Por último, podemos decir que la verdadera felicidad no es un destino, sino un camino que recorremos cada
día con Dios. Al seguir estos pasos, nos acercamos más a esa paz y alegría
duradera que sólo Él puede proporcionar. Que cada uno de nosotros busquemos a Dios
con todo el corazón, amemos y sirvamos a los demás, y vivamos una vida llena de
propósito, gratitud y perdón.
Roguemos al Señor que podamos seguir
recibiendo sus bendiciones y nos llene de su paz y felicidad. Amén.