CAPITULO 19: LA QUIJADA DEL INFIERNO
La próxima noche Jesús y yo entramos a la quijada del infierno. Jesús dijo, "Mi hija, ya estamos casi terminando el infierno. Pero lo que te he enseñado quiero que se lo cuentes a todo el mundo. Diles que el infierno es real. Diles que este reporte es real.
Según caminábamos, nos paramos sobre una colina que miraba hacia un valle pequeño. Hasta donde podía ver, habían filas de almas humanas llenado los lados de la colina. Yo podía escuchar sus gritos. Grandes gritos llenaban el lugar. Jesús dijo, "Mi hija, ésta es la quijada del infierno. Cada vez que se abra la boca del infierno, vas a escuchar ese gran grito".
Las almas estaban tratando de salirse, pero no podían, pues estaban enterradas en los lados de la montaña.
Según hablaba Jesús, vi muchas figuras oscuras cayéndose y pasando delante de nosotros y aterrizando con un fuerte golpe en el fondo de la colina. Demonios con cadenas grandes arrastraban almas y se las llevaban. Jesús dijo, "Éstas son almas que acaban de morir en la tierra y están llegando al infierno. Esta actividad ocurre día y noche".
De momento, un gran silencio llenó el lugar. Jesús dijo, "Yo te amo, mi Hija, y yo quiero que le digas a la gente de la tierra acerca del infierno".
Miré bien abajo dentro de la quijada del infierno por unas ventanillas como de barco a los lados de la quijada. Gritos de dolor y tormento subían de ese lugar. ¿Cuándo terminaría esto?, yo me preguntaba. Me sentiré tan contenta cuando descanse de todo esto.
Entonces de momento me sentí perdida. Yo no sé como lo sabía, pero yo sabía con todo mi corazón que Jesús se había ido. Me sentí muy triste. ¡Di la vuelta hacia donde Él había estado y así fue, no estaba Jesús!. Exclamé, "Oh no, no otra vez". "Oh Jesús, ¿Dónde estás?".
Lo que está a punto de leer le va asustar. Y oro que le asuste lo suficiente para hacerlo un creyente. Oro que se arrepiente de sus pecados para que no vaya a ese terrible lugar. Oro que me pueda creer, pues yo no quiero que esto le pueda suceder a nadie. Yo le amo, y espero que despierte antes que sea muy tarde.
Si usted es cristiano y está leyendo esto, asegúrese de su salvación. Estad listo para encontrarse con el Señor en cualquier momento, pues hay muchas veces que no hay tiempo para arrepentirse. Mantenga su luz ardiendo y su lámpara llena de aceite. Estad listos, pues no sabe cuando Él regresará. Si no has nacido de nuevo, lee Juan 3:16-19, y clama al Señor. Él te salvará de este lugar de tormento.
Según le clamaba a Jesús, comencé a correr hacia abajo de la colina, buscándole. Me paró un demonio grande con una cadena. Él se rió y dijo, "No tienes a donde correr, mujer. Jesús no está aquí para salvarte. Estás en el infierno para siempre".
Yo exclamé, "Oh no, déjame ir". Peleé con él con todas mis fuerzas, pero fui amarrada con una cadena y lanzada al suelo. Mientras estaba en el suelo, una tela extraña pegajosa comenzó a cubrir mi cuerpo con una peste tan horrible que me sentí enferma. Yo no sabía lo que iba a acontecer.
¡Entonces comencé a sentir que mi carne y mi pellejo se caían de mis huesos!. Grité y grité con mi horror terrible. Yo exclamé, "Oh Jesús, ¿Dónde estás?".
Me miré y vi que agujeros estaban apareciendo por toda la carne que me quedaba. Me comencé a cambiar en un color gris sucio, y carne gris se cayó de mí. Habían agujeros en mis lados, mis piernas, mis manos y brazos. Yo dije, "¡Oh no, estoy en el infierno para siempre!. ¡Oh no!".
