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Quiénes somosAl finalA Los Sonetos de mi VidaA O Recuncho do Galego
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BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA.
(1562-1623)


"Dime, Padre común, pues eres justo,
¿Por qué ha de permitir tu providencia
que, arrastrando prisiones la inocencia,
suba la fraude a tribunal augusto?
¿Quién da fuerzas al brazo que robusto
hace a tus leyes firme resistencia,
y que el celo, que más la reverencia,
gima a los pies del vencedor injusto?
Vemos que vibran victoriosas palmas
manos inicuas, la virtud gimiendo
del triunfo en el injusto regocijo."
Esto decía yo, cuando riendo
celestial ninfa apareció, y me dijo:
"¡Ciego! ¿Es la tierra el centro de las almas?"



A UNA MUJER QUE SE AFEITABA
Y ESTABA HERMOSA.

Yo os quiero confesar, don Juan, primero:
que aquel blanco y color de doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.
Pero tras eso confesaros quiero
que es tanta la beldad de su mentira,
que en vano a competir con ella aspira
belleza igual de rostro verdadero.
Mas, ¿qué mucho que yo perdido ande
por un engaño tal, pues que sabemos
que nos engaña así Naturaleza?
Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!




Ni soles, oh, tahúr, lunas ni auroras
te han visto soñolientas las pestañas;
tu estado expira, al sucesor engañas,
pues tu fe y su esperanza le empeoras.
Tu abuelo en esas tenebrosas horas
que velas tú, jugando sus hazañas,
armado, por difíciles montañas
pasaba sus escuadras vencedoras.
Sabe que la nobleza es sucesiva
más por nuestra opinión que por su efecto,
y sin virtudes nunca meritoria;
¿qué acuerdo tomas, pues, ¡oh, indigno nieto!,
sabiendo que es ajena aquella gloria
que del valor ajeno se deriva?




Si un afecto, Señor, puedo ofrecerte
al culto de tus ídolos atento,
con lágrimas de amor te lo presento;
tú en víctima perfecta lo convierte;
que en este sueño tan intenso y fuerte,
de tus misericordias instrumento,
no imagen imitada es lo que siento,
sino un breve misterio de la muerte,
en quien con ojos superiores miro
mi fábrica interior oscurecida;
báñela aquella luz, Señor, aquella
que inspira perfecciones a la vida,
pues permites que goce sin perdella,
experiencias del último suspiro.




LA PERFECTA HERMOSURA

Hermosura perfecta no consiste
en dar diversas formas al cabello,
perlas a las orejas y oro al cuello,
ni en la ropa costosa que se viste.
Con traje rico o pobre, alegre o triste,
es uno mismo siempre un rostro bello;
que, en oro o plomo, siempre deja el sello
la forma que grabada en él asiste.
Mas esto pocas veces lo concede
naturaleza, avara con el mundo,
en el cual siempre es raro lo perfecto.
Yo, por mi mal, lo he visto, y sé que puede,
con el traje primero y el segundo,
vuestra hermosura hacer igual efecto.
Al principio

La Palestra de Euterpe.