¿QUÉ ES LO QUE MATA LA FE?
(Mateo 14:22-23)
Esta pregunta no es nueva, desde hace mucho tiempo mucha gente se pregunta: ¿Por qué no puedo seguir creyendo en Dios?, ¿Por qué no puedo permanecer en la vida cristiana?, ¿Por qué no puedo salir de la esclavitud del pecado?, ¿Por qué la adversidad viene a mi vida?; finalmente, ¿Qué es lo que mata la fe? Todas estas preguntas tienen que ver con nuestra fe y nuestra relación con Dios. En el desarrollo de este mensaje vamos a analizar el acontecimiento milagroso de Jesús caminando sobre las aguas y de esa experiencia iremos sacando la enseñanza necesaria para el fortalecimiento de nuestra fe y el crecimiento de nuestra vida espiritual.
El presente relato es una continuación del relato anterior, que tiene que ver con los milagros que Jesús realiza para demostrar que Él es Hijo de Dios. El milagro que Jesús realiza tiene doble significación: la gente tiene hambre de la palabra de Dios, pero a su vez, hambre material. Jesús satisface ambas necesidades: el alimento material y el alimento espiritual (Mt. 14:13-20). En ese contexto, se produce otro acontecimiento, pero que en este caso tiene que ver con nuestra fe personal.
Después de haberse producido el gran milagro de la repartición de los panes y los peces, Jesús considera que hay que seguir cumpliendo la tarea de anunciar el reino de Dios, y ordena a sus discípulos que vayan por delante, mientras El se queda con la gente un momento. ¿Por qué Jesús ha de quedarse con ellos? Seguramente muchos querían hablar con Él o hacerle algunas preguntas. Era una oportunidad de estar cerca con el pueblo, sin que nadie se lo impidiera. Así lo entendió el Maestro. Después de haber despedido a la gente, Jesús tiene la necesidad de estar a solas y estar en oración con su Padre celestial. Para tener este momento a solas, escoge un cerro, un lugar lejos del ruido y de las cosas que distraen nuestra relación con Dios. Es en ese descanso que Jesús mantiene una relación más estrecha con su Padre y aumenta también su fe personal. Mantiene su confianza en que la tarea encargada se ha de realizar en la medida que esa comunión se siga manteniendo. Todo esto debe ser reforzado, de ahí que a solas y en oración, Jesús separa este momento muy importante para su vida. La noche representa la soledad, el silencio, el descanso y la paz espiritual. Nosotros también necesitamos hacer un alto en la tarea para estar a solas con Dios un momento y alimentarnos espiritualmente.
Pero, mientras estas cosas estaban sucediendo en la orilla, en medio del lago está sucediendo un hecho que pone a prueba la fe de los discípulos, una vez más. Ellos, al igual que Jesús, están solos en la barca, en la noche. Las olas que amenazan naufragar la barca. El viento en contra participa también de esta situación angustiosa. Todo está en contra. Hay dificultades para seguir avanzando hacia la meta. ¿Qué hacer ahora en medio de esa situación?
Es en esos momentos de zozobra que Jesús va al encuentro de sus discípulos. No tiene una barca para cruzar el lago. Esta contingencia no impide que Jesús cumpla con su objetivo: dar el alcance a sus discípulos. Pronto Él decide apelar a su poder divino y camina sobre las aguas, venciendo así las leyes naturales, para convertir este hecho en un acontecimiento sobrenatural. Su fe y su confianza en su Padre son muy grandes.
Este milagro de Jesús causa espanto entre los discípulos, hasta el punto de creer que se trata de un fantasma. En medio de la zozobra, el miedo, el pánico, se suma la duda. Ante esa situación, Jesús caminando sobre las aguas les da ánimo y valor a ellos, que están muy angustiados y temerosos de hundirse. Su voz, en medio del peligro, es de confianza: "¡Tengan valor, soy yo, no tengan miedo!" De pronto surge la intrepidez de Pedro, quiere poner a prueba a su Maestro. "Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua" Es su pedido aventurero. Al igual que Tomás, Pedro quiere pruebas acerca del poder de Jesús. Su osadía le llevaría a comprobar una vez más su debilidad y su falta de fe. En ese momento, Jesús no lo piensa dos veces, al instante le invita a venir hacia Él. Pedro acepta la invitación de su maestro y empieza a caminar sobre las aguas hacia el encuentro con Jesús. Ambos están solos, en la noche y sin la barca. Su mirada en Jesús le permite avanzar, pero en el momento que pone su atención en el viento, entra la duda, el miedo y termina con su proeza, al punto de hundirse. Un grito de angustia se escucha en medio del lago: "¡Sálvame, Señor!” Es la voz de Pedro pidiendo auxilio. Jesús, una vez más, acude en su auxilio, lo toma de la mano y le encara su condición espiritual: "¡Que poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?" La duda mata la fe.
Igual suele ocurrirnos a nosotros los cristianos. Mientras nuestra mirada está puesta en Jesús todo nos va bien, hay paz, la felicidad es una realidad, disfrutamos de la prosperidad; pero en el momento que apartamos nuestra mirada en Jesús y ponemos nuestra mirada en las cosas del mundo, todo se derrumba, se pierde nuestra esperanza, nuestra fe se debilita y nuestras metas se derrumban. Creemos tener la fe necesaria, nos consideramos autosuficientes y nos vamos distrayendo con las cosas del mundo, como consecuencia de ello empezamos a alejarnos de las cosas espirituales y vamos confiando en nuestras propias fuerzas y habilidades. Y así, poco a poco, ante los problemas cotidianos de la vida, vamos teniendo temor, miedo, pánico, y la desesperación va invadiendo nuestro ser, al punto que nuestro espíritu se enfría y nuestra fe se va apagando. De esta manera, la duda se va anidando en nuestra vida y lentamente va matando nuestra fe y nos hace abandonar la tarea. De ahí que podemos afirmar que la duda mata la fe.
Sin embargo, a pesar de todo ello, Jesús está a nuestro lado y nos sigue llamando y nos dice: "¡Ven!" ¡No tengas miedo!" En su infinito amor, nos sigue animando a seguir confiando en Él y nos da su mano salvadora. Él hace que nuestras dudas desaparezcan y cesen las dificultades, no más peligros ni temores. Su paz nos invade y nos permite aclamar: "¡Es verdad, Jesús es el Hijo de Dios!"
Que al reflexionar sobre este acontecimiento milagroso, podamos aprender a confiar más en nuestro Señor Jesucristo y no nos apartemos de su amor, para poder seguir cumpliendo la Misión que nos ha encargado. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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