Capitulo 14.- ¡Al fin alguien patea a Matilde!
Por: Maria
Elena Venant.
El Padre Urbano se sorprende que sea Antonia quien lleve la
hacienda y no Matilde. Manuel le cuenta que a su esposa no le
interesan sus obligaciones. El cura le pide a Manuel que no sea
orgulloso y no deje partir a la mujer que ama.
Matilde trata de enmendar sus errores y pide disculpas a
Antonia. Damiana esta sorprendida de la acción del ama. Antonia
dice que de seguro fue que Manuel la puso cono lazo de cochino.
Igual es un triunfo para ella dice la Nana.
Mati va en busca de Rosario y le cuenta que no puede amar a
Manuel porque siempre amará a Adolfo. El Padre Urbano se despide
de la mujer de su ahijado y le dice que antes que se marche debe
hablar con ella. Le pide a Manuel que la lleve al pueblo.
Manuel le dice a Matilde que el escribirá a los Peñalver para
que vengan a buscarla. La cínica Mari ofrece irse sola. Manuel
le dice que quiere estar seguro de que irá a casa de sus padres
y no a los brazos de Adolfo. Mati se acalora y le recuerda que
le ha dado su palabra. Manuel se ríe. La palabra de su mujer no
vale. Ella también prometió ante un altar y amarlo, y hace unos
días también le prometió un hijo. Manuel se sube a un caballo.
Mati pregunta a quien escribirá y que le contará. “A tu padre”
responde Manuel “Y le diré la verdad”. Mati vuelve a su onda
suplicante, llorando que su papá se pondrá mal. Manuel le dice
“Estoy harto de mentir por ti y por tu señora madre”. Parte a
galope. El movimiento del caballo tira a Matilde al suelo.
Manuel enloquece al verla caída. Mati grita “¡suélteme!
¡Suélteme!” y se queja de dolor de espalda. Su esposo muy
atribulado le pide perdón. La emoción de sus palabras conmueve a
Mati.
En su alcoba Manuel atiende a su esposa. Le abre el vestido y el
corsé y le aplica un ungüento en la espalda. La muy ladina
sonríe y llega a suspirar de gusto. Se pone a hablarle toda
zalamera, que no le diga la verdad al General, que le cuente que
le cayeron mal los aires de la Hacienda. Se da vuelta para
convencerlo con sus ojos hechiceros y Manuel se le declara. “Soy
yo él que suplica” dice “No quiero que te vayas. Te necesito. Te
quiero” SE besan
Manuel sale muy avergonzado de la alcoba de Matilde. Siente que
ha quedado ante ella como un pobre diablo sin orgullo. Llega
Antonia contarle que llegaron los muebles nuevos. A el no le
interesa. Antonia di e que comenzara colgando cuadros. También
trae una carta que llegó para Mati. Manuel se la arrebata y
luego se devuelve “¡Dásela!” gruña.
Damiana visita a su ama y pregunta como ha ocurrido el
accidente. Acaso Manuel “accidentalmente” le echo el caballo
encima”. Matilde con cara de ensueño, (esa bandida está pensando
en el beso) lo niega. Damiana comenta la suerte de tener un
médico en casa para esas emergencias. Le pregunta donde estudió
Manuel. Sorprendida Mati se da cuenta que sabe muy poco de su
esposo. Llega Antonia con la carta para la Sra. Fuentes Guerra.
Intercambia miradas con Damiana que la azuza a dejarlas solas.
Mati la lee y le dice a la Nana que es de su Tía Pru que viene a
visitarla, pero que ya no es buena idea, puesto que ella ya se
va de regreso a casa de sus padres. Damiana le dice que es normal
que una recién casada tenga nostalgia de sus padres. Damiana
corre a contarle a Antonia. Es muy extraño que una esposa
abandone a su marido con unos días de casada. Antonia cree que
descubrió la bastardía de Manuel. Damiana cree que él la
devuelve por no ser virgen.
En Ciudad Trinidad, el General tiene un último enfrentamiento
con Humberto. Ha descubierto que no existe tal negocio de telas,
al enterarse que su hijo vive de préstamos lo expulsa del hogar
paterno.
Manuel visita a su mujer en su cuarto y la encuentra saliendo
del baño (esta mujer vive haciendo pis) y le comunica que planea
escribirle a su madre para que manden a buscarla. Mati se
preocupa y le pregunta que planea decirle. Manuel le dice que
sólo la verdad. Augusta decidirá si debe o no hablar con
Hilario. Matilde se pone feliz, le cuenta a su esposo que
recibió carta de la Tía Pru. Le ofrece leérsela. Manuel le dice
que no es necesario. Mati lo mira agradecida. El pobre Manuel
quiere decirle algo, pero no puede. Pone cara de frustración,
cierra los puños y sale sin decir nada.
