Capítulo 8:LA MISA NEGRA Y LOS SACRIFICIOS HUMANOS

Habla Elaine:

Los sacrificios humanos son un tema que pocos, si es que hay algunos, ex miembros de la secta están dispuestos a comentar dadas las implicaciones legales. Lo estoy haciendo sólo a instancias del Señor. Son una realidad y una práctica de La Hermandad. He pasado la mayor parte de mi vida en hospitales y quirófanos por mi insistente negativa a doblegarme ante satanás en esto. Definitivamente nunca accedí a participar en sacrificios humanos.

Debido al extremadamente rápido aumento de mis poderes, en poco tiempo alcancé una posición en la que podía determinar lo que hacía y lo que no hacía. Esto es, en cuanto a los demás humanos. Yo era más poderosa que los demás satanista y no podían tocarme. Satanás y sus demonios si podían. En muchas ocasiones fue brutalemente castigada y torturada por demonios porque no quise obedecer a satanás en esto. Cuatro veces he tenido cáncer, con muchas operaciones y todos los horrores de la quimioterapia. El cáncer me lo dio satanás mismo como castigo por no querer participar en los sacrificios humanos. No dudo que me hubiera matado en poco tiempo si el Señor no hubiera tenido misericordia y me hubiera librado de sus garras.

Las costumbres y ceremonias de los sacrificios humanos son un tanto diferentes en algunos lugares. Además, en años recientes, especialmente, especialmente en la costa occidental de los Estados Unidos, una enorme cantidad de jóvenes están participando en el satanismo a través de la música rock, los juegos en los que hay fantasía ocultista y, por supuesto, a través del reclutamiento personal. Estos grupos independientes usualmente andan con drogas, son muy explícitos, descuidados y vocingleros en lo que hacen, y no están relacionados directamente con La Hermandad. Muchos de ellos ni saben que La Hermandad existe. Son tan descuidados que son sorprendidos en sus delitos rituales de abuso infantil, sacrificios humanos, etc. Cuando dejé el satanismo, había entre los líderes de la Hermandad una creciente preocupación por el descuido de aquella gente. Sin embargo, satanás se está volviendo tan atrevido que en realidad no le importa ni le preocupa por el número de personas que van a parar a la cárcel por los delitos que cometen. Satanás sabe que no le queda muchos años, y por eso se mueve a toda velocidad para lograr la mayor destrucción posible en la tierra.

Durante el año en los Estados Unidos hay ocho "días santos" en que se ofrecen sacrificios humanos. (Puede haber sacrificios humanos otros días por motivos diverso como castigos, ritos de fertilidad, etc). Los grupos pequeños que no tienen facilidades para hacerlos suelen unirse en esta ocasiones a los grupos grandes. Los "días santos" son Navidad, Resurrección, Halloween, Acción de Gracias, el otoño y el invierno. (satanás quiere profanar las misericordiosamente ordenadas estaciones).

Desde que los druidas lo instruyeron en Inglaterra, el día de "Halloween" ha sido una festividad propicia para ofrecer sacrificios humanos a satanás. Hoy día es igual. El repentino aumento de colocación de substancias dañinas y objetos en las golosinas que se acostumbra a ofrecer a los niños ese día no es accidental. Es un esfuerzo muy bien planeado por los satanistas. Los niños heridos o muertos por tales golosinas son sacrificios a satanás.

El propósito de los sacrificios, tal como se enseña a los miembros de la secta, es "purificarlos" para recibir las "bendiciones" de satanás. Además, quien bebe la sangre de la víctima o come de su carne obtiene nuevos demonios y por lo tanto adquiere más poder. Beber sangre es un elemento importante en toda actividad satánica. No es una mera coincidencia, sino satanás siempre está tratando de profanar los principios de Dios.

