La muerte de María Caledonia Sifuentes Quintero José Luis Velarde
La anarquía surgió de pronto… El Libro de las Desapariciones |
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El pavimento se interrumpió cuando la calle comenzó a subir la montaña. En ese lugar desaparecieron el drenaje, el cableado eléctrico y el agua potable, mientras las viviendas se incrementaban sin delimitar terrenos en la tierra frágil que apenas permite cimentar estructuras endebles. Las paredes son de cartón, lodo o bloques irregulares que se abren de vez en cuando para convertirse en puertas y ventanas. Los tejados se convierten en los patios frontales de las construcciones que sólo terminan en la cima de la montaña. Desde allá, desde lo más alto, como cada mañana, desciende una muchacha. Evade los surcos del terreno; los arroyos naturales que no fluyen al ser alimentados por el agua penosamente subida hasta las casas y se convierten en charcos lodosos llenos de basura. La joven se detiene y busca refugio en un matorral espinoso, a la vez que arroja una piedra a un cerdo que pretende adueñarse del sendero. No acierta, pero los chillidos del animal asustado se confunden con la música estridente que atraviesa el espacio en todas direcciones; de vez en cuando los gritos de los locutores envían saludos al auditorio que exige intérpretes y dedicatorias personalizadas. La muchacha intenta sintonizar una sola emisora radiofónica en sus oídos. Encuentra una canción que la conmueve. Se concentra en seguir la letra donde el amor es eterno y el ritmo imita cumbias colombianas. Lamenta el horario que la conduce a la ciudad calurosa. Desde el punto de vista de la muchacha desaparece la cuadrícula de las calles y predominan los árboles, aunque bien sepa que escasearán las sombras una vez que llegue a su empleo. A esa hora, el sol ya habrá incendiado la acera y se sentirá sucia, por eso odia el verano que se extiende de marzo a septiembre, le resulta imposible no pensar en una casa con grifos donde brota el agua cada vez que se demanda. El cerdo regresa y ella está a punto de derrumbarse al evitarlo. Recoge otra piedra y la arroja con fuerza para amedrentar al animal que permanece bloqueándole el paso como si la retara a un duelo disparejo. En esta ocasión el proyectil se estrella en el lomo del animal que en lugar de alejarse la embiste. Parece un jabalí ancestral renacido de pronto, aunque sólo quiera volver al chiquero que abandonó en la base del cerro. Su carrera es frenética y la joven recibe el golpe sin lograr aminorarlo. Exhala y no puede volver a respirar. La cabeza rebota en una piedra llena de aristas. A lo lejos, una voz arraigada en el barrio entona, más aguda que afinada, la historia de una muchacha desaparecida sin dejar rastros en una ciudad del norte del país. 17:00 horas del 23 de diciembre de 2015. Canal 46 Interamericano. Satélite Control Age. Transmisión digital en canales abiertos a todo público. Conductora de televisión. Imágenes del cerro, curiosos, un cerdo encadenado y el cadáver de María Caledonia vestido de blanco. —Bajaba el cerro de la esperanza cuando la muerte disfrazada de cerdo famélico le propinó una zancadilla maliciosa que la condujo a la tumba de manera instantánea. Entérese de cómo un animal enloquecido por el hambre y las altas temperaturas, en complicidad con la mala fortuna, la injusticia social y una piedra convertida en la almohada del reposo infinito, fue el emisario elegido por la parca para cumplir sus infaustos designios. Dicen los vecinos de la hermosa víctima que las autoridades deberían acabar con las alimañas que rondan la Montaña del Vergel; otrora respiradero natural para Ciudad Janambre, aunque hoy se haya convertido en colmena humana, donde la muerte aniquiló una vida inocente que por razones ignoradas y milagrosas había permanecido a resguardo de los asaltos que mantienen asolado el sector. Sólo quedaron los zánganos y falleció la abeja que se dirigía a sus labores. Hay llanto en una comunidad flagelada por la miseria y la violencia cotidiana. Buenos días a todos. Me acompaña Gildardo Delgado con toda la magia de la información profesional. —Buenos días Sagrario Lepe. Te invito a que, junto con nuestro auditorio, conozcas los hechos sangrientos que ocurridos la víspera; hoy consternan al continente entero. Autos destrozados, cadáveres tirados en la calle. Close up de una niña aplastada. Ambulancias. Disturbio callejero. Intercambio de golpes. Primer plano del rostro de María Caledonia. —Microbús asesino embistió como tiranosaurio jurásico a tres automóviles antes de estrellarse en el escaparate de un centro comercial en Monterrey. Hay nueve fallecidos que no soñaban pasar la navidad en el anfiteatro; las autopsias determinarán las razones de