Por:
JUAN MURPHY BOCANEGRA
“Son
dignas de un “recordaris”, la pugna de los jóvenes para hacer
de “Cirineos” en las procesiones del Miércoles Santo; los
llantos de la “Virgen de los Dolores”, cuando los días de
Semana Santa lloraba la muerte de su hijo, en escenas de gran
realismo, como aquella del Viernes Santo, cuando aparecía por la
esquina del “chorro” a golpe de cuatro o cinco de la mañana, y
en momentos que la Urna del Señor, en hombros de los santos
varones, ingresaba de retorno al atrio
de la iglesia, alzaba sus brazos al impulso del maniobrista
don “Glishe Bada”, llevaba el pañuelo al rostro y secaba sus lágrimas,
en cuya escena de logrado realismo patético infundía dolor que los
chiquillos –por lo menos yo- y el pueblo veíamos las lágrimas de
la virgen y el sonrojo melancólico de su rostro inmaculado.
Quién
no recuerda las tardes de la confección de las andas del Señor, en
que los artesanos entendidos la confeccionaban tanto más primorosas
y con más “tableros” de ceras y cerones, cuando mejor era la
calidad del devoto o prioste. Cómo no evocar las “sobadas” de
la Urna con algodones, pacras y romeros, sobre las heridas del Señor
de Viernes, bajo la grave, atenta y severa mirada de su mayordomo el
“viejazo Benjamín” vestido de riguroso luto, cubierto con raído
gabán americano y con la corbata a lo Maverick, de tres lazos. Ni
qué hablar de los maitines y tinieblas de Jueves Santo y el
repentino tronar de las matracas que anunciaban la muerte del Señor.
La desclavada de Jesús. El afán de madres y abuelas de presentar
sus angelitos con albos trajes y alas metálicas para cargar, previo
concurso de oblaciones de limosnas, los clavos de pies y manos, la
corona de espinas, el Manto Sagrado, y el infamante letrero INRI,
etc. La inolvidable aparición de los “Doce mozos con las doce
fuentes de aguinaldo”, quienes al son de marcha especial llevaban
los dulces de Semana Santa de la casa de los priostes a la casa del
señor cura, seguidos de la pandilla de chiquillos que ingresábamos
a la casa parroquial con la esperanza de ser partícipes de los
dulces, y vaya que si era de tener suerte si recibíamos un pedazo
de bizcocho, de torta u hojarasca o bacita de maíz, pues los demás
manjares velozmente ingresaban a las alacenas de las “mulas”,
para deleite exclusivo del “taita cura”, mientras que a nosotros
se nos caía la baba por los buñuelos, bizcochuelos, molletes y
rosquetes, que mentalmente íbamos saboreando.”
JUAN
MURPHY BOCANEGRA
(Extraído
del
prólogo a Pallasca Rincón de Ensueño, de Porfirio Torres
Pereda)
![](http://www.geocities.com/eros2koko/Gifs/antorcha.gif)
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