"Y cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que peregrina entre ellos, que comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y le cortaré de entre su pueblo. Porque la vida de la carne en la sangre está... Levítico 17:10,11

Los sacrificios humanos, como todas las reuniones de la secta, nunca se celebran dos veces en el mismo lugar. La mayoría de los miembros no se entera del lugar en que se ha de celebrarse la próxima reunión sino hasta unas pocas horas antes de que empiece. Los sacrificios siempre se ofrecen en lugares escondidos y apartados. En las grandes ciudades esto a veces se vuelve un problema, pero siempre se encuentra una bodega o un edificio abandonado. La Hermandad raras veces realiza sacrificios humanos al aire libre. A veces lo hace cuando se encuentra un lugar muy apartado o cenagoso. Esto no es así con los jóvenes atrapados en la droga. Ellos no toman ninguna medida de seguridad, por eso La Hermandad se encarga de que la policía los descubra y arreste, o simplemente los elimina para evitar problemas. La Hermandad siempre procura que los declaren locos para que no se descubran sus conexiones con el satanismo.

En La Hermandad hay comités encargados de preparar el equipo necesario y organizar la limpieza al final. Los satanistas que son policías están siempre en estos comités. Su tarea es prevenir la interferencia de la ley. El equipo, entre los que está el trono dorado de satanás, etc. es transportado en camionetas. Puede armarse y desarmarse fácilmente. Los cadáveres son cremados. Los recién nacidos son enterrados sin problemas, incluso en un depósito de basura. Ocasionalmente el cadáver es cremado en el lugar del sacrificio; cuando esto no es posible no suele haber dificultad en acudir a alguna funeraria cercana. También es frecuente que se utilicen las facilidades de alguna clínica veterinaria o albergue de animales. A la alta disciplina y al cuidadoso planeamiento de los comités encargados de los preparativos y la limpieza se debe el que los sacrificios humanos no hayan salido a la luz pública en tantos años.

Las medidas de seguridad que se toman son siempre extremas y durante la ceremonia constantemente se monitorizan las frecuencias radiales de la policía. Cualquiera que haya presenciado sacrifios humanos y trate de salirse de la secta lo hace arriesgando su propia vida. La única manera de salirse es mediante el poder de Jesucristo y aun así no es fácil. Los demonios vigilan bien a cualquiera que haya participado en lo más mínimo en tales prácticas.

Voy a describirles una Misa Negra a la que me obligaron asistir. Yo era por ese entonces una miembro del montón. Todavía no era gran sacerdotisa y literalmente me tenían cautiva. Las Misas Negras se celebran una vez al año, siempre en luna llena y al final de la Semana Santa. La mayoría de las competencias a la que yo asistí en California fueron antes de un Domingo de Resurrección y culminaban con una Misa Negra de Resurrección. Sin importarme el costo, siempre me las arreglaba para salir antes de la ceremonia. Satanás se ocupaba de que yo pagara por mi rebelión, pero a mi eso no me importaba.

En los días de aquel horrible fin de semana, yo era muy joven, casi una niña, pero su recuerdo todavía me atormenta y siempre me atormentará. Llevaba menos de un año como miembro de la secta. La gran sacerdotisa me informó que se iba a celebrar una ceremonia muy importante, que yo tenía el "privilegio" de haber sido "invitada", pero también me aclaró bien que estaba obligada a asistir. Sólo quienes han sido invitados están obligados a asistir. Pocos están dispuestos a provocar la ira de satanás no asistiendo; en verdad temen ser los sacrificados en la siguiente Misa Negra. Pero a mí no se me permitió ir sola, pero si acompañada por mi "patrona" (la gran sacerdotisa) y varias otras brujas.

La reunión se celebró en un inmenso establo apartado que había sido ligeramente remodelado para la ocasión. Calculo que habría un par de mil de personas del área circunvecina. La mayoría había usado drogas antes de llegar y además de eso, todos recibimos pociones con drogas y alcohol al principio de la reunión. Siempre evité tomar aquellas bebidas con drogas porque conocía el peligro de una mente embotada. Habían muchas mujeres que codiciaban el privilegio que yo tenía yo de estar siendo adiestrada para ser la gran sacerdotisa. La alta jerarquía de la secta nunca probaba aquellas bebidas y despreciaba a quienes lo hacían.

