Por: Sor María Isabel López Rectora   “La letra con sangre entra” fue el eslogan de nuestros antepasados cuyos parámetros eran un tanto rígidos, pero de verdad que se aprendía así fuera de memoria; pongo como ejemplo las famosas tablas de multiplicar, las reglas ortográficas y otras.

Cuanto sacrificio para llevar la lección bien aprendida y así poder obtener la máxima calificación.

Aunque nuestra educación fue memorística sin embargo hoy nos podemos enfrentar a un concurso de ortografía, de cálculo mental con la seguridad de ganar el premio.

Hoy, la tecnología nos entrega “todo hecho”; ya no hay que aprenderse las tablas de multiplicar, ni siquiera aprender a sumar porque tenemos la calculadora y el computador que nos soluciona este problema.

¿Hasta donde el avance de la ciencia está dejando espacio para el desarrollo del pensamiento y la lógica?
 
 

Si nuestra institución es el centro educativo donde se enseña a pensar, entonces nuestros jóvenes van a volar muy alto; van a comprender que ser persona es lo más digno que nos ha podido suceder en nuestra vida; que los valores humanos y cristianos van a determinar su vida y que serán ese presupuesto permanente que día a día aumentará el capital de virtudes.

Por eso queridos jóvenes, quiero invitarlos a no desperdiciar la más mínima oportunidad que vaya encaminada a hacer de cada uno de ustedes personas de gran valía, donde se conjugan el saber, el pensar y el obrar.

No escatimen esfuerzos que abren caminos, no maten las iniciativas propias o ajenas, desarrollen toda esa potencialidad que Dios les ha regalado para que sean personas de bien como uno de los mejores aportes para la construcción de un mundo más justo y más humano.

Los invito entonces para hacer de nuestra semana cultural un verdadero derroche de arte, de cultura, de poesía, y de toda aquellas actividades lúdicas que nos llevan a todos a recrear nuestro espíritu y a dar todo lo que se es y se posee.