Comencé a sentir los gusanos dentro de mí, y cuando miré encontré que mis huesos estaban llenos de ellos. Aún cuando no podía ver los gusanos, yo sabía que estaban ahí. Yo traté de quitármelos de encima, pero más vinieron para tomar su lugar. Yo podía sentir la pudrición en mi cuerpo.
Sí, lo recordaba todo y me podía recordar exactamente de lo que había sucedido en la tierra. Yo podía sentir, ver, oler, escuchar y probar los tormentos del infierno. Yo me podía ver por dentro. Yo era una forma sucia de esqueleto, sucediendo. Yo vi a otros como yo- habían almas hasta donde podía ver.
Yo grité con grande dolor, "¡Oh Jesús!, por favor, Jesús, ayúdame. Yo quería morir, pero no podía. Yo sentí el fuego ardiendo otra vez en mis pies. Yo grité, "donde estas Jesús". Me rodé por el suelo y grité con los demás. Estábamos tirados en la quijada del infierno en montoncitos, como basura tirada. Un dolor insoportable agarraba nuestras almas. Seguí gritando muchas veces, ¡Dónde estás, Jesús!, ¡Dónde estás, Jesús!".
Yo pensaba si esto sería un simple sueño. ¿Me despertaré?. ¿Estaba yo realmente en el infierno?. ¿he cometido algún pecado contra Dios y perdido mi salvación?. ¿Qué ha sucedido?. ¿He pecado contra el Espíritu Santo?. Me acordé de todas las enseñanzas de la Biblia que había escuchado. Yo sabía que mi familia estaba en algún lugar sobre mí. En horror me di cuenta que estaba en el infierno como todas las otras almas que había visto y le había hablado.
Se sentía muy extraño el poder ver completamente por dentro de mi cuerpo. Los gusanos comenzaron a arrastrarse sobre mi otra vez. Yo lo sentía arrastrándose. Yo grité con temor y dolor.
En ese momento me dijo un demonio, "Tu Jesús te abandonó, ¿no es así?. Si tu eres la propiedad de Satanás ahora". Carcajadas malignas salieron de él, mientras el recogía mi figura y me colocaba sobre algo. Como yo era de un color gris sucio, lleno de suciedad y carne pudriéndose. Un olor terrible llenaba la atmósfera de aire sucio.
El animal me llevó alto sobre un borde. Yo pensé, "Oh Señor, ¿dónde estás?.
Pasamos delante de muchas almas pidiendo salvación. Escuché el fuerte sonido de la quijada del infierno abriéndose y muchas almas me pasaban de frente cuando caían. Mis manos estaban atadas detrás de mi.
El dolor no era constante, venía de momento y se iba de momento. Yo gritaba cada vez que el dolor venía y esperaba con temor cuando se aliviaba. yo pensé ¿cómo saldré de aquí?. ¿qué está por delante?. ¿Es este el fin?. ¿Qué he hecho para merecer el infierno?. "Oh Señor, ¿dónde estás?" grité con dolor.
Lloré, pero no salieron las lágrimas solamente sollozos secos estremecieron mi cuerpo. El animal se paró delante algo. Miré y vi un salón hermoso que estaba lleno de riqueza extravagante y joyas brillantes. En el centro del salón estaba una mujer hermosa vestida con ropa de una reina. Yo pensaba en mi estado desesperante que era esto.
Yo dije, "Mujer, por favor ayúdame". Ella se me acercó y escupió en mi figura de cara. Ella me maldijo y me dijo muchas cosas malas. "Oh señor, ¿qué es lo próximo?, exclamé. Una carcajada maligna salió de ella.
Delante de mis ojos la mujer se cambió en un hombre, un gato, un caballo, una serpiente, una rata, y en un jovencito. Lo que ella deseaba ser, eso era. Ella tenía grandes poderes malignos. Sobre el techo de su Salón estaba escrito, "Reina de Satanás".
El animal siguió hacia adelante, por lo que parecía por horas y entonces se paró de momento. Con la parada fui lanzada del animal al suelo. Miré hacia arriba y vi un ejército a caballo corriendo hacia mí y fui obligada a saltar hacia el lado mientras pasaban. Ellos también eran esqueletos con el sucio color gris de la muerte.