Mati platica con la Nana sobre Manuel. Damiana le cuenta que fue
Don Joaquín quien dejó que la casa se convirtiera en un lugar
lóbrego, después de la muerte de su esposa e hijos. Mati se
sorprende. No sabía que Manuel tuviera hermanos. Damiana le dice
que no puede contarle nada y que el amo no debe saber que se ha
ido de lengua, pero que sabe que cuando Manuel llegó a la
Hacienda, unos días antes de la muerte de su padre, nadie lo
esperaba ni sabían quien era. Damiana hace que Antonia cuelgue
el retrato de Joaquín y su esposa en un lugar visible para
probar a Mati. Si cree que son sus suegros, significará que no
sabe que su esposo es bastardo. Entonces probará la tesis de
Damiana de que su problema con Manuel deriva de su falta de
castidad.
Mati baja la escalera con un traje precioso color rosa con
bandas de encaje en la falda, mangas vueludas, canesú estilo
camisero cruzado de listones de encaje y con cuello bebé. Ve los
retratos y pregunta si son los padres de Manuel incluso dice que
se le parecen. Cuando llega Manuel y ve los retratos, ordena que
los quiten. Ninguno le trae buenos recuerdos.
En Ciudad Trinidad. La Tía Pru sigue deseando viajar a San
Cayetano. Augusta sigue intentando que el General perdone a su
hijo. En el club, Ramón Márquez y sus amigotes y un aburrido
Renato celebran la derrota de Álvarez. Entra un individuo
pobremente vestido y grita “¡Viva Juan Álvarez! ¡Viva el Partido
del Pueblo!” Sale huyendo. Renato muerto de risa se aleja y
saluda a un mohíno Greñaldo que acaba de entrar. Humberto le
conforma que por la infidencia de Pilar, de nuevo lo echaron de
su casa, pero ahora ha tomado una decisión. Acepta la boda falsa
con Finita, luego le robará su dinero y se irá a Europa. Renato
hace planes. El llevará a los falsos cura y magistrado a la
hacienda de su padre. Ahí será la estafa.
En la cocina las criadas se quejan de Rosario. No les gusta como
la señora la distingue y creen que tiene malas mañas. Arriba en
su cuarto Matilde se desahoga con quien ignora es su suegra. Por
fin acepta su parte de culpa. Se da cuenta que jugó con los
sentimientos de Manuel y ahora lo ve como víctima. Rosario le
pregunta, si ya ha olvidado a Adolfo, por qué no intenta hacer
su vida junto a Fuentes Guerra. Desalentada, Mati, responde que
ha ocurrido demasiado entre ellos para poder reconciliarse.
En el pueblo, Manuel visita su padrino quien se entera que
Manuel en vez de mandar la carta su suegra con un propio, ha
preferido mandarla por correo que es más lento. Le dice que sabe
que su ahijado lo hace para dilatar la partida de Matilde. Le
recrimina usar esos pretextos, le recuerda que es un hombre de
iniciativa, que hable con su mujer y la convenza de intentar
hacer un matrimonio como Dios manda. Manuel triste le dice que
lo ha intentado, pero Mati no quiere oírle, no le interesan sus
sentimientos.
Al dejar la iglesia, Manuel se tropieza con el alcalde Quintero
quien burlonamente le informa de la derrota de Juan Álvarez y le
comunica despectivo que un partido de “fregados”nunca podrían
ganarle a los ricos y poderosos. Irónico, el Dr. Fuentes Guerra
le informa que durante la Revolución Francesa, los “fregados” le
cortaron la cabeza al rey.
Adolfo y Delfino a pie están acercándose a la Hacienda cuando
sienten balazos. Van a ver y encuentran a un hombre a quienes
los bandidos han matado y robado. Adolfo le registra los
bolsillos y encuentra una carta dirigida a Manuel. El muerto era
el nuevo administrador y a juzgar por la carta, Manuel no lo
conocía. Ni corto ni perezoso. Adolfo le quita la ropa y se
disfraza del Señor Felipe Santamaría nuevo administrador de la
Hacienda San Cayetano.
Felipe y Delfino llegan a la hacienda, pero Manuel no está.
Adolfo pide hablar con el ama, pero lo reciben Antonia y Damiana.
Antonia les cuenta que a su padre lo asesinaron unos bandidos.
Adolfo les dice que a ellos también los asaltaron y despojaron
de ropa y dinero. Amablemente Antonia los escolta hasta la
casita que ella y su padre ocupaban antes, y les dice que
cualquier cosa que se les ofrezca, la pidan. Cuando se marcha,
Adolfo comenta que una mujer tan desenvuelta que da ordenes con
esa seguridad, seguramente ha de ser la querida de Manuel. (¡Que
mal pensado! ¡GRRR!)
Mati ha salido al patio y ha alcanzado a divisar la espalda de
Adolfo. Lo reconoce. Le suplica a Rosario que vaya a verlos.
Rosario va a casa del administrador y ofrece sus servicios al
nuevo empleado. Adolfo pregunta por la señora de la casa.
Rosario comenta que esta delicada ya que tuvo una caída en el
establo. Cuando se retira, Adolfo furioso comenta que ojala haya
sido un accidente y no que Manuel sea de los esposos
golpeadores.
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