A principios de los 90's, el Gobernador de entonces (en el Zulia), Oswaldo Álvarez
Paz, decretó la bandera del estado Zulia. A falta de la estrella zuliana en el pabellón
patrio, tendríamos nuestra propia estrella, nuestro propio estandarte, una enseña para
la lucha. La reacción centralista no se hizo esperar. Todavía el año pasado leímos un
trabajo publicado por un diario capitalino, titulado: "Los de adentro quieren
gobernarse", en el cual se leen frases como estas: "El palabreo ideológico
llevó al primer gobernador elegido regionalmente por el voto directo, a generar por
decreto una versión zuliana de la Icurriña, la bandera separatista vasca". Seguidamente,
como para reafirmar el separatismo, nombran a Venancio Pulgar y a Jorge Sutherland
como los precursores de la secesión el siglo pasado, cuando "asociados con el
gobernador de la provincia de Santander en Colombia, intentaron construir una república
que consolidara los intereses de esas localidades, separándose de Venezuela y Colombia".
Según Jorge Olavarría -en el mismo trabajo- "...el impulso más serio de separatismo
en el presente siglo fue realizado por un hombre de negocios norteamericano llamado
Guillermo Buckley, quien en 1928 quiso separar al Zulia para desarrollarlo como territorio
independiente de Venezulea, aunque dependiente sí de Estados Unidos". Si ésto
último hubiese sucedido, y afortunadamente no ocurrió así, tendríamos seguramente nuestra
estrella en la bandera estadounidense. Es que los yanquis no regatean estrellas en
su bandera como las regatea el centralismo venezolano. No ocultamos que somos partidarios
de la autonomía regional a la manera de Cataluña en España, una práctica que marca distancia
con el separatismo de Euzkadi el país vasco.
Finalmente en estos tiempos de aires
constituyentes bien vale la pena que el Zulia y Guayana tengan su estrella en la
bandera nacional. De esta manera estaríamos más integrados y nos sentiríamos menos relegados.
Panorama, 17 de marzo de 1999