Después que ellos pasaron, fui escogida del suelo y puesta en una celda. Cuando alguien cerró la puerta, miré alrededor de la celda con horror y lloré. Oré, pero sin esperanza. Lloré y me arrepentí mil veces de mis pecados.
Si, pensé en las muchas cosas que pude haber hecho para traer a otros a Cristo y para ayudar a los que me necesitaban. Me arrepentí de las cosas que había hecho y de las que no había hecho.
"Oh Señor, sálvame", exclamé. Vez tras vez, le pedí a Dios que me ayudara. Yo no podía ver a Dios o sentirlo. Yo estaba en el infierno como todos los demás que había visto. Me caí al suelo de dolor y lloré. Me sentí perdida para siempre.
Las horas pasaron, y de vez en cuando, los fuertes sonidos se escuchaban otra vez y otras almas caían en el infierno. Yo seguía clamando, "Jesús, ¿dónde estás?". Ninguna respuesta llegó. Los gusanos comenzaron a arrastrarse otra vez dentro de mí figura de alma. Yo los podía sentir a todos por dentro.
La muerte estaba en todos los lugares. Ya no tenía carne, órganos, sangre, cuerpo o esperanza. Y continuaba sacando gusanos de mi forma de esqueleto. Yo estaba consciente de todo lo que me estaba sucediendo y me quería morir, pero no podía. Mi alma estaría viva para siempre.
Comencé a cantar de la vida y el poder en la sangre de Cristo que nos puede salvar de nuestros pecados. Cuando canté, demonios grandes con lanzas vinieron y gritaron "CÁLLATE". Me hirieron con lanzas y sentí calentones de fuego cuando las lanzas entraban en mi forma vez tras vez hiriéndome.
Ellos cantaron, "Satanás es Dios aquí. Odiamos a Jesús y todo lo que Él representa".
Como no dejé de cantar, me sacaron de la celda y me arrastraron a una gran salida. Ellos dijeron, "Si no te callas, tus tormentos serán peor".
Cesé de cantar, y al fin me pusieron otra vez en la celda. Me acordé de un versículo bíblico sobre los ángeles caídos que estaban encadenados hasta el juicio final. Yo pensé si ese sería mi juicio. "Señor salva a la gente de la tierra", exclamé. "Despiértales antes que sea muy tarde". Muchas escrituras me vinieron a la mente, pero les temía a los demonios y no las cité.
Ayes y gritos llenaban el aire sucio. Una rata se me acercó. La patié. Pensé en mi esposo y mis hijos. Yo exclamé, "Oh Dios, no los dejes venir aquí", pensé estaba segura que estaba en el infierno.
Dios no me podía escuchar. Los oídos del Todopoderoso están cerrados a los gritos del infierno, yo pensé, si por lo menos alguien escuchara.
Una gran rata corrió por mi pierna y me mordió. Grité y la arranqué. Tuve un dolor agudo. Un fuego, que no sé de donde salió, comenzó a quemarse lentamente hacia mi. Segundos, minutos y horas pasaron. Yo era un pecador que se fue al infierno. "Oh muerte, ven por favor", grité. Mis gritos parecían llenar toda la quijada del infierno. Otros se unieron a mis gritos- perdidos para siempre- no hay salida. Quería morir, pero no podía.
Me caí al suelo sintiendo todos estos tormentos. Escuché la quijada abrirse otra vez y más almas entraron. Las flamas me quemaron ahora y un nuevo dolor llegó. Yo sabía todo lo que estaba sucediendo. Yo tenía una mente clara y apercibida. Yo conocía todas estas cosas, y yo sabía que cuando las morían en la tierra, y no eran salvas de sus pecados que eran traídas aquí.
Grité, "Oh mi Dios, sálvame. Por favor, sálvanos a todos"
Me acordé de toda mi vida y de todos los que habían hablado de Jesús. Me acordé haber orado por los enfermos y como Jesús los había sanado. Me acordé de las palabras de amor, consuelo y fidelidad de Jesús.
