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"El Buscapiés"

Era noche de Luna Nueva, el cielo encapotado presagiaba tormenta y el viento del Norte lamía los tejados, ululando sus voces de aire; de la orilla del río hacia allá la oscuridad era plena, de no ser por la luz mortecina de un candil en la punta de un bote, que se mecía en las aguas, acercándose al pueblo del "Ventorrillo".

Era Antonio Mulato con sus hermanos, Requinteros y Jaraneros por tradición, que venían al "Fandango"; Antonio remaba pausadamente diciendo: -Anoche zambullí la Guitarra en el arroyo, cuando la toque hasta va a ladrar.

En el centro de la plaza, ya la "Tarima" se encontraba instalada, era de madera de Laurel, madera recia que resonaba el zapateado y a veces se escuchaba lejos, hasta el mismo Tres Zapotes. Por debajo de la Tarima se ponían hileras de cascabeles y ollas de barro con la boca hacia arriba, lo que daba un sonido especial y era del gusto de los bailadores virtuosos que se reunirían, provenientes de la región y del lugar mismo.

Al punto de las diez de la noche, Antonio Mulato daba los primeros registros a "La Leona", su Guitarra de Sones preferida, con sus cuatro cuerdas, dos trinos y dos bordones, de Cedro, rascada y con su entrastadura de hueso de canilla de cabresto, su hermano Cándido contrapunteó con certeros maniqueos en su Jarana Tercera, de ocho cuerdas y madera de Cucharo, seguido de Eleuterio que trinó su primerita con rasgueos y floreos acompasados y como sonido de trueno resonó Fidelio su Guitarra Cuarta, pespunteando tonos graves que dialogaban con los registros de los otros instrumentos.

El Fandango empezaba, la gente rodeó la Tarima alumbrada con seis mechones empapados de petróleo en torno a ella, los instrumentos ya afinados concertaban dibujos melódicos que presagiaban el comienzo del Son, los primeros bailadores ponían un pie sobre la Tarima y a una seña imperceptible de Antonio se escucharon los primeros acordes del Son de La Aguanieve, los bailadores bisoños aprovecharon a ejecutar los pasos ya aprendidos, pero faltos de práctica, la voz de Cándido fina y exacta en su entonación rompió a cantar las primeras versadas:

Anda vete a acostar mi alma
que te hace mal el sereno
mañana por la mañana
mañana por la mañana
si quieres platicaremos

Al concluir La Aguanieve, como galope de caballos en estampida, vino la fuga, el Son del Zapateado y al subir a la Tarima la primera pareja de virtuosos, se escuchaba como aguacero del mes de junio, los contrapasos, el siseo y el taconeo, formando el instrumento percutor de la Música Jarocha, los músicos iban cerrando sus variaciones en franco desafío de improvisación, cuando se dejó venir el matraqueo y golpe, sonido inconfundible en aquella zona de la "Quijada de Burro", instrumento musical por excelencia del Sacristán del pueblo el famosísimo "Don Rutilio", quien además se decía exorcista y herbolario, en el mudanceo se escuchó su tipluda voz decir: -Tállale la pluma Antonio, que le salga el alma al instrumento. La música tomó libre improvisación, hasta que volviendo a la base Fidelio acortó los compases anunciando el final del Son.

Los músicos reafinaban sus instrumentos cuando Eleuterio pidió un "Torito de Jobo" para afinar la voz, se paseó el vaso de Toro entre los bebedores, menos Don Rutilio quien aclaró: -Muchachos, recuerden que yo de bebidas solo el vino de consagrar y el jerez que me invita Doña Cholita, de ahí en fuera, nada. En ésto estaba cuando una ola de aire caliente sopló el ambiente, a lo que enseguida replicó: -Que raro que con la fresca del Norte sople este aire cálido, no me gusta nada. Antonio, conociendo la desconfianza y creencias de Don Rutilio: -Ya vas a empezar con tus tonteras, agarra la Quijada y vamos a empezar otro Son.

Se disponía a tocarlo, cuando un relinchido anunció la llegada de gente de a caballo.

De la misma noche salió aquel jinete, en un Cuaco de Andar, engalanado con guayabera blanca, paliacate rodeado al cuello y un sombrero de palma real de cuatro pedradas, bigote curvo y mirada profunda, al apearse de caballo sonaban sus botines tac, tac, tac..., se paró frente a la Tarima y las Matronas abrazaron a sus capullos en flor, ante el comentario de Doña Chabela: -Cuidado que ese hombre tiene la mirada caliente, no les vaya a hacer "Ojo" a las muchachas o peor tantito, se robe alguna. El fuereño se dirigió a los músicos diciendo: -Escuché por ahí que esta noche había un Fandango y que lo tocaba Antonio Mulato, quien tiene fama de ser tan bueno, que con su música puede confundir a los bailadores y como sé que mi baile es bastante regular, pues vine a ver si es cierto lo que dicen.

