Libia Brenda Castro R.

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Flor de farola: de bits a átomos

 

 

 

 

Libia Brenda Castro

De inicio

 

Estamos ya habituados a tener acceso a las “versiones en línea” de las publicaciones, periódicas o no, escuchamos comúnmente: la versión en línea del periódico tal; la revista cual ya tiene página web; en su edición digital, actualizada cada hora... Y otro tanto ha sucedido con los libros, desde las reproducciones de obras libres de derechos hasta las copias piratas en PDF de los best sellers, gran parte de la oferta de varios sitios de Internet es que ya “subieron” el contenido a un servidor, contenido que tiene o tuvo su origen en el papel. Lo que no es todavía tan común es que los libros se caigan de la red, esto es, que una publicación cien por ciento electrónica, que nació en bitios1, aparezca posteriormente en formato tradicional: un objeto oblongo, formado por una serie de páginas unidas por un extremo, usualmente conocido como libro.

Flor de Farola (cuyo título se puede rastrear aquí)2, es un libro que no nació como tal, el autor empezó recopilando carteles (pasquines, volantes, simples hojas de papel pegadas por ahí) porque le llamaba la atención su naturaleza: “Eran piezas extrañas, cuya forma de escritura y difusión hacían plantearse preguntas sobre la naturaleza y propósito de sus autores”3 y luego, al iniciar su sitio web decidió publicar una suerte de análisis semiótico de esos hallazgos, “flores” cosechadas a lo largo de más de diez años.
 

 

Los orígenes

 

La primera vez que vi el nombre de José Antonio Millán fue en la tapa de un libro: Perdón imposible5, la ilustración muestra un reyecito con un lápiz enorme, que acaba de dibujar una coma entre ambas palabras y luce muy ufano. También llamó mi atención el subtítulo: “Guía para una puntuación más rica y consciente”; compré el volumen y supe que el autor tiene formación de filólogo. Meses después leía la bitácora literaria y encontré una reseña sobre ese mismo libro y un enlace a la página personal de su autor: http://www.jamillan.com, empecé a explorarla y supe que, además, Millán edita y escribe. Así conocí Flor de Farola (y Libros y Bitios y Lengua y una serie de secciones más), que me cautivó. Y hace medio año, en un Diplomado de publicaciones electrónicas6, me enteré de que este polifacético personaje era una de las principales referencias en cuanto a edición digital se refiere.

Flor de Farola es un ejercicio a la vez lúdico y riguroso; José Antonio Millán, además de pertenecer a la categoría de los viandantes atentos, es al parecer un buen coleccionista: ¿quién se pone a despegar los anuncios no profesionales de la gente común?, ¿quién los guarda para luego estudiarlos?, y lo que es más intrigante: ¿por qué? La respuesta a estas preguntas está en dos lugares: uno electrónico (o virtual, como se prefiera) y otro físico y, a pesar de que el contenido es prácticamente igual, la lectura de ambos puede ser totalmente distinta. Acerca del hecho de “bajar” un sitio web a papel y del origen de esta aventura se pude revisar su propia reflexión en el blog del Futuro del libro7.

La lectura

 

Me llaman la atención varias cosas acerca de este ejercicio que tiene, por donde se mire, visos de ser un experimento poco común; en primer lugar el hecho de que Millán sea una rara avis en el mundo del libro y del lenguaje, un todólogo: editor en papel, editor en formato electrónico, lingüista, gramático y escritor. Sólo que, en su caso, ejerce todos estos oficios con sorprendentes y amenos resultados. Además hay que reconocer que posee un estilo agradable y bien definido, cosa que se agradece. En el caso del libro que nos ocupa una de las principales causas de la recomendación es que se lee como un texto (o varios textos) ameno, fresco, inteligente y observador: no sólo por el sentido del humor y la imaginación invertida en analizar, desmenuzar o especular acerca de las intenciones de los responsables de esos hallazgos o, incluso, acerca de la cara detrás de una firma o un escrito anónimo; sino por el rigor académico, la parte “seria”, con que Millán aborda cada análisis y desgrana cada línea. De estos textos hay algo que parece muy obvio, pero también llama la atención: la mayoría de los que están publicados en el volumen en papel, son mucho más extensos que su objeto de estudio. Digo “la mayoría” porque algunos originales son sencillamente larguísimos.

Quiero apuntar algo: una de las grandes diferencias entre el volumen de Melusina y la publicación original es que, por motivos de formato, espacio y reproducción, el lector no tiene acceso a las transcripciones de los documentos originales y, en muchos de los casos, es imposible conocer el texto completo, porque la reproducción en pequeño y en blanco y negro, dificulta su lectura. Y una variante en el contenido es que las tablas que fungen como fichas sí son diferentes, por los datos que contienen.

 

Conclusión

 

Aquí, me parece, viene a colación el asunto de la lectura en pantalla versus la lectura en papel (asunto muy discutido también en el blog del futuro del libro. En lo personal prefiero leer en papel, aunque confieso que ahora realizo al menos un treinta por ciento de mis lecturas en pantalla, sea por trabajo o por placer (nunca he podido adquirir la práctica de imprimir los documentos, no sabría dónde ponerlos y ya tengo alteros de fotocopias). En el caso de la página de José Antonio siempre la he leído directamente de Internet, pero cuando en cuanto tuve en mis manos Flor de Farola, impreso, encuadernado y empastado, releí todos los textos, ahora en su nueva presentación y leí por primera vez las adiciones hechas por su autor, para esta nueva forma de publicación. Tengo una confesión que hacer: en este caso no sé por cuál de las dos versiones inclinarme. La edición electrónica me permite copiar y pegar una cita, hacer una búsqueda velocísima por palabras, ver en colores y muy cercanas a la realidad, fotografías de los documentos que el autor estudia, tener al mismo tiempo varios documentos y saltar de uno al otro. Leer el volumen físico me permite llevármelo a cualquier lugar (incluso por el formato: 17 x 10 centímetros, y 1.3 de lomo), revisar el índice analítico —inteligentemente incluido—, prestárselo a cualquier lector —especialmente a los no aficionados a leer en pantalla—, disfrutar del papel, la tipografía y el diseño editorial. Aquí no puedo sino felicitar a quienes compusieron el libro: la tipografía y el diseño me parecen muy bien resueltos y el resultado es un buen libro y de excelente manufactura.

