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Reflexiones

Comencé tocando la guitarra sexta a los 10 años de edad, por insistencia de mi padre, don Ramón Gutiérrez Castellanos, con canciones vernáculas. En ese tiempo vivíamos en Tlacotalpan, y las vacaciones de la escuela, en un rancho cerca de Boca de San Miguel, donde se
dejaban oir los jaraneros llaneros con sus sonidos vibrantes, como los de la naturaleza misma que nos rodeaba.
A los 18 años me vine a vivir a la Ciudad de México, donde comencé a escuchar, entre otras cosas, la música del grupo Los Folkloristas, en la época del "boom" de la música latinoamericana. Despues de aprender a tocar la quena y el bombo, le pedí a mi padre que me regalara una jarana, y con los conocimientos de la guitarra sexta, ésta se me facilitó.

Todo ésto tomó cauce cuando conocí a Arcadio Hidalgo, Andrés Alfonso y otros grandes músicos jarochos, aquí en la Ciudad de México. Comencé a tocar profesionalmente: primero con Arcadio y el grupo Mono Blanco y poco después con Salvador "El Negro" Ojeda, gran icono del movimiento folklórico en México y el mundo. Con él tuve muchas giras que enriquecieron por un lado mi manera de moverme en el escenario y, por otro, mi percepción acerca de los diferentes estilos musicales.

En el grupo del "Negro" Ojeda cohabitábamos músicos de muy diferentes formaciones, tanto académicos como tradicionales, y aprendimos a convivir, encontrando un lenguaje común y puntos de contacto. El "Negro" entonces, fungió para mí como un "padre musical", enseñándome mucho de lo que él aprendió en el camino, como músico y como persona, ahorrándome muchas de las etapas de "prueba y error", naturales en esta carrera.

Arturo Cordero es un percusionista que también tocaba con nosotros. Especialista en la música oriental y la tabla hindú, abrió para mí otra importante vertiente: un nuevo estilo. De él aprendí los modos y técnicas orientales para el plectro o plumilla que, desde entonces utilizo en la guitarra de son (requinto jarocho), aunque yo las utilizo las utilizo solamente a modo de "overturas" para los sones. Algunas personas me han comentado que, más que fusionar, estoy evidenciando una de las raíces de la música sotaventina que, antes de llegar de España, ya estaba salpicada de Oriente. Con Arturo hice dueto durante un tiempo, simultáneamente a mi trabajo con Salvador Ojeda. Aperte de los conciertos, grabamos para dos películas del cineasta Rafael Corkidi. En 1984, después de la última gira a Francia con el "Negro", regresé a Veracruz, trabajé en la empresa familiar, y terminé una carrera universitaria.

La música entonces, quedó en un segundo plano, al menos en lo económico. Fue el momento ideal para alimentar la convivencia con los músicos de la zona. Esa fue mi etapa de verdadero aprendizaje del son jarocho llanero. Afinaciones, dibujos, síncopa y contratiempo. Los conocimientos que había adquirido con los músicos académicos de la ciudad, me permitieron analizar y valorar aun más esta tradición. Aprender que uno toca primordial y esencialmente para uno mismo, también para rozar las almas de quienes nos acompañan en la tarima. ¿Que si le gusta al público? No sé. Yo lo disfruto, me alimenta, y eso es suficiente.

Trabajé aquí y allá, me casé para formar la familia que ahora tengo, cambieron mis intereses, pero la creación musical nunca me ha dejado en paz. Me ha gustado -más por divertirme- expresar que soy 90% improvisación. ¿Cómo podría ser ésto? ¿Cómo podría desarrollar mis figuras en el requinto, sino con práctica constante? Tarde en la noche, cuando la calma llega a mi casa de Lerdo, me salgo a la pérgola que mi esposa Tere ha cultivado en nuestro jardín, enciendo mi puro sanandrescano y, a luz de la luna, repito un millón de veces lo que la inspiración me dictó y los dedos quieren dominar. Entonces estoy listo para hacer una breve presentación en alguno de los foros donde el son jarocho tiene cabida, y compartirlo con ustedes. Siempre acompañado a la jarana de mi esposa Teresita, algunas veces con amigos que se nos unen en este ritual y nos ayudan a esparcirlo por Levante, Poniente, Barlovento y Sotavento.

 

Cuentos:

"El buscapies"
"La mujer sin piel"
"Polo Zapote"
"La mujer mar"