TEOLOGÍA HECHA POR EL PUEBLO (*)
Por: Rev. Lic.
Jorge Bravo C.
II. Características de una teología por el pueblo.
1. Debe ser bíblica.
2. Debe ser dialógica.
3. Debe estar al servicio de la identidad cristiana y de la identidad cultural.
4. Debe estar comprometida con los pobres.
1. Al servicio de una espiritualidad comunitaria.
2. Formación para el servicio.
3. Buscar nuevas formas de educación teológica para el pueblo.
Hoy en día estamos conscientes de que el quehacer teológico no puede ignorar al pueblo en todas sus angustias y vivencias existenciales de pobreza y humillación por parte de los que tienen el poder.
Dios mismo al hacer el pacto con Abraham (Génesis 17:1-8) señala su voluntad de conformar Su pueblo y establece su relación con él: "vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios..."
Jesucristo al anunciar su ministerio (Lucas 4:16-21), pone énfasis en el tipo de misión que va a realizar: un ministerio popular, no tradicional, con los pobres, marginados y oprimidos de la tierra.
Lamentablemente la Iglesia ha descuidado muchas veces este sentido popular en su misión y más bien se ha visto comprometida con los sectores privilegiados de la sociedad, olvidando los grandes conflictos existenciales del pueblo sufriente.
Gracias a la influencia del Espíritu Santo en la vida de las comunidades de fe, éstas han ido incluyendo, en su reflexión y quehacer, al pueblo sufriente, a través de diferentes maneras y han ido optando diversas actitudes, tales como: la defensa de la vida; la promoción y defensa de los Derechos Humanos; la solidaridad con el pobre y marginado; proclamación y práctica de la justicia, el amor y la paz; denuncias de todo tipo de violación que atenta contra los pueblos.
Un fenómeno que ha motivado este compromiso solidario en las comunidades de fe, es la irrupción de los pobres y marginados en la vida de ellas y en la sociedad.
Ahora bien, esta reflexión surge en medio de un pueblo sufriente, hambriento y sediento. Sufriente, porque son siglos de dolor que caracteriza a nuestro pueblo desde la época de los conquistadores europeos hasta los actuales gobiernos, representantes de los intereses de las grandes potencias de turno. Hambriento, porque el pan no llega a la más humilde mesa, muchos se la pasan sin probar un trozo de pan durante el día. De esa manera, muchos de nuestros niños van a estudiar y nuestros mayores a trabajar. Otros, sin embargo, se mueren cada día. Hay hambre en todo el sentido de la palabra; hambre del pan material, pero también hay hambre espiritual, nuestro pueblo necesita alimentarse del pan de vida que es Jesucristo. Sediento, porque el elemento vital, el agua, no llega a sus cántaros. La deshidratación es un flagelo para muchos pueblos humildes; muchos niños mueren por causa de esa enfermedad. Asimismo, nuestro pueblo está sediento de la Palabra de Dios, quiere beber del manantial de la vida eterna.
De esta manera, nuestro quehacer teológico está influenciado por la vida cotidiana de nuestro pueblo, el cual ha irrumpido en el seno de nuestras comunidades de fe. Nosotros, los agentes pastorales, no podemos ignorar esta situación, debemos compartir con ellos una teología para la vida y no para la muerte. Es por eso que pretendemos bosquejar algunas pautas para una teología por el pueblo.
II. Características de una teología por el pueblo
1. Debe ser bíblica.- En las Sagradas Escrituras está el fundamento de la fe y el quehacer de la Iglesia. En ella encontramos la fuente inspiradora de nuestra fe en Jesucristo y nuestro quehacer como pueblo de Dios. Asimismo, encontramos la voluntad del Padre y las enseñanzas de Jesucristo, que puede resumirse de la siguiente manera: "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia..." (Mateo 6:33).
Los fundamentos de nuestra reflexión y del quehacer deben partir de una lectura y re-lectura de la Biblia junto con las experiencias de nuestro pueblo. Nuestra fe debe partir de nuestra experiencia cotidiana con Dios y con el prójimo. De ahí que la opción por los pobres y marginados es una re-lectura del mensaje bíblico en respuesta a la irrupción de los pobres y marginados en el seno de la Iglesia, a partir de la situación de muerte y de opresión que vive nuestro continente latinoamericano.
Por eso, lo bíblico, en nuestra concepción, es el hecho de que la palabra de Dios vaya abriendo caminos en medio de las tinieblas, como dice el salmo: "Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino" (Salmos 119:105). En ese sentido, la característica bíblica concebida con seriedad y responsabilidad es fundamentalmente transformadora y tiene los gérmenes de una permanente renovación para la Iglesia en su misión.
