DIOS ES NUESTRO ÚNICO GRAN PASTOR
(Salmo 23)
Este Salmo es muy solicitado por muchas personas en el mundo. En realidad es un poema de confianza en el Señor, válido para todas las edades y meditarlo en cualquier circunstancia de la vida que nos toque vivir. Al leerlo nos da quietud, serenidad, renovación, valor y fuerza. Se ha atribuido este salmo al rey David. Está ubicado entre el salmo 22 que es un grito de angustia y un canto de alabanza, y el salmo 24 que exalta a Jehová como el rey de Gloria. En realidad este hermoso poema es un bello ejemplo de confesión de fe: ¡aún en el valle de la muerte, tú estás conmigo!
En este salmo, el autor atribuye a Dios dos imágenes poéticas: la del pastor que cuida a sus ovejas (v.1-4) y la del anfitrión que agasaja a su invitado con un gran banquete (v. 5-6). Su autor, el rey David, era un pastor desconocido antes que fuera elegido rey de Israel. Él amaba mucho a Dios y sabía de la ternura que tenía un pastor con sus ovejas. El cuidar a las ovejas a su cargo, le llevó a pelear muchas veces con animales salvajes y con ladrones del rebaño. Sólo él podía comprender cómo era el amor de Dios, el gran Pastor, por sus ovejas.
Ahora bien, no es fácil para nosotros los citadinos entender qué es el pastoreo. Estamos acostumbrados a la vida urbana, a caminar por el cemento, a refugiarnos en casas de ladrillos, etc. Sin embargo, la Biblia nos proporciona bellas metáforas que hablan de Dios como un Pastor. Hay dos hermosas metáforas, una en el Antiguo Testamento y otra en el Nuevo Testamento. La primera se encuentra en Ezequiel 34:11-31 y la otra en Juan 10:1-18. En ambas la conclusión es: “Ustedes, mis ovejas, son mi rebaño y yo soy su Dios” Y el salmo 23 así lo reafirma.
Hoy en día, nosotros somos las ovejas del rebaño de Dios (Salmo 97:13). Dios es nuestro Pastor (Salmo 80:1; 95:7). Somos ovejas que preferimos seguir nuestro camino y nos descarriamos (Salmo 119:176; Isaías 53:6). Aún así, Dios se regocija cuando toma en sus brazos a sus corderos (Isaías 40:11; 2 Samuel 12:3; Lucas 15:3-6). Esta actitud de Dios, de ser nuestro Pastor, es porque existen algunos pastores que no son buenos. La Biblia nos habla también de los pastores malos (Jeremías 23:1ss; Ezequiel 34: 1- 10; Zacarías 11:17). Cuando el pastor desampara o abusa de las ovejas, éstas se vuelven indefensas ante el enemigo (Números 27:17; 1 Samuel 17:34-36; 1 Reyes 22:17; Isaías 11:6; Zacarías 10:2; 13:7). Por eso Jesucristo es el “Buen Pastor” (Juan 10:1-18), el mismo que refiere el salmo 23. Jesús es el pastor que conoce a cada una de sus ovejas, que busca a las ovejas perdidas y que carga a sus ovejas sobre sus hombros para llevarlas a un lugar seguro. Él no pierde ninguna oveja. Él siempre está vigilante de ellas.
Por otro lado, Dios es nuestro Proveedor, nos prepara un gran banquete. Ante la presencia de nuestros enemigos, Dios nos proporciona su hospitalidad espiritual y su acogimiento. Aún frente al peligro, el Pastor Anfitrión nos pone la mesa para sentarnos con Él. Nos unge con aceite, con la unción de su hospitalidad. Él nos da la bienvenida a su casa. La copa está llena de bendiciones y está a nuestro alcance. Siempre la mesa estará servida esperando que nosotros aceptemos su invitación a cenar.
Finalmente, su amor es tan grande que nos acompaña todos los días de nuestra vida. Su bendición permanece para siempre, sea cual sea nuestra circunstancia. No hay que temer porque Él ya nos ha preparado una morada, un refugio eterno, un lugar santo. Mientras tanto sigamos caminando, no importa cuán duro sea el camino, el Buen Pastor nos guía, nos consuela y nos protege. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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