VIDA
Nace en 1888. Es hijo de una familia de ingenieros de
caminos, publicó sus primeros poemas a los diecinueva años, El poema
eterno (Madrid, 1917), prologado por Ramón Pérez de Ayala. Más tarde
inició en las páginas de El Sol su impagable labor como crítico
literario, bajo el seudónimo de Gerardo Rivera, que se haría
famoso.
Ya en 1921 conoció a don Manuel Azaña,
que dirigía entonces La Pluma, junto con el que sería su cuñado
más tarde, Cipriano Rivas Cherif. Colaboró entonces en la revista y se inició
así una entrañable amistad entre los tres que sólo terminaría con la muerte.
Cuando Azaña funda Acción Republicana en 1925 cuenta con
el poeta Domenchina y así mismo en 1934, cuando se funda Izquierda
Republicana. Desde entonces, hasta su exilio, ya no se separó de su amigo y
mentor.
Las oficinas de Presidencia siguieron
establecidas en el palacete de la entrada de la Castellana. "Llevóse
allí (Azaña) de subsecretario a Enrique Ramos, y en calidad de secretario
particular a Juan José Domenchina, conocido poeta entre los jóvenes y amigo
nuestro desde los tiempos de "La Pluma". Era muy devoto de mi cuñado
y asiduo de la tertulia del Regina y bienquisto de aquella compañía selecta",
escribió Rivas Cherif.
Acumuló luego a este cargo de
secretario particular, el de secretario político hasta que en 1935 dimitió por
razones de salud. Padecía dolores reumáticos que en ocasiones llegaban a
dejarle paralizado. Pero mantuvo siempre su amistad y devoción por el
presidente de la República.
Es lástima que las notas que el poeta
tomó para escribir la biografía de Azaña se hayan perdido, como tantas otras
cosas. Pero no se perdieron sus obras en verso y prosa. El hábito,
novela corta (1920) y sobre todo La túnica de Neso (1929), novela
vanguardista y original.
Más conocido como poeta, La corporeidad de lo
abstracto lo llevó a la más alta fama. El libro lleva un prólogo de
Enrique Díaz Canedo, crítico reconocido. "Este poeta medita y el tema
de su meditación no es otro que el hombre, su origen, su destino, su agonía,
es decir, la lucha constante con cuante le rodea, y, más terrible aún, consigo
mismo".
Al ser nombrado jefe del Servicio Español
de Información creó el Boletín de Información y el Suplemento
Literario del Servicio Español de Información, en el que colaboró
Antonio Machado. Emigrado a Valencia con el gobierno republicano, Domenchina fue
miembro del Consejo de Colaboración de la revista Hora de España,
y, ya en Barcelona, colaboró en las páginas de La Vanguardia.
En enero de 1938 fue nombrado secretario
del Gabinete Diplomático de la Presidencia y allí permaneció hasta la dimisión
de Azaña. Amigo y colaborador inseparable, acompañó al Presidente
en todos sus desplazamientos. En febrero de 1939, Domenchina y su mujer, la
también escritora Ernestina de Champourcin, abandonaron España para siempre.
En México, el poeta trabajó en labores
editoriales hasta su muerte en 1959. Azaña nunca olvidó a su amigo y
confidente. En carta a don Angel Osorio , el 28 de junio de 1939, ya en Francia,
escribe: "He obtenido del Presidente Cárdenas un puesto, también en la
Casa de España, para Domenchina, que ha estado tres meses en Toulouse, con su
familia, pasando las penas derramadas".
Como tantos republicanos españoles,
Domenchina murió en el exilio, pobre y olvidado, añorando Madrid. En una
antología de versos, titulada Perpetuo arraigo, escribió: "Todos
los libros que cito, como otros que no están representados en la presente
selección, los escribí en México, pero desde España, a través de una década
de dolor esperanzado y añorante, de 1939 a 1949".
Su vida en el exilio fue triste y vacía.
El poeta se consideraba una sombra viviente, sin posibilidad de reflejarse en
nada ni en en nadie. No obstante, publicó libros significativos: Destierro
(1942), Pasión de sombra (1944), Tres elegías jubilares
(1946), la segunda de ellas dedicada a Azaña; La sombra desterrada
(1950) y El extrañado (1958).
Gracias a su empeño, se difundió la
obra de los exiliados españoles y hay que recordar la serie de artículos que
publicó en el diario Hoy, con el título general de Pasión
y muerte de la República Española. En ellos se narra su experiencia al
lado de don Manuel Azaña y se aportan datos de interés para conocer el
conflictivo panorama de aquellos años.También en su Antología de la poesía española
contemporánea, que se convirtió en toda la América de habla española
en referencia y cita obligada, y desconocida entre nosotros.
Parece ser que sintiendo acercarse
"la mano de nieve" quiso venir a morir a Madrid. La cruel
dictadura le negó la entrada. No podían olvidar que había sido secretario
personal del "odiado" Azaña. Así, murió en Méjico, el 27 de
octubre de 1959, a causa de un enfisema pulmonar.
Pero nosotros sabemos que murió, como tantos otros, de
España, de su ausencia.
Sus restos fueron a parar al glorioso
cementerio español de la capital mejicana. Su mujer quiso llevarle un ciprés de
Castilla para acompañarle eternamente. Pero no pudo ser.
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