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"La mujer mar"

 

En el mar hay un lugar
donde habita la Sirena,
donde se pone a cantar
la pena y la que no es pena.
La pena y la que no es pena
todo es penar para mí,
ayer soñaba con verte
hoy sueño con que te vi.

El extraño asunto que habré de narrarles, se entreteje en las aguas marinas y las dulces aguas del sentimiento, fue por el reconocimiento de una aparición en mis años mozos, que tomó forma de relato aquella maravillosa visión.

Don Estanislao, que era el patrón de la piragua, me llamó para avisarme que en ese momento soltarían las redes para iniciar la pesca, lo hicieron navegando en semicírculos y después se tiraron al agua los mulatos, a fin de evitar que se enredaran los plomos, al poco rato se oía el zumbar de los peces atrapados; comenzamos a remar con dirección a la playa, maniobramos a golpe de agua y al llegar a la orilla tiramos de las sogas guías para recoger el producto de aquella "calada" como decía Don Estanislao; estábamos acumulando el pescado en los carretones cuando me llamó.

-Chepe, deja que los demás se encarguen y ven a sentarte junto a mí, que te voy a platicar la historia de la mujer que se volvió pescado, algunos de nosotros la hemos visto nadando mar adentro y precisamente en las noches como esta, de Luna Llena, se aparece para encantar con su dulce canto a los jóvenes que se encuentra en la playa y llevárselos al fondo del mar.

Le vi las palabras llenas de misterio y me dispuse a escuchar.

-Y te he de contar lo ocurrido a esta fémina llamada Adelaida, que siendo jueves santo su madrecita le advirtió que no debería ir a la playa y mucho menos bañarse; pues en estos días santos el infierno abre sus puertas al mundo de los vivos y el Demonio anda suelto seduciendo almas para hacerlas pecar.

Y dicho así por su madrecita, Adelaida que prestaba oídos al consejo, le prometió que sólo pasearía por la playa y volvería antes de ocultarse el Sol.

Y caminaba a la orilla del mar, cuando aquel que tentó a nuestra primera madre le susurró al oído: -Adelaida, Adelaida, a poco crees que deveras Dios te va a castigar por bañarte, anda tu cuerpo está gozoso, necesita la frescura del agua, anda no seas tonta, Dios sólo castiga a los tontos, báñate.

Y se sedujo Adelaida, fue dejando que el agua la fuera cubriendo poco a poco, cuando le había llegado hasta el ombligo, recordó los sabios consejos de su madrecita e intentó retroceder, pero al hacerlo notó que no tenía piernas, en su lugar tenía una gran "cola de pescado" y cuando quiso gritar, brotó de sus labios un melancólico y dulce canto; de ahí buscó las profundidades marinas, donde habita desde entonces.

Y aquí me dejó:

-Quédate aquí en la playa Chepe, hoy hay Luna Llena, quien quita y se te aparezca y te cuente sus laudanzas, ándale..., no seas pendejo, a ti te es dado por natura conocer esas profundidades, pero tienes que ir solo, nadie te puede acompañar.

Y dicho así por mi protector, que me animé a quedarme en la playa, a esperar si la veía y me llevaba al fondo del mar.

Pasó largo rato y la noche se fue callando hasta que se pobló de las voces del silencio, el cielo antes despejado se fue llenando de nubes sobre mi cabeza y así como se detiene uno ante el precipicio para adivinar el fondo, así caminé hasta el punto donde se besan la arena con el mar; el agua comenzó a agitarse, las nubes que me rodeaban en un gran círculo ya no sólo estaban fuera, sino también dentro de mí. Un instante después caía un aguacero que me azotaba el rostro con dulce violencia y el mar me llevaba entre sus olas de mercurio, alejándome de la tierra, hasta sentirme en aquella inmensidad sin orillas.

El círculo de nubes abrió un hueco, donde podía mirar la Luna alfombrada por la Vía Láctea y el hueco no terminaba donde yo estaba, seguía mar a fondo, de donde presentía ese ser mágico y maravilloso; el presentimiento me llenó de tal inquietud, que miles de burbujas me traspasaban a una velocidad que me desbordaba en caudales de emociones y ya tenía la certeza que de un tiempo a otro aparecería.

El hueco que me abría esa doble visión de mar y cielo, comenzó a girar a velocidades de locura y un fluido de blancas espumas brotaba del fondo, formando una gran cascada en forma de herradura, de donde salió con sus ojos de mirar sin fondo y su larga cabellera enredada de fantasías.

Un melancólico canto de claridad y libertad de ensueños, acariciaba mis sentidos y sublimaba mis pensamientos de renuncias y esperanzas, como miel que corre por las venas. La distancia que nos unía y separaba se fue acortando, hasta que tomó mi rostro entre sus manos para llevarlo a su tierno pecho y cautivarlo de amores, al tocar mis labios sus tibios senos estreché su cintura con mis manos y un manantial de sentimientos y sonidos brotó de mi corazón, que se asemejaba al suyo en aquella unión de pensamientos y carnes de aire y luz.

Y abajo; el oscuro fondo marino nos requería, con sus gotas y velos sin término.

Cuando desperté, me encontraba en la playa, desnudo, el Sol que amanecía alumbró el horizonte y me cobijó con su calor, entonces recordé al "Gran Poeta" y comprendí sus versos:

Gracias Petenera mía,
en tus ojos me he perdido:
Era lo que yo quería.

José Ángel Gutiérrez Vázquez