Antonio declaró el Son del Siquisirí, como solo él sabía hacerlo, tangueándolo con trinos y bordones, seguido de los otros instrumentos conformaron un Son lento pero nutrido, el bailador subió a la tarima y como pez en el agua comenzó a repuntar conforme a las variaciones de la Guitarra de Son y luego en declarado reto repiqueteó con talón y punta, en el mudanceo sus pies eran plumas en el entarimado, todos quedaron mudos de ver la gracia y soltura con que bailaba, incluso en las improvisaciones de los músicos, los seguía con una facilidad encantadora, remataba al tiempo y la voz de "Una" concluyó el Son, dejando boquiabiertos a los varones y emocionadas a las mujeres, quienes por lo bajo cuchicheaban lo artista que era con los pies.

Doña Chabela "La Tuxteca", una de las mejores bailadoras de esos lugares, se acercó a la música y sentenció: -Tóquense el Toro Zacamandú, que le voy a dar una toreada, a ver si como ronca duerme. Salió el Toro Sacamandú con su sincopada base musical, lo que hace que muchos bailadores se confundan y se salgan de ritmo. Subió a la Tarima Doña Chabela, taconeando de un lado a otro y rematando con un cepillado suave pero con firmeza, Doña Cholita emocionada le dio su pañoleta roja diciendo: -Órale Chabela, mételo al aro a ver si sabe embestir.

Surgió una exhalación general cuando el Toro con nutrido zapateo y contrataconeo se paseó por la Tarima terminando con un cepillado igual al de su pareja y mejorándolo después; Doña Chabela agitó el pañuelo de un brazo al otro y con un paso de molinete esperó en el centro a que embistiera.

Pasó como el mismo Viento del Norte, que ya empezaba a arreciar, luego se paró de frente a la toreadora y comenzó a apretar el taconeo haciéndolo mas complicado, Doña Chabela no se quedó atrás y lo siguió, en ese momento, con discreción, se tocó la arracada izquierda, seña conocida por los músicos de que terminara el Son y tres compases después lo remataban como si lo hubieran bailado desde siempre.

La algarabía de la gente iba en aumento, se repartieron Toritos de alcohol para renovar los ánimos y enseguida Cholita pidió otro Son, para seguir probando al bailador: -Antonio, tócate una Bamba con puros tangueos, que aquí estaremos pendientes si lo sacas de ritmo.

Es el Son de candela
es el Son de candela del saca y mete
que es un mete y un saca
que es un mete y un saca y un saca y mete
de talón y de punta
de talón y de punta y de molinete
que lo baila la iguana
que lo baila la iguana y el teterete
al igual que la vaca
al igual que la vaca con el torete
al igual que la Dama
al igual que la Dama de alto copete
y arriba y arriba
y arriba y arriba y arriba irán
que repiquen la Bamba
que repiquen la Bamba repicarán
repicarán repicarán

El bailador no tenía para cuando equivocarse, Doña Chabela ya había probado todos los pasos conocidos y todos los sabía y los mejoraba. Por lo bajo comentó Doña Cholita -Ora si emboscaron a Chabela, hay que reconocer que un bailador así nunca se había visto por estos lugares. Doña Chabela aflojó el zapateado y empezó a mudancear, para que su compañero desplegara sus pasos, los que de acuerdo a la tradición, ahora ella tendría que ir copiando.

Repitió los primeros pasos de su compañera y luego haciendo gala de improvisación, sacó pasos que no se conocían, la bailadora los seguía con dificultad, hasta que se vio sin posibilidad de seguirlos; Antonio remató el tangueo y anunció el fin del Son, pero el bailador lo arrastró seis compases más en el final rematando con modos que solamente los bailadores muy buenos hacen.

Don Rutilio que se había quedado atrás, jaló violentamente el brazo de Antonio. -Mira, dirás lo que quieras, pero tú sabes que yo no tomo licor y este hombre es un "empautado", tiene pacto con el Diablo, cuando se había visto que se pudiera bailar de esa manera y además tiene a la gente extasiada, nadie hace caso sino es para hablar con él y ya varios se tambalean.