Si solamente fuera, o hubiera sido, como Jesús, yo no estaría aquí, pensé. Pensé en todas las cosas buenas que Dios me había dado- como me había dado el aire de respiro, comida, hogar, hijos, y cosas buenas para gozar. Pero, si él es un Dios bueno, ¿qué hago yo aquí?
Ya no tenía alma para levantarme, pero mi alma seguía gritando, "Déjenme salir de aquí".
Yo sabía que sobre mí la vida continuaba y en algún lugar mis amigos y mi familia estaban viviendo su vida normal. Yo sabía que en algún lugar allá arriba había sonrisas, amor, y bondad. Pero aun todo eso comenzó a desaparecer debido a mi tremendo dolor.
Esta parte del infierno estaba llena de media oscuridad, y una neblina opaca y sucia. Una opaca luz amarilla estaba en todos los lugares, y el olor a carne podrida y corrupción era casi imposible de soportar. Los minutos parecían horas y las horas se hacían eternas. Oh, ¿cuándo terminará esto?.
No tenía sueño, descanso, comida o agua, tenía mucha hambre y sed como jamás la había experimentado antes. Estaba tan cansada y soñolienta- pero el dolor seguía y seguía.
Cada vez que se habría la quijada, tiraban otra carga de almas en el infierno y yo pensaba si algún conocido estaba entre ellas. ¿Traerían a mi esposo aquí?.
Muchas horas habían pasado desde que llegué a la quijada. Entonces observé que una luz comenzaba a alumbrar el cuarto. De momento el fuego cesó, la rata se fue corriendo y el dolor dejó mi cuerpo. Busqué un lugar de salida pero no había ninguna.
Me pregunté sobre lo que estaría pasando. Miré por las ventanillas del infierno, sabiendo que esto era algo terrible. Entonces el infierno comenzó a estremecerse y el fuego ardiente regresó. ¡Otra vez, las serpientes, las ratas y los gusanos!. Un dolor imposible llenó mi alma cuando los tormentos comenzaron otra vez.
Grité, "Oh Dios, déjame morir", y comencé a golpear el suelo de la tierra de mi celda con mis delgadas manos. Grité y lloré pero a nadie le importaba.
De pronto, fui levantada de mi celda, por una fuerza invisible. Cuando recobré el conocimiento, Jesús y yo estábamos parados delante de mi casa. Yo exclamé, "¿Porqué Señor, porqué?", y me caí a sus pies en desesperación. Jesús dijo, "Sea la Paz", enseguida estaba en paz. Él me levantó con ternura y me quedé dormida en sus brazos.
cAPITULO 20: EL CIELO
Estuve enferma por muchos días después de haber estado en la quijada del infierno. Tenía que dormir con las luces prendidas. Necesitaba la Biblia a mi lado todo el tiempo y la leía constantemente. Mi alma estaba en un chock severo. Ahora sabía lo que padecen los perdidos cuando van al infierno para quemarse.
Jesús decía, "Sea la Paz", y paz llenaba mi alma. Pero pocos minutos después me despertaba gritando, histérica de temor.
Durante ese tiempo yo sabía que nunca estaba sola- Jesús siempre estaba presente. Pero aún con ese conocimiento, algunas veces no sentía su presencia. Yo tenía miedo algunas veces hasta de tener a Jesús a mi lado.
Yo traté de contarle a otros mis experiencias en el infierno. Ellos no me escuchaban. Les rogué "por favor, arrepiéntanse de sus pecados, antes que sea demasiado tarde". Era dificultoso para alguien creer lo que le había dicho sobre los tormentos por los cuales había pasado y como Jesús me había dicho que escribiera sobre el infierno.
El Señor me aseguró que Él es el Señor que me sana y aunque creía que jamás me iba a recuperar, la sanidad llegó.
Y entonces aconteció otra vez. Otra vez estaba en el espíritu con el Señor Jesús y estábamos volando bien alto en el cielo.
Jesús dijo, "Yo quiero enseñarte el amor y la bondad de Dios y partes del cielo. Yo quiero que veas las maravillosas obras del Señor, que son hermosas para ver."
