I
Hasta hace muy poco, Maracaibo era una ciudad horrible. Peor suerte corrían el resto de los municipios. Pero estalló, gracias a la moda descentralizadora, una "revolución" de estética urbana que rápidamente cambió, permítanme redundar, radicalmente, la apariencia de las principales ciudades del estado. Por supuesto, Maracaibo encabezó esta transformación. Sin embargo, el marabino (o maracucho) y el zuliano en general, quedaron rezagados al no experimentar metamorfosis alguna, al menos visible, digo.
Ahora, esa veneración tan emotiva hacia Maracaibo, expresada en gaitas, obras pictóricas o literarias, etc., no podían ser a esa ciudad amputada que habitamos desde los años setenta del siglo pasado; se refería, supongo yo, a la otra ciudad, la ciudad perdida, bombardeada en nombre del progreso, pero que en realidad buscaba acomplejarnos y someternos a un proyecto centralizador en nombre de la unión republicana. Y lamentablemente lo consiguió.
La destrucción de esa ciudad suponía desfalcar un capital histórico que hubiera consolidado una identidad avasallante y peligrosamente beligerante. Pero la realidad fue que los habitantes quedaron encandilados ante el discurso político manejado, y las pocas voces lúcidas, muy pocas a decir verdad, no pudieron hacer nada para evitarlo. ¿Qué sucedió entonces? Creo, que a pesar de las defensas de algunos historiadores, los habitantes carecían de la conciencia, y el regionalismo necesario para evitar que la destrucción de la ciudad se concretara. No sólo en el momento específico del casco central, sino también el aniquilamiento paulatino y progresivo que continuaron, hasta diría que con sus propias manos, logrando borrar, de una vez y para siempre, la ciudad a la que después le dedicaron sus versos en una morbosa nostalgia que cuesta trabajo comprender y más aún explicar.
II
Queda preguntarse, dicho lo anterior, qué demonios es el regionalismo zuliano, o quizás sea mejor sospechar, concienzudamente, sobre su existencia, y acaso no estemos aquí en el terreno de una vulgar y extravagante simulación: todos hablan del regionalismo zuliano, lo defienden, le dedican grandes esfuerzos, pero nadie sabe decir qué es, qué hace, de dónde viene y a dónde va. Es una pompa de jabón de flota, que vuela a la deriva, que se pierde de vista. Pero, aunque no sabemos cómo explicarlo, al menos hemos logrado simplificarlo, reducirlo a su mínima expresión, quizás: el amor al terruño debe deshojar, inexorablemente, la margarita entre permanecer como parte (Estado) de un proyecto de Nación (Venezuela), o se decide finalmente por la independencia como territorio soberano.
Ante este escenario definitorio, los habitantes quedan paralizados, porque no encuentran en su pasado ni en su presente, elementos concretos que le permitan formarse un criterio más o menos claro al respecto.
La historia se desnuda como una entelequia, incapaz de articular el pasado con el presente, y brindar una explicación o versión de la realidad aceptable y comprometida, limitándose apenas a buscar y forzar, con evidente manipulación de las fuentes, convertidas en un fetiche de cientificidad, las claves que permitan legitimar una estrafalaria, inmadura, y altanera aspiración separatista, que terminaría improvisando, si resultara favorable, el sustento necesario para un proyecto exitoso.
Así, casi toda la producción historiográfica regional de los últimos años ?y digo casi por cuestiones de salud? está orientada a promover, con entusiasmo incluso, una fantasía infantil, aunque ignoro si inocente, en lugar de desentrañar y explicar las auténticas dimensiones, y distorsiones, de nuestra etnicidad, de nuestro regionalismo, o digámoslo en forma más estrambótica y rimbombante, nuestra zulianidad.
III
El problema es que nuestra zulianidad es otra entelequia. Sino fuera por la fuerza comercial del movimiento (¿o negocio?) gaitero, a nivel nacional ?porque los propios gaiteros aseguran que en el Zulia pasarían el hambre hereje? la zulianidad ni siquiera existiría como vocablo. Se limitaría a un paseíto, con risita de tísico, por las coloridas fachadas de la calle Carabobo y a la veneración perenne y peregrina de la Sagrada Tablita.