Yo no sabía lo que iba a ocurrir cuando aquella noche entré en el establo con uno de mis acompañantes. Era viernes en la noche, Viernes Santo. La reunión iba a prolongar hacia el domingo. Note que el Establo tenía una plataforma a lo largo de un extremo. Sobre la plataforma había un trono de oro puro. Aquel trono era para satanás. Era obvio que se trataba de una ocasión importante porque el mismo satanás iba a presentarse. Mas tarde sabría que la coordinación de tales sacrificios en todo el país requiere precisión de segundos a la vez. La coordinación tiene que ser precisa para que pueda estar en todas las reuniones. El no es omnipresente como Dios.

Cuando el gran sacerdote y la gran sacerdotisa hubieron subido a la plataforma un absoluto silencio reinó en la multitud. Era un silencio tan intenso que se habría podido escuchar la caída de un alfiler. Era un silencio de espanto. Todos temían ser la persona escogida para el sacrificio. En aquel momento la presencia de satanás no era una gloria para nadie, ni un honor. Un murmullo de alivio se escuchó en la multitud cuando por una puerta lateral sacaron a la víctima, que pataleaba y chillaba. El principal sacrifico en Semana Santa es siempre un hombre. De vez en cuando se ofrecen además sacrificios de mujeres, niños o animales, pero la ceremonia gira alrededor del sacrificio de un hombre. Muchas veces muchos días antes agarran a alguien de los que se ponen en la carretera a pedir que los lleven y lo esconden hasta el momento de la reunión. A los ojos de satanás y la multitud, aquel hombre representa a Jesús, y celebran así la supuesta victoria de satanás sobre el Jesús de la cruz.

Yo contemplé con absoluto espanto cómo colocaban una corona de enorme espinas en la cabeza del joven. Las espinas se hundían en su cabeza. Luego lo desnudaron y azotaron con látigos de puntas de metal, y lo torturaron con clavos y atizadores calentados al rojo vivo. Por último lo clavaron a una cruz de madera que después levantaron y colocaron en un hueco en el suelo al frente del medio de la plataforma. Jamás olvidaré el olor de aquella carne quemada y torturada, los gritos de la víctima, sus sacudidas de agonía, sus súplicas de misericordia. La multitud rugía como manada de animales salvajes, acompañada por las voces inhumanas de los demonios entremezclados en la audiencia. Se burlaban y aplaudían mientras erguían la cruz para colocarla en el hueco. Ya satanás había aparecido y sentado en su trono movía la cabeza en señal de asentamiento. El gran sacerdote orinó sobre la víctima y los miembros de la congregación le lanzaban excrementos mientras aplaudían a satanás y su supuesta victoria, y se postraban y adoraban.

Satanás se presentó en la forma humana acostumbrada, completamente de blanco resplandeciente. Pero sus ojos brillaron como roja llama y lanzó la cabeza hacia atrás para emitir un aullido y un chillido en espantosa risotada de victoria cuando el gran sacerdote hundió un largo clavo en la frente del hombre para clavarlo en la cruz y matarlo. La multitud enloqueció, y prorrumpió en chillidos y gritos y danzó en loco frenesí ante la "victoria". A viva voz concedían toda victoria y poder y honra a su padre satanás. Satanás desapareció poco después para asistir al próximo sacrificio de Misa Negra.

Al desaparecer él, la reunión se convirtió en orgía sexual: humano con humano y demonio con humano. Se practicaba todo tipo de perversión sexual. Recogieron la sangre de la víctima y la mezclaron con drogas y alcohol, y el gran sacerdote y la gran sacerdotisa la bebieron y la pasaron a la multitud. Muchos de los presentes profanaron el cadáver. Las horas de la noche transcurrieron en medio de aquel demoníaco frenesí de drogas y alcohol. A su momento decapitaron el cadáver y lo molieron. Algunas porciones fueron mezclados con drogas y otras sustancias. Los que querían más poder comieron de la mezcla. Al tercer día, cuando la gente comenzó a recuperarse de la droga, se fueron yendo de dos en dos o de tres en tres. Salieron proclamando que su grande y glorioso padre satanás había obtenido otra victoria sobre el enemigo: Jesucristo.