Delante de nosotros vi dos planetas gigantes, hermosos y gloriosos en todo su esplendor. Dios era la luz de ellos.
Un ángel nos recibió y me dijo, "Ves la bondad y la misericordia del Señor tu Dios. Su misericordia es para siempre".
Yo estaba por llorar cuando un ángel, con un fuerte sentido de amor y ternura, me habló otra vez, "Mirad el poder, y la omnipotencia y la majestad de Dios. Déjame enseñarte el lugar que Él ha creado para los niños".
De momento estaba un planeta grande y voluminoso delante de nosotros, un planeta grande como la tierra. Y después escuché la voz del Padre que decía, "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son todos uno. Yo envié a mi hijo a morir en una cruz para que nadie tenga necesidad de perderse".
"Pero", dijo Dios con una sonrisa, "yo estoy por enseñarte el lugar que hice para mis niños. A mi me importa cuando una madre pierde un niño- aún cuando el fruto de tu vientre, mi hija, fue abortado antes de su tiempo. Tu ves, yo conozco todas las cosas y me importa.
"Desde el momento que existe vida en la matriz, yo lo sé. Yo sé de los bebés que son muertos mientras están todavía en el cuerpo de su madre- las vidas abortada que son cortadas e indeseadas. Yo sé de los que nacen muertos y de los niños que nacen con defectos que los dejan lisiados. Desde el momento de concepción ya existe el alma.
Mis ángeles bajan y traen los niños a mi cuando se mueren. Yo tengo un lugar donde pueden crecer, aprender y ser amados. Yo les doy cuerpos completos y restauro cualquier parte del cuerpo que les falte. Yo les doy cuerpos glorificados.
En todo el planeta había un sentido de ser amado, un sentido de un estado de ser de perfección. Todo era perfecto. Aquí y allá, entre la yerba verde y los estanques de aguas claras como cristal, habían parques de niños con asientos de mármol y banco bien pulidos para sentarse.
Habían niños en todos los lugares- dondequiera que miraba habían niños haciendo toda clase de actividades. Cada niño vestía con bata blanca sin mancha y sandalias. Las túnicas blancas eran tan blancas que se veían luminosas ante la magnifica luz del planeta. Una diversidad de colores por doquiera acentuaba lo blanco de las túnicas de los niños. Angeles servían como los porteros de la puertas y los nombres de los niños estaban escritos en un libro.
Vi niños aprendiendo la Palabra de Dios y que les enseñaban música de un libro dorado. Me sorprendí de ver toda clase de animales acercarse a los niños o sentarse a su lado mientras estaban en esta escuela angelical.
No había lágrimas ni llantos. Todo era supremamente hermoso, y había gozo y felicidad en todos los lugares.
Entonces el ángel me enseño otro planeta que brillaba como una gran luz delante de mi. La luz brillaba como una gran luz delante de mi. La luz brillaba con el fulgor de un millón de estrellas, y todo el planeta era hermoso y viviente.
En la distancia vi dos montañas hechas de oro puro. Mientras que cerca a mi habían dos puertas de oro, adornada con diamantes y otras piedras preciosas. Yo sabía que ésta era la tierra nueva y que la ciudad que estaba esplendorosa delante de mi era la nueva Jerusalén- la cuidad de Dios que bajará a la tierra.
y Después estaba de regreso en la vieja tierra- la tierra como estaba antes del fuego final que la purificaría y la limpiaría para el propósito glorioso de Dios. Y aquí también, estaba una nueva Jerusalén- la ciudad capital del Milenio. Y vi gente saliendo de cuevas y de las montañas y caminando hacia esta ciudad.
Aquí Jesús era Rey, y todas las naciones de la tierra le trajeron regalos y le ofrecieron homenaje.
Jesús me la interpretación de la visión. Él dijo, "pronto regresaré y me llevaré al cielo, primero, los muertos justos y después de ellos a los que están vivos y permanecen serán arrebatados para estar conmigo en el aire. Después de eso, el Anticristo reinará en la tierra por un tiempo designado y habrán tribulaciones como jamás han habido antes o volverán haber otra vez".