Paradójicamente, el zuliano viene en dirección contraria. Es decir, cada día intenta alejarse más del modelo que ilustra la supuesta zulianidad. Digamos algunos casos que puedan pintar: el voseo, por ejemplo, el hablar de "vos", es entendido, hoy, como una manifestación de mala educación, de incultura y de baja condición socioeconómica. A nuestros hijos les hablamos de "tú" para acabar con esa maldita costumbre que nos delata y avergüenza cuando salimos del Estado. Incluso, sé de colegios y profesores que prohíben a sus alumnos el hablar de vos que es, sin discusión de por medio, uno de los principales elementos que dan singularidad a nuestra zulianidad.
Igual podríamos afirmar que gran parte de la gastronomía zuliana ha desaparecido de nuestro menú cotidiano. Son meras curiosidades turísticas. Y qué decir si echamos un vistazo, así por encimita nomás, sobre la percepción que se tiene de nuestros escritores, pintores, poetas, actores, músicos, académicos, cineastas, etcétera. Son vistos como caricaturas, como elementos graciosos, pero jamás como orientadores en la formulación y resolución de problemas fundamentales para nuestra existencia, pero bueno, usted puede continuar con esta letanía porque ejemplos sobran y alguno se le habrá venido a la cabeza.
Acto seguido me pregunto y les pregunto, ¿qué es la zulianidad? Se me antoja decir que se trata de una especie de fantasmita que sirve para espantar a los curiosos, los adversarios y a los "traidores" al Zulia, que intentan ver qué está pasando de verdad dentro de esta casona que es el estado, para decirlo en metáfora. Y llegado a este punto, pregunto ahora, y disculpen la molestia, ¿qué es lo que pretenden ocultar con esto de la zulianidad?
IV
Hace poco el gobierno regional celebró, con bombos y platillos, la semana de la zulianidad. Y dentro de la muy publicitada programación, lo más importante resultó ser la estimulante Clase Magistral que dictó el doctor Rutilio Ortega en el Museo de Arte Contemporáneo. Lo demás, a mi juicio, no pasó de ser simples juegos pirotécnicos que mucho entretienen, pero poco dejan al final de la jornada.
¿Pero qué hay detrás de esto que llamamos con tanto orgullo zulianidad?, insistimos. A mi juicio, no va más allá de un mero discurso politiquero que, por un lado, sirve de tapadera para esconder, y justificar, los mediocres esfuerzos de nuestra clase política para construir un proyecto auténtico de Estado porque, en definitiva, es más importante y urgente la atención de sus intereses particulares y grupales y, el Zulia, no es más que una excusa"y un arma" para abrirse un espacio, mucho más apetitoso, en la feria de negocios que gravitan alrededor del poder.
V
Hace unos días visité un sitio en internet llamado País Zuliano, allí encontré el siguiente comentario: "si es en serio eso de la independencia del Zulia, ¿cuál es la estrategia para lograrlo, o es un asunto de loquitos?". Si de verdad los zulianos son tan audaces como dicen ser, tan letrados, tan cultos, tan emprendedores, y estamos convencidos de que el poder central es la raíz de todos nuestros males, me pregunto y les pregunto: ¿por qué no hemos asaltado decididamente el poder central?
Tengo la impresión de que no hemos tenido la voluntad para lograrlo, como tampoco la hemos tenido para construir un verdadero proyecto regional, menos de Nación, porque si así fuera el caso, estoy seguro de que otro sería el escenario político y nuestra relación con el Centro sería distinta. Pero somos percibidos como una pintoresca caricatura, y es lamentable decirlo, y más aún aceptarlo, podemos ser controlados con un puñado de morocotas que nos arrojen al piso y sobre las cuales nos lanzamos cegados por intereses enanos y deformes.
No es igual proclamar, vociferar "como loquitos", la independencia del Zulia, que ponerse a construirla. Esto último requiere de mucho trabajo y tiempo, más del que los politiqueros y algunos de nosotros estamos dispuestos a invertir.
Tomado de Pais Portatil