!Que burla es la Misa Negra!. !Satanás sabe que es una burla!. La ceremonia en sí es símbolo de la muerte de Cristo. Satanás proclama que Jesucristo fue el sacrificio supremo que le ha sido hecho, que triunfó sobre Cristo al matarlo en la cruz. !Satanás miente!. El sabe, y lo saben también los demonios, que el derrotado en la cruz fue satanás, no Jesús. Pero la gente no lo sabe. Yo soy una de las pocos afortunados que han descubierto que aquello es mentira. Declaro ante usted, lector, ante usted que quizás sea satanista, que quizás todavía no ha hecho de Jesús su Maestro y Señor, que satanás no triunfó en la cruz. La Palabra de Dios lo resume bien así:

"Y despojando los principados y las potestades, sacólos a la vergüenza en público, triunfando sobre ellos en la cruz".

Colosenses 2:15

!Jesús vive!. Satanás no tiene ningún derecho sobre nosotros. Podemos ser liberados de los lazos de satanás. Lo único que hay que hacer es pedirle a Jesús que nos liberte. Ya el pagó el precio. ¿Porqué no se lo pide hoy?. Mañana puede ser demasiado tarde.

Capítulo 9: LA ENCRUCIJADA

Habla Elaine:

LA PRIMERA encrucijada en mi vida la encontré un año después de haberme convertido en esposa regional de satanás. El ensueño en que vivía al creer que de veras alguien me amaba - satanás mismo- fue cruelmente hecho trizas.

Aparentemente había cometido alguna falta menor contra satanás, pero de haberlo hecho, era tan pequeña que ni me daba cuenta de haber hecho nada. Estaba sola en casa cuando de repente cuatro enormes demonios idénticos: oscuros, como de dos metros de alto y recubiertos de escamas negras como las de Ri-Chan. Tenían rostros feroces, colmillos largos y uñas más largas todavía que eran como navajas de acero.

Sin advertencia previa me atacaron. Hundieron en mí sus largas uñas y me desgarraron. Me golpearon y me lanzaron de uno al otro como una bola de goma. Yo gritaba, chillaba y les suplicaba que no me siguieran dañando, que me dijeran porque lo hacían, pero no me decían ni una palabra. Simplemente gruñían y se reían con espantosas risotadas. Mann-Chan y Ri-Chan, mis guardianes, estaban allí pero no hacían nada por ayudarme o explicarme el porqué de lo que me hacían. Media hora después se fueron tan repentinamente como habían aparecido.

Quedé tirada en el suelo, exhausta y en agonía. Tenía la espalda desgarrada y enormes arañazos de pies a cabeza. Los muebles estaban volcados y mi sangre había salpicado por todas partes. Estaba allí tirada sollozando, jadeando y tratando de recuperarme cuando satanás se apareció en la puerta. Como de costumbre, venía con su difraz favorito, de hombre extremadamente guapo. Se quedó mirándome, echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Siguió riendo mientras yo permanecía allí sollozando, preguntándole porque los demonios me habían atormentado tan cruelmente. No me dijo nada, salvo que estaba siendo castigada. Hasta dijo que a su parecer los demonios habían hecho un buen trabajo. Entonces, sin hacer ni un gesto para ayudarme, desapareció.

No tenía explicación para ello, excepto una: satanás me aborrecía y era un mentiroso. Tal convencimiento era a mi corazón una herida más profunda que las heridas de mi cuerpo. Yo misma tuve que limpiarme y limpiar el apartamento lo mejor que pude. Para ese entonces ya yo era enfermera, y tuve que valerme de cuanto conocimiento tenía para poder sobrevivir. No podía buscar la ayuda de nadie porque no podía explicar lo que me había sucedido. Nadie se interesaba tanto en mí como para venir y averiguar lo que me pasaba y ayudarme. Cuando al fin mis heridas sanaron no quedaron cicatrices. Satanás se encargó de que así fueran. No dejó evidencia alguna que yo pudiera usar contra él en el futuro.