cada muerte producida por la carambola de la amargura en la encrucijada del infortunio. Los médicos forenses quizá no llegarán a tiempo a sus hogares para reunirse con las familias que esperan anhelantes el retorno de los héroes de blanco. El trabajo podría incrementarse de fallecer cualquiera de los treinta heridos. En un vecindario miserable, ubicado al poniente de Ciudad Gubernamental, encontraron el cadáver de un hombre que por los signos de putrefacción ya llevaba más de tres días sobre una cama inmaculada. En Paraguay continúa el toque de queda tras el golpe de estado decretado por el general Manzzini. Tembló en Panamá, Venezuela y Colombia donde la tierra bailó la danza del espanto con la muerte y el miedo. Al norte de Sonora, los peregrinos del trabajo; un grupo de pizcadores de dólares libró sangrienta batalla en contra de los transportistas de seres humanos que no cumplen sus promesas de trasladarlos al oasis del primer mundo. Las imágenes reflejan el fragor de la lucha intensa y desmedida. Aquí las veremos con la minuciosidad que proporciona el profesionalismo de nuestros corresponsales, pero nuestra nota principal está dedicada a la transmisión en vivo y en directo del sepelio de la que en vida se llamara María Caledonia Sifuentes Quintero; la víctima del cerdo enviado por el infausto destino para arrebatarle el preciado don de una vida en franco proceso de superación. Realismo Maniático; sin escatimar recursos, con cuarenta cámaras de video y con ocho reporteros coordinados por la magia de este programa, el mejor en su género, le conducirá por los empinados vericuetos del Cerro del Vergel donde hoy se llora la injusticia divina. María Caledonia escuchó el timbre del despertador a las seis de la mañana. Una cubeta llena de agua la esperaba en el rincón cubierto con sábanas que delimitaban el cuarto de baño. Sus tres hermanos aún dormían. La madre se esmeraba en preparar el desayuno para su hija. La muchacha cepilló su largo cabello cien veces confiando en que el líquido hubiera sido suficiente para enjuagarlo. En otras ocasiones había tenido que soportar la sensación incómoda dejada por los residuos del champú de yerbas que utilizaba para lavarlo y no le gustaba usar las instalaciones del salón de belleza donde trabajaba como manicurista. Al concluir sus labores, se dirigiría a la Escuela Metropolitana que ofrecía el aprendizaje del Inglés en sólo nueve semanas. Era la hija mayor de una familia abandonada por el padre emigrado en Texas para buscar un mejor salario. Édgar Sifuentes había terminado casado en Port Isabel con una colombiana que le llevaba veinte años de edad, pero que le había otorgado una nueva nacionalidad y la posibilidad de escapar de la miseria. Nadie lo sabía en el tejabán construido en la cima de la montaña invadida por una legión de precaristas, a quienes un líder de barrio había ofrecido terrenos a precios bajos, sin importarle de que se tratara de una reserva ecológica. El desalojo violento preparado por el alcalde de turno no se produjo, ya que su partido político no deseaba indisponerse con la opinión pública en pleno año de elecciones. Para cuando el nuevo gobierno ascendió al poder, la ladera estaba habitada por cinco mil posibles electores a los cuales ofreció seguridad pública; calles pavimentadas; así como la construcción inmediata de redes de agua potable, drenaje y electricidad. Las promesas fueron olvidadas muy pronto. Ya se duplicaba la población cuando la familia Sifuentes Quintero se apersonó en la zona que lucía atestada, pero Édgar supo obtener permiso del líder a cambio de una botella de tequila. Al poco tiempo decidió marcharse y la familia comenzó a olvidarlo. 17:15 horas. Continúa transmisión de Realismo Maniático. Imágenes de la multitud congregada en los alrededores del Cerro del Vergel. Aparecen fotografías de María Caledonia. —Soy Ana Carreón y las lágrimas parecen multiplicarse en esta hora que las circunstancias han convertido en el sepelio del dolor infinito. La gente de la barriada también se ha visto multiplicada por los curiosos congregados alrededor del cuerpo de la víctima del cerdo de la fatalidad. A nosotros mismos, los que integramos el equipo realizador de Realismo Maniático no nos ha sido sencillo mantener la moderación que norma nuestro trabajo, pero el dolor es tanto que nuestro sentido del profesionalismo se altera, sin embargo, el trance de flaqueza ya fue superado para mantenerles al tanto de este acontecimiento que consterna a nuestra sociedad. Antes de seguir con mi crónica, debo decirles que los altos índices delictivos del Cerro del Vergel han llamado nuestra atención, por lo que dedicaremos especial cuidado en vigilar la zona con nuestros satélites, para difundir, cada vez que sea