Por otro lado, esta característica bíblica no permite un acercamiento meramente emotivo a la Escritura, sino una aproximación razonada y reflexiva, que es propia de la capacidad de pensamiento del ser humano. Esto es lo que viene a ser la reflexión teológica.
Por último, una reflexión bíblico-teológica supone confrontar las Escrituras con el aporte de todos los elementos científicos a la mano, para poder interpretar nuestra realidad, en este caso, de opresión y de muerte.
2. Debe ser dialógica.- La filosofía de la educación ha descubierto, desde hace ya tiempo, que ésta no puede consistir en un traspase de conocimientos de alguien que enseña a otros que aprenden, sino que es fruto de un intercambio entre los distintos participantes en el proceso de educación y de un intercambio que no se limite a los conocimientos, sino también el compartir de experiencias vivenciales.
Esto implica que toda reflexión y su quehacer teológico, por ser un proceso educativo, debe tener en cuenta esta actitud dialogal. Mas aún, la Iglesia debe tener presente esta actitud dialogal y no sólo dialogar con otras iglesias, sino también con diversas corrientes de pensamiento y con el pueblo sufriente, siguiendo la práctica de Jesús. En este sentido, el diálogo y la actitud dialogal son profundamente evangélicos; el mensaje bíblico y el mensaje de Jesús no recorren una sola vía: no hay un emisor y un receptor, sino que los roles se intercambian. En su práctica, Jesús evangeliza a partir de auténticos diálogos que parten de situaciones concretas, vividas y sentidas por el interlocutor o interlocutores de Jesús; tal es el caso del diálogo con la mujer samaritana en el pozo (Juan 4:1-42) y otros más.
Es la Iglesia la llamada a promover esta actitud dialógica en toda su misión en el mundo, ya sea a través de la reflexión o en su quehacer. No se puede suponer que el hombre, especialmente pobre y marginado, esté "vacío", sin nada que compartir. El recoger sus experiencias y expectativas enriquecerá todo el ministerio de la Iglesia y le dará nuevos horizontes en su misión. El no-diálogo, implica una lucha de poderes que buscan vencer a quienes tienen una opinión distinta y esto significa la destrucción y la muerte y no la construcción de una obra común: el Reino de Dios.
3. Debe estar al servicio de la identidad cristiana y de la identidad cultural.- Toda reflexión y quehacer teológico de las comunidades de fe debe estar al servicio de los menos favorecidos, los desposeídos y marginados de la sociedad; pero esta reflexión y quehacer debe tener en cuenta la identidad cristiana y la afirmación de la identidad cultural de los pueblos.
La identidad cristiana, debe estar presente en todo el quehacer de las comunidades de fe, y no diluirse entre las diferentes disciplinas científicas y sociales de nuestro tiempo. Somos cristianos porque nos hemos convertido a Cristo, obedecemos su Palabra y seguimos sus huellas. No somos meramente "instrumentos" o "agentes" de cambio que estamos influenciados por alguna doctrina de turno, sino que somos hacedores de las Buenas Nuevas de Jesucristo para toda la humanidad. Que el mundo no nos confunda con algunos seguidores de doctrinas por ser fieles al Evangelio en nuestra opción preferencial, en este caso, por los pobres y marginados de nuestra sociedad. Cualquier otra apreciación, escapa ya de nuestra responsabilidad.
El enfatizar nuestra identidad cristiana no significa decir que el cristianismo es la exclusividad en materia de liberación de nuestro pueblo, sino que significa identificarnos con la Palabra de Dios en medio de un proceso de liberación. En el Antiguo Testamento podemos hallar el caso de Ester, que no pudo ocultar su identidad para liberar a su pueblo (Ester 4:14).
En cuanto a la identidad cultural de los pueblos, es necesario dar énfasis a lo propio de cada pueblo, es decir, su expresión cultural autóctona. Esta no puede ser arrasada por influencia de otras culturas. Toda reflexión y quehacer teológico debe tener en cuenta este aspecto y deben surgir a partir del continuo intercambio de experiencias con dicha cultura. En el caso de América Latina, cada pueblo tiene sus propios rasgos culturales, pero hay un eje común en la tarea pastoral: el fervor religioso en la vida de cada pueblo y su situación de miseria y explotación.
En este proceso de diálogo el Evangelio debe ejercer su influencia para lograr humanizar las relaciones personales y los sistemas, con el fin de que cada persona pueda vivir en plenitud, de acuerdo al propósito de Dios.
4. Debe estar comprometida con los pobres.- Dios en todo el Antiguo Testamento se presenta ante su pueblo como un Dios liberador, defensor de los pobres, del huérfano y de la viuda. Levanta profetas de en medio de su pueblo para denunciar el pecado, anunciar y establecer la justicia y la paz, como expresión de su amor en favor de los marginados.
