COMPARTIENDO LA ESPERANZA EN NAVIDAD
(Isaías 9:2-7; Lucas 1:26-38)
En el Antiguo Testamento la esperanza desempeñaba un papel muy importante en la vida religiosa del pueblo, así como a nivel personal. Y esto porque la religión del Antiguo Testamento era la religión de la esperanza. La alianza incluía grandes promesas de Dios para su pueblo y eso generaba mucha expectativa y esperanza. Esa esperanza estaba sustentada en la protección y bendición de Dios para con su pueblo y el cumplimiento de sus promesas. Para tener esa esperanza era necesario tener fe, sin ello no era posible generarla. Las Escrituras afirman que el Señor protege a los que en Él confían (Salmos 28:7; 25:2; 31:7; 119:116). A lo largo de la historia salvífica podemos comprobar que Dios jamás ha fallado a su pueblo y que la esperanza de los que sufren o esperan en Él jamás ha sido desbaratada.
Dios anunció por medio de sus profetas que enviaría un Salvador, su Hijo, para alcanzar la salvación y la paz verdadera. Esa fue la promesa y la esperanza. Cuando el ángel Gabriel hace el anuncio a María de que tendrá un hijo del Espíritu Santo, no hace más que afianzar esa esperanza y que desde ahora en adelante será una realidad, que llenará de gozo y alegría a su pueblo. En la Biblia podemos encontrar un sinnúmero de ejemplos de promesas cumplidas y esperanzas hechas realidad. Sin embargo, queremos compartir algunos testimonios de esperanza de la vida cotidiana:
La iglesia al comenzar el año se enfrentaba a una situación difícil en la que tenía que cumplir su misión, especialmente en el contexto político-social. La situación del país era desastrosa y sin visos de esperanza. La iglesia tenía que cubrir el sostenimiento económico de la Obra y tenía que afrontar un presupuesto demasiado ambicioso para lograr tal fin. El desafío estaba dado, para algunos era una locura cubrirlo y para otros era una cuestión de fe. Gracias a Dios podemos decir que Él ha proveído los recursos necesarios y se ha podido cumplir con el objetivo trazado. ¿Cómo se logró esto? Lo único que podemos decir es: ¡Con fe y esperanza en nuestro Dios!
Cuántos hermanos y hermanas han pasado situaciones muy difíciles y pruebas muy duras, sin embargo, el Señor no les ha fallado en ningún momento. De lo que estamos hablando podríamos recoger muchos testimonios. La esperanza ha sido una realidad para cada uno de ellos y ellas.
El establecer un Programa con los niños de la comunidad fue un nuevo reto que nos impusimos. Sin embargo, gracias a Dios este propósito también se ha cumplido y nuestra esperanza ha sido fortalecida una vez más.
También hemos podido reunir fondos para celebrar la Navidad junto con los niños de la comunidad y lo hemos podido lograr. Se han establecido nuevos lazos de fraternidad en y fuera de la iglesia. La comunidad es testigo de nuestro amor a Dios y hacia ellos. ¡La iglesia se convierte en un medio de esperanza en situaciones de desesperación y dolor!
Todos estos testimonios son frutos de la esperanza que nos anima a seguir firme en nuestra fe en Dios y en la confianza de que nunca nos abandonará, que Él velará por su Iglesia. De ahí que en este tiempo de Navidad reafirmemos nuestra fe y esperanza en Jesucristo, el Señor de la Vida. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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