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Quiénes somosAl finalA Los Sonetos de mi VidaA O Recuncho do Galego
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JUAN JOSÉ DOMENCHINA
(1898-1959)


Venimos de la noche, de la sombra
polvorienta, del odio rescoldado
a fuego lento, por la lenta alfombra
de la ceniza -polvo, triturado
residuo de un pasado que se nombra
con un nombre pretérito y dejado
de Dios, y que, tendido, desescombra
la sombra de su sueño derrumbado.
Venimos de la muerte sobre un resto
de vida que aún arrastra en su caída
su dispensada voluntad sin puesto.
¡Polvo en el polvo del camino, huida
sin fin! Venimos de la muerte en esto
-polvo en el polvo- que llamamos vida.




Esta yacija donde se desploma
noche a noche el despojo de mí mismo
no es cauce para el sueño, sino abismo
al que mi angustia de caer se asoma.
La sábana, que cubre y que no toma
la forma de mi cuerpo, en su mutismo,
sin un pliegue de amor, dice lo mismo
que mi despego y en el mismo idioma.
...Mañana será Dios, y su porfía
sacudirá, violenta, al mal dormido
con su irrupción de polvo o nuevo día.
Aquí no hay alta noche, y, tras la hora
más oscura de un cielo descendido,
se enciende el sol, de pronto, sin aurora.




DOLOR HUMANO.

Aquí en mi jaula estoy, con mi jauría
famélica. El escaso nutrimiento
de mi carne no sirve de sustento
a la voracidad en agonía
de este tropel devorador que ansía
mi cuotidiano despedazamiento
y que ataraza, en busca de alimento,
mis huesos triturados, noche y día.
Pero no me lamento; no podría
dolerme yo, Señor, de mi tormento
junto a tu cruz, que blasfemar sería.
Múltiple fue tu compadecimiento
-por todos tu sufrir- ...y en mi agonía
no cabe más dolor que el que yo siento.




Al principio

La Palestra de Euterpe.