Dios y el pueblo son los actores principales en el Antiguo testamento, los cuales celebran un Pacto, que implica obediencia y fidelidad por parte de ambos. Por eso, Dios se presenta a su pueblo como un Dios fiel a su pacto y en donde la justicia, el amor y la paz son las señales de su presencia salvífica.
Los profetas constantemente señalan que no se puede predicar la esperanza y la reconciliación, en una situación de pecado y de injusticia: mientras no cambie radicalmente esta situación no habrá posibilidad de cambio, lo que implicará el castigo y la destrucción.
Jesús no descuida este aspecto y retoma el quehacer de los profetas y en forma muy especial, la voluntad del Padre: establecer el Reino y su justicia. Une de esta manera el hilo conductor de la conducta de Dios: Su preferencia por los oprimidos y los pobres. En su práctica pastoral se coloca en la línea de esta preferencia de su Padre. No sólo se limita a proclamar la liberación de los pobres, sino que hace su opción por ellos, por los marginados de su época (pecadores, publicanos, mujeres, prostitutas, niños, ignorantes de la Ley, etc.), que no estaban incluidos en la teología formal de ese entonces. Pero allí no queda todo, sino que Jesús va más allá de su opción por los pobres: haciéndose pobre. De ahí que su palabra y su práctica tengan autoridad para nosotros los cristianos.
La Iglesia a través de los siglos no ha omitido a los pobres en su teología, pero sí ha descuidado en su quehacer la plena redención de los mismos. En la mayoría de veces ha estado al lado de los causantes de la opresión del pueblo. Más bien ha utilizado la devoción popular para garantizar el sistema imperante.
Hoy en día es necesario que el discurso teológico y su quehacer se comprometan en forma más radical con los pobres y oprimidos de nuestra humanidad, es decir con el pueblo sufriente y adolorido, que espera su redención y liberación, ya. No se puede ignorar que la mayoría de nuestro pueblo es un pueblo creyente, que expresa su fe y devoción en formas simples y hasta a veces rudimentaria, sin embargo, a pesar de su sufrimiento no ha perdido su fe en el Dios de la vida, liberador, misericordioso y salvador.
Si la reflexión teológica y su quehacer se da en un contexto fuera del compromiso con los menos favorecidos, desde ya se convierte en una teología vacía, muerta, y no en una teología que genera vida en abundancia, tal como lo fue el ministerio de Jesucristo.
1. Al servicio de una espiritualidad comunitaria.- La vida cristiana y el compromiso no se vive individualmente, sino en comunión con la comunidad de fe, que es el cuerpo de Cristo del cual somos todos miembros. Es claro que una vida espiritual fuera del contexto de la Iglesia es ilusoria. Por eso una teología por el pueblo debe promover la comunión con la comunidad de fe y el pueblo. Juntos se reflexiona y se comparte experiencias cotidianas a la luz de la Palabra de Dios, la oración, la adoración y el servicio.
En Cristo se va acrecentando el fortalecimiento espiritual que las comunidades necesitan para el desarrollo de su labor. En la acción del Espíritu Santo nos dejamos guiar y le confiamos nuestro futuro.
2. Formación para el servicio.- La experiencia cristiana está marcada por el "sentir de Cristo" como lo dice Pablo en su carta a los Filipenses (Fil. 2:5), que es un sentir de servicio, según el cual los intereses de los demás deben ser antepuestos a los nuestros. El cristiano debe ser un servidor de los demás, tal como nos lo enseñó nuestro Señor Jesucristo (Mateo 20:28).
De ese mismo modo, toda formación teológica debe estar orientada para el servicio, en este caso, para servir y acompañar a nuestros hermanos y hermanas menos favorecidos, es decir, los pobres y marginados que buscan su liberación y redención plena.
3. Buscar nuevas formas de educación teológica para el pueblo.- Una teología por el pueblo implica también nuevas formas de educación teológica que les permita el conocimiento de Dios y poner en práctica Su amor de una manera sencilla y llena de alegría, es decir, una espiritualidad sincera. Habrá que tener en cuenta los nuevos aportes que nos brindan la filosofía de la educación y la pedagogía; muy especialmente la educación popular y también las experiencias de la Comunidades Eclesiales de Base y sus similares.
Esta educación teológica puede adquirir las siguientes formas:
(*) Escrito presentado a la Consulta Teológica organizada por el Programa de Educación Teológica del Consejo Mundial de Iglesia (CMI), realizada en la ciudad de México, del 14 al 18 de Abril de 1985. Publicado en el libro "Theology by the People", CMI, Geneva, Suiza, 1986, pp. 108-112.
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