necesario, los eventos delictivos que aquí se suceden con periodicidad digna de ser cubierta por nuestro equipo de producciones especiales. En este momento, el féretro de María Caledonia es un edén, las flores lo cubren sin ocultar el rostro que parece dormir, como si una princesa esperara la llegada de un enamorado para salvarla de las garras de la nada con un beso. La policía vigila con trescientos hombres distribuidos estratégicamente en el sector y desde cuatro helicópteros el correcto desarrollo del evento, del acto doloroso que cubren con atingencia las cámaras del Canal 46 Interamericano. En unos momentos transmitiremos desde Port Isabel una entrevista con el padre de la víctima que al ver el desarrollo de este programa se comunicó por videófono con nuestra representación en ese puerto texano. —Discúlpame Ana, te interrumpo porque en nuestro monitor cinco se observan imágenes dramáticas. Envío cámaras y micrófonos a nuestra compañera más cercana a los disturbios, se trata de Rocío Margarita Cárdenas. ¿Qué ocurre? —Gracias Gildardo, en estos momentos se libra una batalla campal iniciada por un amigo de la difunta quien quiso impedir que se vendieran tarjetas que contienen la supuesta oración que María Caledonia rezaba todas las noches implorando el regreso de su padre. La policía se dispone a intervenir. Ya se aproxima al sitio del disturbio. Los palos y piedras esgrimidos parecen ridículos ante las balas de goma, los gases lacrimógenos, las cachiporras, las armaduras antimotines, las ametralladoras cargadas con balas de verdad y los escudos con que la fuerza del orden avanza en esta producción exclusiva de Realismo Maniático. Los revoltosos no parecen dispuestos a ceder... —Ésta es Margarita Padilla en el relevo. Una maldita piedra buscabullas se elevó por los aires y destrozó la boca de mi compañera Rocío dejándola malherida como víctima circunstancial de este combate que se intensifica y adquiere condiciones de igualdad, ya que algunos ciudadanos han logrado despojar de sus armas a la avanzada del orden. Desde los helicópteros alguien ha dado instrucciones de abrir fuego en contra de la multitud. A mis pies se encuentra un joven malherido. ¿Cómo se siente? No puede responder, me daré a la búsqueda de lesionados que aún puedan externar su opinión sobre estos hechos sangrientos que tiñen de rojo la tarde de un día dedicado a la conmemoración popular, antes de ser un campo de batalla que nuestro esfuerzo les brinda sin censura alguna. Un helicóptero explota en el cielo y sus luces parecen rendir homenaje a María Caledonia que ya no irá sola al recinto de la soledad perpetua, porque la muerte ha decidido brindarle compañía. Un enviado me comunica nuestras bajas. Son abundantes. Realismo Maniático es testigo fiel que no vacila en ofrendar las vidas de sus integrantes para mantenerle en contacto con los acontecimientos de mayor relieve en el mundo. —Les habla Wilfredo Smith. He logrado intercambiar información con algunos contactos que me han dicho que la revuelta no es incidental, sino que se trata del pretexto esgrimido por el Ejército Insurgente del Vergel para mostrarse ante el público. Los rebeldes no sólo utilizan las armas tomadas de la policía; esgrimen sofisticado equipo de asalto que amenaza con extender la devastación por toda Ciudad Janambre. María Caledonia tenía diecisiete años, pero aparentaba ser mayor. Tres años atrás se había incorporado a los entrenamientos de las milicias antigubernamentales al convertirse en la amante de Flavio Rosales; el guerrillero empeñado en derrocar el orden establecido, a la vez que acrecentaba la leyenda de que su territorio era inhóspito, para mantener alejados a todos los que pudieran representar un riesgo delatorio para las prácticas y las labores de proselitismo cotidianas. Flavio conocía las estrategias policíacas, no en vano había sido parte de ella durante algunos años y aunque tal posición le garantizaba ciertas comodidades, no pudo ignorar las demandas de la multitud miserable. Pronto entabló contacto con rebeldes de otras poblaciones y su entrenamiento paramilitar le permitió alcanzar el rango de Jefe Operativo del Sector, sin embargo prefería ser conocido como Capitán Flavio. 