Esta es una apreciación totalmente personal, desde luego, en ambos casos el contenido es prácticamente el mismo, con la excepción de que el libro tiene dos flores más y el sitio web ofrece mejor visibilidad de los originales; en ambos casos la lectura es placentera pero, al menos para mí, puede variar de un medio a otro. Es como si el tono del texto en papel cambiara, a pesar de que es exactamente el mismo que el de la pantalla; pero si a eso le añadimos que el ritmo de la lectura varía, porque se modifica cuando una página termina y debo dar vuelta para ir a la otra (en el sitio web, en cambio, el texto es un solo bloque, aunque esté dividido en párrafos), entonces la recepción del contenido se modifica. El orden, sin ir más lejos: es muy común que en un sitio de la red el usuario elija el orden en que lee los textos; en un libro impreso, en cambio, casi siempre se sigue el la lógica establecida por la numeración, en orden ascendente. El lector tiene la soberana libertad de saltarse pasajes o empezar por la mitad y luego hacer una lectura aleatoria, sí, pero honestamente casi siempre empezamos por el principio y acabamos por el final.

Ante la disyuntiva (que podría extenderse) yo apuesto por complementar ambos soportes. Si el lector tradicional desea conocer a la letra el contenido o el aspecto del cartel o del documento o si quiere conocer la fuente de donde fueron tomados los textos reproducidos por la editorial, que vaya a la red. Y para quienes apuestan por la vía virtual, puedo recomendar que no dejen de tener en sus manos el libro editado por Melusina, la experiencia será enriquecedora. Sólo me queda añadir que, además de hermoso y manejable, Flor de Farola representa un hallazgo en el mundo editorial: un libro que nació de una obsesión, se convirtió en una publicación electrónica no periódica y ahora puede integrarse, quizá en la sección de “comunicación”, como propone la casa editora, a las estanterías de nuestras casas.

 

Notas al pie

1 Bitio La Academia permite el uso de bit (exactamente igual que la forma inglesa). Muchas palabras que acaban en t son invariables para el plural ("el deficit", "los déficit", como recuerda el utilísimo Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, de Manuel Seco). Sin embargo, el uso más extendido en este caso, como en muchos otros, es añadir sencillamente una ese, y el plural que más se escucha es bits.
Quizás para remediar esta situación hay quien usa bitio. No sabemos si esta forma cundirá mucho, pero de momento ha permitido la acuñación de un lema que debería inscribirse en letras de oro ante la mesa de trabajo de cada programador: "el bitio en su sitio".
Fuente:
http://www.jamillan.com/v_espal1.htm#bitio

2La cosa fue así: estaba un día hablando con Juan José Saer sobre el insulto y el desafío entre gauchos, y me recomendó la lectura del Evaristo Carriego, de Borges. "A propósito", me dijo, "Este libro tiene un ensayo sobre las inscripciones en los carros". Y acto seguido me citó sus últimas palabras: "Me gustan las inscripciones de carro, flores corraloneras".¡Flores corraloneras! Saer que con muy buen juicio nunca se ha asomado a la Red ignoraba todo acerca de mi sección "Flor de farola", pero su instinto le había hecho llamarme la atención sobre esas páginas. Corrí a comprarme el libro (Madrid, Alianza Editorial, 1998) y leí [...]
Fuente:
http://www.jamillan.com/corralon.htm

3 Millán, José Antonio. Flor de Farola. España, Melusina, 2006. p 7.

4 Millán, José Antonio. Perdón imposible. Barcelona, RBA - Oceano, 2005. http://www.perdonimposible.com/

5 Millán, José Antonio. Perdón imposible. Barcelona, RBA - Oceano, 2005. http://www.perdonimposible.com/

6 http://biblioweb.dgsca.unam.mx/diplomado/#

7 http://jamillan.com/librosybitios/blog/2006/11/flor-de-farola-el-libro-que-se-cay-de.htm

 

 

Texto publicado con permiso de la autora.

Originalmente presentado en Revista Digital Universitaria. http://www.revista.unam.mx/


Libia Brenda Castro. Se dedica a editar y corregir textos en su trabajo. Escribe literatura poco realista. Da clases y talleres literarios en el afán de propagar el mismo virus del que hablaba Burroughs. Ha publicado en antologías y revistas de España, Argentina y México; tanto en papel como en la red. Cree que Julio Cortázar es Dios.

Como cuentista y articulista, ha publicado en varias revistas, sitios de Internet y suplementos; y en antologías de México, España e Italia. Colabora desde 2006 en la Revista Digital Universitaria

     Es editora de libros “tradicionales” y editora de publicaciones digitales; trabaja en el ámbito editorial desde 1996. Ha impartido clases y talleres alrededor de la literatura; estudió Lengua y literatura hispánicas en la UNAM. Desde hace un tiempo escribe sobre gastronomía (otra de sus pasiones), al respecto se puede leer su columna presionando

AQUÍ

 

 


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