-Rutilio, ya vas a empezar con tus barbaridades, el hombre baila bien y ya, si se tambalean será por la cantidad de Toros de Jobo que se han tomado, cuantas veces no nos has asustado con que en tal lugar hay apariciones y luego no es nada, tanto leer libros religiosos te está afectando la cabeza, échate un trago de jobo a ver si se te compone.

Rutilio lo dejó para hablar con Eleuterio, Cándido y Fidelio, pero nadie lo atendía. -Los ánimos ya están muy encendidos como para hacerle caso a este viejo loco. Comentaron.

El bailador subió al centro de la Tarima, la gente guardó silencio y por encima del viento que azotaba las casas aledañas, su voz sonó fuerte y decidida: Don Antonio, este es el sexto Son que tocará esta noche, quiero que me lo dedique, lo bailaré solo y quiero que sepa que donde lo toque será para mí un llamado, cuando lo escuche tocar de sus virtuosas manos allí estaré, pues es el Son que mas me gusta, así que no se diga mas, reviéntese usted El Buscapiés.

Don Rutilio ya no dudó y le rogó a Antonio: -Hazme un favor en caridad de la Virgen, no empieces el Son hasta que regrese, voy a la sacristía por un poquito de agua bendita, éste no es un "Empautado", Antonio, es el mismísimo Satanás: -Anda Rutilio, de todos modos vamos a reafinar los instrumentos.

Rutilio corrió y volvió cuando empezaban los primeros toques del Buscapiés, el bailador no esperó a que se declarara el Son, con firme zapateado y contrazapateado dio vuelta a la Tarima con la sonrisa en los labios, el ambiente se alegró tanto que la gente gritaba y comentaban la suerte de tener un bailador de esa calidad en este Fandango, hacía alarde de su virtuosismo. El Son del Buscapiés tiene una rítmica circular y a cada vuelta que daban los músicos complicaba mas los pasos y retaba al requinto a seguir sus variaciones en plena contestación percutiva de los dibujos musicales. -Rutilio, gritó Antonio, haste para allá que no me dejas tocar. -Antonio, despierta, míralo bien, no es un hombre común y corriente, Cándido, Fidelio, Eleuterio, miren como empieza a salir humo de la Tarima. -No seas bruto, dijo Cándido, no ves que es el polvo que se levanta. Don Rutilio volvió a la carga. -No están borrachos, es el Diablo que los tiene extasiados, despierten, Cándido, solo te pido un favor, canta un verso a lo divino, te lo ruego.

Y al tiempo que Don Rutilio rociaba la Tarima de Agua Bendita, se escuchó la clara voz de Cándido cantar:

Ave María que Ave Ave
de tan alta Berangía
Ave María Dios te salve
Dios te salve Ave María

Enseguida contestó Don Rutilio:

Satán sacó su tridente
San Miguel sacó su espada
Satán con el pecho hiriente
a los infiernos bajaba
a los infiernos bajaba
Gloria a Dios Omnipotente

El bailador dio un traspié ¡Se había equivocado!, la gente no podía creerlo, el polvo o humo, lo que fuera, se volvió mas espeso, Antonio que seguía tocando no daba crédito a sus ojos, el bailador ya no tenía pies, tenía una pata de gallo y la otra de chivo, la ropa que traía se fue desvaneciendo y en medio de la Tarima estaba este ser con la piel roja quemada, con enormes cuernos y sonreía diciendo: -Sigan tocando que El Buscapiés es el Son que más me gusta.

-El Maligno, gritó Cholita. -Es Satanás, secundó Doña Chabela.

Don Rutilio que fue el primero en recuperarse, sacó un crucifijo de plata del bolsillo y enfrentándosele le gritó. -Aléjate animal inmundo. Lo roció con agua bendita y un humo negro brotó de la Tarima, el Diablo se fue esfumando hasta desaparecer, la gente asustada comenzó a alejarse y en el ambiente quedó un fuerte olor a azufre.

Antonio y sus hermanos ya no tocaban, vieron que en la Tarima habían quedado dos marcas, como hechas con hierro candente, la huella de las dos patas del Cachudo, después sin mencionar palabra se alejaron del lugar.

El Son de El Buscapiés se dejó de tocar por un buen tiempo, debido a los hechos ocurridos en El Ventorrillo, hasta que los músicos agarraron confianza y lo tocaron de nuevo, no sin antes empezando el Son, cantar versadas a lo divino y así alejar al Demonio, que cuando lo escucha se regocija y quisiera subir de nuevo a la Tarima a bailarlo.

Tlacotalpan, Ver.
José Ángel Gutiérrez Vázquez