Fue entonces que comprendí más allá de toda duda que satanás me odiaba y despreciaba y que no me amaba como me lo había dicho. Comprendí también que los demonios se estaban aprovechando de mí. Fue Mann-Chan y los otros los que denunciaron las pequeñas faltas que había cometido: muchas veces había encubierto cosas que ellos habían hecho para protegerlos de la ira de satanás. !Me habían traicionado!.

Resolví abandonar la secta si podía, aunque esto fue un par de años antes de que Dios me mostrara cómo hacerlo. Me sentía abrumadamente atrapada. Estaba rodeada de demonios por dentro y por fuera. En aquel tiempo yo pensaba que podían leerme la mente. Apenas me atrevía a pensar en salir y ciertamente no podía hablar d eso porque los demonios se enteraban. No sabía dónde encontrar ayuda. ¿Dónde iba a encontrar poder para derrotar a satanás y a los demonios, si es que vivía lo suficiente para siquiera intentarlo?. Tenía que fingir que quería seguir en la secta. Sabía que al fin y al cabo satanás y los demonios planeaban mi destrucción. Si Mann-Chan u otro demonio descubría lo que yo estaba pensando me costaría la vida en una muerte agonizante.

Dos años después del episodio del castigo, una señora con la que trabajaba empezó a invitarme a ir a su iglesia. Siempre le decía que no. Ya tenía bastante problemas para ir con aquella "fanática". Entonces satanás se acercó a mí de nuevo como un joven guapo. Me abrazó como si me amara mucho y me dijo que a él, mi esposo, lo habían insultado horriblemente, y que sólo yo podía vengarlo.

Sabía de las invitaciones de Esther, mi compañera de trabajo, a que la acompañara a su iglesia. Quería que fuera y que destruyera aquella iglesia porque la gente de allí se atrevía a proclamar que él, satanás, no sólo estaba vivo y coleando sino que era malo y había que combatirlo y podía ser combatido. Quería que o fuera y me uniera a la iglesia y que luego la dividiera y destruyera. Quería que pusiera en práctica el plan de ocho puntos que sus siervos (yo entre ellos) habían usado y estaban usando con efectividad en todo el mundo para destruir iglesias cristianas. (Estos 8 puntos serán expuestos en detalle en el capítulo 17).

Dos veces quise ir. La primera vez no pude ni salir del automóvil porque el poder de Dios era demasiado fuerte allí. Nunca había experimentado antes nada igual. La segunda vez llegué hasta la puerta, pero literalmente no pude agarrar el picaporte para abrirla. De nuevo el poder y la presencia de Dios eran demasiado fuertes. Los demonios dentro de mí lo sintieron también y redondamente no quisieron entrar. No se si yo hubiera entrado a no ser que Esther me habló otra vez en el trabajo. Me retó a que lo hiciera. Ya ella me conocía y sabía que no iba a rechazar un reto.

Por fin asistí. Me deslicé en el último banco. Esther me observaba y cuando me vio entrar me hizo señas para que fuera a sentarme con ella en la primera fila, pero no quise. Así que vino y al sentarse junto a mí, me dijo:

-Está bien. Dios está lo mismo aquí que en el banco delantero.

!No me gustó aquello!.

Precisamente aquel día el joven predicador de la noche era un aspirante al pastorado. !Lo único que nos faltaba a mí y a los demonios era sentarnos allí a escuchar aquel sermón!. !Y eso que yo estaba acostumbrada a ir a la iglesia!. Luego, para empeorar las cosas, inmediatamente después del culto el pastor dio una vuelta y fue a sentarse en el banco donde Esther y yo estábamos y se puso a hablarme para que yo le entregara mi vida a Jesucristo. Le dije a las claras que no quería a Cristo ni lo necesitaba. Simplemente sonrió y me dijo:

-Bueno, pero estoy seguro de que no le importará que ore por usted.

