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En épocas pasadas, un dios llamado Cronos habitaba en el Monte Olimpo. Cronos tenía por única habilidad la de manipular diminutas porciones del tiempo, tan pequeñas como los siglos o milenios. Era un ser humilde, conocía su lugar en el universo, y se conformaba con devorar a sus propios hijos, engulléndolos enteros apenas nacían. Muchos hijos después, la esposa de Cronos, Rea, que ya estaba harta de pasarse la vida embarazada, sin nadie a quien criar, decidió entregarle a su marido una piedra envuelta en ropa de cuna y esconder al deseado retoño en una cueva. El dios no percibió nada extraño hasta el momento de digerir la roca, aunque relacionó el malestar con el hecho de comerse a los niños demasiado tiernos. El nombre de la heroica piedra se ha perdido en el anonimato, pero el pequeño que logró salvarse fue llamado Zeus, y heredó de sus padres el fatídico don de la inmortalidad. Impulsivo y hasta cierto punto idiota, Zeus creció para derrocar a su padre y obligarlo a vomitar a todos los hijos e hijas que había ingerido; luego quiso compartir con sus hermanos el pequeño planeta que era su nuevo dominio, guardando para sí el control de los cielos. A Hestia, la hermana solterona, le pidió vigilar a los pequeños parásitos humanos diseminados por la tierra. Poseidón obtuvo el reino de los mares, Demeter se encargó de los aspectos decorativos, y Hades, menos afortunado, tuvo que irse a regir el infierno. Tras distribuir el imperio, Zeus tomó unas vacaciones, se casó y para matar el tiempo tuvo hijos con cuanta diosa o simple mortal pudo, aunque prefería no comérselos, sino darles alguna ocupación. "Tú serás dios de la guerra, tú de la inteligencia y tú del queso Roquefort". Rápidamente el Olimpo se pobló de seres inmortales, todos ellos ocupados en organizar festines y jugar con las fuerzas naturales, pero su actividad favorita era fastidiar a la raza humana; a lo cual se dedicaron con particular empeño durante centurias, hasta que poco a poco los humanos fueron perdiendo el miedo a los dioses. "Todo empezó con el impertinente de Prometeo, nunca debí dejarlo crear ni una cucaracha, ojalá siguiera a merced de las arpías" se lamentaba Zeus, y para salir del problema, inventó miles de religiones, una para cada gusto, así mantuvo las cosas tranquilas por otros treinta siglos, hasta que los pobres Homo sapien llegaron al punto de no creer ni en sí mismos. Mientras, los dioses seguían multiplicándose y ya no había oficios vacantes. La última diosa fue llamada "Tina, Santa Patrona de la grenetina". El reinado de los dioses concluyó. Algunos se elevaron hacia el cielo para convertirse en estrellas y constelaciones. Otros se ocultaron en los bosques o en el mar. Para evitar explicaciones vergonzosas, Zeus se transformó en una estatua de oro y provocó su propio hurto. Sin embargo debe estar por ahí, a menos que algún día termine la eternidad. Inicio | Relatos | Poetas | Ensayo | Taller | Autor | Links
Arturo en Literatura Virtual
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Inició su formación
literaria como miembro del Taller Literario Juvenil del Consejo
Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, coordinado
por José Luis Velarde entre 1993 y 1998. Publicaciones
Publicó narraciones
cortas dentro de la plaquette colectiva “Se murió Minineitor”
del Taller Literario del CECAT en 1996. |