"Entonces regresaré con mis santos, y Satanás será lanzado en el abismo sin fondo, donde permanecerá por mil años. Durante esos mil años yo reinaré sobre la tierra. Cuando pase el milenio, Satanás será suelto por un tiempo y yo lo derrotaré con el esplendor de mi venida. La vieja tierra pasará".
"He aquí, habrá una nueva tierra y una nueva Jerusalén vendrá sobre ella- y yo reinaré para siempre y por siempre".
CAPITULO 21:LA FALSA RELIGIÓN
"Si la gente de la tierra me escucha", dijo el Señor, "y se arrepienten de sus pecados, yo delataré las obras del Anticristo y la Bestia hasta que llegue un tiempo renovador. ¿No se arrepintió la gente de Nínive cuando Jonás les predicó?. Yo Soy el mismo, ayer, hoy y por los siglos. Arrepiéntete y yo enviaré un tiempo de bendición".
Entonces escuché a Jesús que dijo, "Mi pueblo se debe de amar los unos a los otros y ayudarse los unos a los otros. Debe de odiar el pecado y amar al pecador. Así todos sabrán que ustedes son mis discípulos".
Según Jesús hablaba, la tierra se abrió y estábamos de regreso en el infierno. Vi una colina llena de troncos de árboles muertos y en todo su alrededor había una tierra gris. Yo también vi pequeñas fosas en los lados de la colina, y las figuras grises de gente caminando y hablando.
Yo seguí a Jesús por cada camino y vereda sucia que llevaban al lado de la colina gris. Cuando nos acercamos, vi que la gente estaba completa, pero muerta. Estaba compuesta de carne gris muerta, y estaban amarradas junta con una soga de esclavitud, un tipo de cuerda de materia gris que se amarraba alrededor de toda la gente en la colina.
Aunque no se veía fuego, yo sabía que esto era parte del infierno, pues carne muerta caía de los huesos de la gente allí y después volvía a crecer rápidamente. La muerte estaba dondequiera, pero parecía que la gente no se daba cuenta- estaba ofuscada profundamente en su conversación.
Jesús dijo, "Escuchemos lo que ellos están diciendo"
Un hombre le dijo al otro, "¿Has escuchado del hombre llamado Jesús, que vino a quitar los pecados del mundo?. Otro respondió, "Yo conozco a Jesús. Él lavó mis pecados. Es más, yo no sé lo que estoy haciendo aquí".
"Ni yo", dijo el primer hombre.
Otro dijo, "Yo traté de testificarle a mi vecino de Jesús, pero él no quiso escuchar. Cuando su esposa murió, él vino donde mí a pedir dinero prestado para su entierro, pero me recordé que Jesús dijo seamos sabios como serpientes y mansos como palomas. así fue que no se lo presté. Yo sabía que él iba a gastar el dinero en otra cosa. Sabes, tenemos que ser buenos mayordomos de nuestro dinero".
El hombre que había hablado primeramente volvió a hablar. El dijo, "Si, hermano, un muchacho en nuestra iglesia necesitaba ropa y zapatos, pero su padre se emborrachaba, así es que rehusé comprar algo para su hijo- verdaderamente que le enseñamos a ese hombre una lección".
"Bueno", dijo otro hombre, mientras aguantaba la soga de la esclavitud en sus manos y la torcía sobre sí muy nervioso, "siempre tenemos que enseñar a otros a vivir como Jesús. Ese hombre no tenía derecho a beber. Déjenlo que sufra".
Jesús dijo, "Oh gente necia y de corazón lento, despierten a la verdad, y ámense los unos a los otros con amor ferviente. Ayuden a los indefensos. Denle a los necesitados sin pensar que van a recibir algo en retorno.
Si ustedes se arrepienten, Oh tierra, yo los bendeciré y no los maldeciré. Despierta de vuestro sueño y venid a mí. Humíllense e inclinen sus corazones hacia mí y yo vendré y moraré con ustedes. Ustedes serán mi pueblo y yo seré vuestro Dios".