Recordé al momento que yo tenía que unirme a la iglesia, y me contuve. Mascullé:

-Está bien.

Entonces, para espanto mío, me colocó la mano en el hombro y oró a viva voz. No podía soportar que nadie me tocara, y menos él. Lo mismo podría decir de los demonios. Me revolví, pero él parecía no darse cuenta y siguió orando. Salí de la iglesia en cuanto pude después que el servicio concluyó. Pero algo me había tocado. En camino a casa le dije al Señor que si existía y quería que fuese suya, tenía que permitir que aquel joven obtuviera el pastorado de aquella iglesia. Al siguiente domingo la iglesia lo aceptó como pastor. Pero yo tardé un año en cumplir con mi parte del trato.

Durante aquel año ocurrió otro incidente que resultó trascendental en cuanto a hacerme comprender que satanás mentía, que hay un poder mayor que el suyo y que Jesús tenía que ser la respuesta. Poco después de haber comenzado yo a asistir a la pequeña iglesia, satanás me visitó muy enojado. Me dijo que había una doctora muy inteligentona en su hospital favorito en una ciudad cercana. Aquella doctora no sólo interfería demasiado "predicando y orando en todas partes", sino que se había atrevido a meterse con varias de sus mejores brujas y el trabajo que realizaban en aquella institución.

Satanás me ordenó que organizara un esfuerzo nacional entre las principales brujas para destruir a aquella doctora. No le importaba como lo hiciéramos, pero a aquella doctora había que matarla y pronto. No supe sino hasta dos años después que el blanco de aquel masivo esfuerzo de destrucción con brujería era Rebeca. Tiemblo al pesar lo que hubiera sucedido si hubiésemos triunfado. !Gracias a Dios que no lo conseguimos!.

Obediente, tomé el teléfono y llamé a Helen, quien a la sazón era la bruja jefe en aquel hospital. Le referí las órdenes de satanás y delegué en ella el organizar el resto. Durante los meses siguientes, poco pensé en el asunto excepto al hacer los conjuros periódicos que se necesitaban. Luego, de repente, como a los seis meses, comencé a darme cuenta que cada vez que hacía un conjuro contra aquella doctora los demonios regresaban sin poder llegar. !No estaban muy contentos!. Aquella era una complicación que yo no necesitaba precisamente entonces. Me intrigaba porque jamás había experimentado algo semejante. No le conté a nadie el problema porque reconocer que mis poderes me fallaban hubiera sido fatal para mí.

Como tres semanas antes de entregarme a Cristo, recibí una llamada de Helen. Aquella doctora que había salido moribunda del hospital había vuelto al trabajo. Y no sólo había regresado sino que estaba completamente curada. Increíble. ¿Cómo era posible?. Comprendí entonces que algún poder mayor que cualquier otro de los que yo había visto nos había interceptado, y recordé la cadena de ángeles en California. Aquella doctora seguramente tenía el mismo poder de aquella familia. Y Comprendí que aquel era Jesucristo.

Aquel mismo día satanás regresó muy molesto a preguntarme porque habíamos fracasado.

-¿No lo sabes?- le pregunté

-Si -respondió-, pero quiero saber si tú lo sabes

-Bueno, supongo que alguien nos habrá interceptado con oraciones

-Exactamente- respondió con brusquedad, y desapareció.

Durante aquel período yo había estado asistiendo con regularidad a la pequeña iglesia. No tardé mucho en comprender que era impotente para destruirla. Aquella gente pasaba por cuanta artimaña se me ocurría, pero seguía amándome y orando por mí. Me empezaron a gustar. Era gente sincera. Amaban tanto al Señor que no les importaba quién era yo, ni de dónde venía, ni como vestía o hablaba. Lo único que les interesaba era mi alma. Les importaba tanto que no cesaban de orar por mí.

Sus oraciones me empujaron al altar un domingo en la noche en que por fin dije: "Jesús, te quiero y te necesito. Perdóname y ven a mi corazón y a mi vida". !Qué lucha tan grande!. Mann-Chan y los demás demonios trataban de mantenerme la boca cerrada. Me gritaban en la mente que me habían mentido, que Dios no existía y que Jesús estaba muerto. Pero sabía lo mentirosos que eran y no les hice caso.

