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CONTO
Antônio Maragno Lacerda*
Después
de bajar en la estación,tomé un coche y me dirigi a Praia Grande.
Fue hasta San Vicente de pensión en pensión, de hotel en hotel sin
conseguir una pieza. Era temporada y no habia reservado alojamiento.
Estaba nervioso, famélico y asustado. Arrastré la valija hasta una
pensioncita junto al Canal. En la porteria, el portugés respondió
sin levantar los ajos del diario: La
valija parecióme más pesada. Um poco màs adelante me senté en el muro
bajo de un hospital y quedé sin ánimo. Cuando me pasó el malestar
percebí que delante mi estaba parado un hombre grueso, de blanco,
que me miraba fijamente. Detrás suyo, un carrito de helados. El
hombre, después de sacarse el gorro y secarse la frente cun el puño,movió
afirmativamente la cabeza. - Conozco una, pero no sé si tiene lugar. Mire...? ve aquella calle ? Es Marañao. Sigala y después de tres cuadras encontrará la de Itapura de Miranda. Alli verá un caserón verde: es la pensión Marajoara. Diga a la patrona que el sorbeteiro lo manda y ella le procurará una pieza. Me
alegré com esa esperanza, pues ya veia el tener que volver a casa
sin pasae mi semana de "descanso a orillas del mar."Pensé haber llegado.
Busqué a la propietária. Era un propietario. - "La dueña murió.",
explicóme. Hablé del sorbeteiro. - "No lo conosco, no. "Fué la respuesta.
Después de mucho hablar, obtuve alojamiento en el fondo de la quintal. Busqué
caracoles, espié al bicho que hace agujeros en la arena, di brazadas
en las olas y me embobé com las bañistas. Fué solo al tercer dia que
conoci a Vera. Vivia frente a la pensión en una casa grande toda cubierta
de hiedra. Fué
entonces que ocurrió aquella desgracia. Vera murió. Nadie supo explicarme
exactamente cómo, más la verdad es que la encontraran debajo de un
camión. Accidente dijeran los diàrios. Mis viajes ralearon. Pasàronse cinco meses. Entregábame en forma enfermiza al trabajo para no pensar en aquella que amara.Un dia tomé vacaciones. Volvi a Santos. Erré al azar por algún tiempo, resolviendo de pronto pasar frente a la casa donde vivia mi novia. En el canal 2 , comprendi que algo quedaba aún de los tiempos felices al ver al sorbeteiro parado en la esquina. Tive deseos de dicirle: "Sorbeteiro. Vera murió. Vea Vd., murió". Pero continué andando sin detenerme. Volvi otras veces encontrando siempre al sorbeteiro cerca del canal 2. Repetia el recorrido, más nunca entraba, en la casa de mi novia, pues sus padres no gostaban de mi. Decian que era un insensible ya que no derramé una làgrima el dia del entierro.? Que sabian ellos de lo que arrastra el corazòn de un hombre? La
semana pasada, al volver una vez más a Santos, me sorprendió el ver
que en vez del sorbeteiro, estaba, parado en la esquina, un hombrecito
que era todo toces y temblores. Resolvi acercarme: Me estremeci ante esa noticia, sintiendo que lo ultimo que me quedaba de aquel mundo en que fuera feliz habia partido. Las lágrimas que se me negaran el dia del entierro, amenazaron brotar. Pregunté: - ¿Murió?... Daba la impresion de tan fuerte... - Pues si, murió repentinamente. Fué declinando,declinando, hasta que la tristeza le llegó al corazón. El médico habló de infarto,pero no lo creo . Si murió fué de tristeza. Ahora que ya no está pudo decirlo... El sorbeteiro no estaba muy bien de la cabeza,no. Sufria por las mujeres. Cuando se empecinaba com una chica, no tenia sosiego hasta conseguirla. Imaginese que aqui cerca vivia una moza de buena familia que el sorbeteiro trató de conquistar.. Piense si una muchacha bien iba a hacerle caso a un vendedor de helados, viejo y panzón. Lo rechazaba. Un dia el sorbeteiro la esperó a la salida del cine. Sujetó a la moza, la arrastró a la playa y el resto lo sabe el señor... - ¿Y la muchacha no reaccionó, no llamó a la policía ? - ! que esperanza!. No quiso enlodar el nombre de su familia ni desengañar a su novio. Se precipitó debajo de un camiòn.
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