17:24 horas. Estudio principal de Realismo Maniático. Los muros exhiben armas de diversas épocas, instrumentos de tortura y carteles de los delincuentes más buscados por las fuerzas del orden. Los conductores observan los monitores que se extienden de pared a pared, transmiten imágenes aéreas de los combates del Cerro del Vergel. —Les habla Sagrario Lepe de nuevo. Ustedes son testigos por primera vez de una batalla real. Esto no ocurría desde los combates transmitidos durante la Tercera Guerra Definitiva por la Conquista del Golfo Pérsico. Recordará nuestro auditorio que todos esto ocurrió hace apenas tres meses, pero en aquella ocasión se careció, quizá por la violencia de los combates, de una cobertura tan profesional como la que hoy le ofrecemos con todo el gusto de siempre y el profesionalismo de los valerosos integrantes de Realismo Maniático, el mejor programa de cobertura informativa de la realidad cotidiana. Este trabajo nos permite divulgar las palabras del Capitán Flavio que hace unos instantes se identificó con uno de nuestros héroes de la noticia como líder del Ejército Insurgente del Vergel. Cámaras y micrófonos de Realismo Maniático están ahí, en plena revuelta. Adelante, por favor. —Gracias Sagrario, yo soy Ángel Tovar, me acompaña el Capitán Flavio, quien me responderá algunas preguntas elaboradas de prisa entre las detonaciones y la trifulca por algunos miembros del equipo de reporteros llegado hasta aquí. —¿De triunfar, mantendrá la libertad de expresión y las garantías individuales? ¿Con cuántos hombres cuenta su movimiento? ¿Hay representación nacional? ¿Recibe apoyo de alguna potencia extranjera? ¿Tiene usted un plan de gobierno? ¿Dígame con qué tendencia política muestra mayor identificación? —El conflicto es un error. La muerte de María Caledonia y los disturbios inesperados apresuraron los acontecimientos. No sé quién fue el primero que disparó. Esta publicidad no nos conviene... —Ésta es la cabina central del Canal 46 Interamericano. Suplicamos al valeroso personal de Realismo Maniático su retirada inmediata del sector. El ejército emprenderá bombardeos intensivos de acuerdo a un boletín recién llegado a nuestra sala de controles. Un vocero de la milicia, el general Arámbula, añade que no quedará un sólo centímetro cuadrado sin recibir su ración de metralla y usted será el mejor testigo desde la comodidad de su casa, porque continuaremos la transmisión desde nuestros satélites y servidores de la red. Las acciones represivas iniciarán dentro de diez minutos. Atención, atención; este aviso va dirigido a los paladines anónimos de Realismo Maniático. El sector será devastado en diez minutos y ya ha empezado el conteo regresivo. Es tiempo de abandonar el área de trabajo… Los desconcertados miembros del equipo de reporteros de Realismo Maniático comenzaron una retirada en desorden, sin rumbo, unos bajaron la montaña, algunos pretendieron subir y emprender el descenso por la cara deshabitada del lado opuesto a la ciudad, otros intentaron reunirse con sus compañeros. No faltó quien permaneciera inmóvil mirando hacia las alturas como si pretendiera detener el fuego con la vista. La fuerza de las explosiones cavó hondonadas, deshizo viviendas, malezas y cuerpos en un instante. No respetó a los curiosos ni a las fuerzas de la policía, tampoco estableció preferencias entre los habitantes del sector ni discriminó a los rebeldes. Su estruendo, formado por mil estruendos más, zarandeó a la ciudad entera. La audiencia televisiva sólo pudo mirar como el humo se levantaba desde una antorcha gigantesca. Alguien creyó ver el ataúd de María Caledonia sostenido por un instante sobre las llamas. Édgar Sifuentes apenas pudo recordar el rostro de su hija y desconectó el videófono. Una vez más el rating de Realismo Maniático continuaba a la alza.
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Este registro se añadió el 28 de
octubre 2009
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José Luis Velarde Escritor mexicano Nació en 1956, en Ciudad Victoria, Tamaulipas. Coordinador de talleres literarios, promotor de actividades culturales y maestro en diversas instituciones públicas y privadas. Codirector de la revista literaria A Quien Corresponda en el período comprendido entre 1985 y el 2003.
En años recientes fungió como director de producción y operación en el Sistema Estatal Radio Tamaulipas; y director de Radio Universidad Autónoma de Tamaulipas. Es un amante de la radiodifusión y el futbol llanero. Ha publicado en El Búho, Tierra Adentro, Letralia, El Cuento, Fronteras, Antología de Minificción Mexicana, Químicamente Impuro, Axxón, Breves no tan Breves, La Talacha , Proyecto Sherezada, Matérika, Escrituras mecánicas y muchos otros sitios reales y virtuales.
Autor de Ento; Deambulaciones; La crónica ignorada del hombre; En busca del Nuevo Santander; A Contracorriente y Nos quedamos sin nosotros. Participó en la antología Estación Central bis, de Editorial Ficticia en el 2010. En el 2014 publicó en antologías como Futbol en breve; Microrrelatos de Jogo Bonito; y en Minificcionistas de El Cuento, recopilada por Alfonso Pedraza para Editorial Ficticia. A estos logros se sumó la novela Contradanza presentada por Editorial Terracota.
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