En aquel momento Mann-Chan y los demás demonios comenzaron a hacer y a deshacer. Lo primero fue volar a contarle a satanás lo que yo había hecho. ! Y allí mismo comenzó el gran lío!.

Cuando regresé a casa aquella noche satanás fue a verme, pero las cosas eran extrañamente diferentes. Normalmente satanás llegaba y me ponía la mano en el hombro o me cargaba en sus brazos. Pero esta vez se mantuvo alejado. Pude ver que estaba acompañado de muchos demonios poderosos, pero éstos, también se mantuvieron lejos de mí. !satanás hervía en cólera!.

-!Qué demonios te has creído!- me gritó.

-!Te estoy dejando- le contesté

-!No puedes hacerlo!

_¿Qué no?. !Ya lo hice!.

-Eres mi esposa, yo te conquisté, y si no haces lo que te digo, te mato. !No puedes violar el contrato!.

-Prefiero morir por Dios que seguir siendo tu esposa. Aquel contrato ya no es válido porque ha sido cubierto por la sangre de Cristo. Lo único que tu puedes ofrecer es mentiras y destrucción.

-Estás dando un mal paso, y pronto te lo voy a demostrar.

-So, !@#L, !vete de mi casa!

-Ya ves, !tú no eres cristiana!

-¿Qué dices?

-Que los cristianos no dicen malas palabras

No se me había ocurrido aquello, pero desde luego hacía sólo dos horas que era cristiana y estaba acostumbrada a hablar como me venía en gana cuando no estaba en la iglesia.

-¿Y qué?.Yo se que lo soy porque le pedí a cristo que perdonara mis pecados y viniera a mi corazón, y yo sé que lo ha hecho.

-!Te crees eso, pero no es así!

Yo estaba ya tan molesta que intenté saltar y darle un puñetazo en la nariz, pero por algún motivo no pude mover los pies. Satanás, ya muy enojado también, me gritaba amenazas. De repente sentí que una cálida paz me embargaba e inequívocamente escuché la voz del Señor que hablaba por primera vez a mi espíritu. Me dijo: "No temas, hija mía, yo estoy aquí, y el no puede hacerte daño". Otra vez le dije a satanás que se fuera, pero esta vez mencioné el nombre de Cristo y al instante desapareció.

Calculo que satanás debe haber regresado unas veinte veces en las dos semanas siguientes. Unas veces vino haciendo gala de sus encantos, como el más amante esposo, pero casi todas las veces llegó furioso. Quería persuadirme. Me dijo que Jesús estaba muerto. Me amenazó con muchas cosas, pero ni una sola vez se me acercó. Siempre guardaba la distancia, y lo mismo los demonios.

Muchas veces llegaron muchos demonios con intenciones de torturarme como aquellos cuatro lo habían hecho anteriormente, pero siempre se detenían a corta distancia de mí confundidos y espantados y se marchaban sin decir nada. Poco a poco fui comprendiendo que estaba recibiendo alguna protección especial del Señor. Ni siquiera Mann-Chan, aunque me acosaba a toda hora, podía despedazarme como lo había hecho antes. Yo tenía más poder sobre él que él sobre mí.

A pesar de la Protección especial que tenía, Mann-Chan logró que cayera seriamente enferma. A las dos semanas me encontraba como paciente en un hospital que no conocía y en una ciudad extraña. No me daba cuenta que el Señor lo estaba permitiendo. Mi largo camino hacia la total y completa liberación de los demonios, y mi largo camino hacia una consagración absoluta a Jesús mi Señor y Maestro, había de comenzar en aquel lugar. A las dos semanas de aceptar a Jesucristo perdí casi todos los bienes que había obtenido a través del satanismo. Pero alabo al Señor por que ya Él estaba al frente de todo, y porque comencé una nueva vida con Jesús, y conocí a la persona que tanto luché por matar: Rebeca.

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