Quien ve las blancas y hermosas rosas
de mano virginal recién cogidas
y con diversos tallos retejidas,
guirnaldas bellas hacen y olorosas;
quien gusta de las aves más preciosas
las tiernas pechuguillas convertidas
en líquidos manjares, y comidas
süaves, odoríferas, sabrosas;
y quien panales albos destilando
la rubia miel de la amarilla cera,
a lo que al gusto y vista más provoca,
pues tal es de mi ninfa el rostro, cuando
mi vista de la suya reverbera
y bebo las palabras de su boca.
Maldito seas, Amor, perpetuamente:
tu nombre, tu saeta, venda y fuego:
tu nombre, que con tal desasosiego
me fuerza a andar perdido entre la gente;
tu flecha, que me hizo así obediente
de aquella falsa, de quien ya reniego;
tu venda, con que me hiciste ciego
y así juzgué por ángel la serpiente;
y el fuego sea maldito, cuya llama
no toca al cuerdo, que es muy gran locura,
y al necio sólo su crueldad consiente.
Y así el cuitado espíritu que ama
dirá, tu rostro viendo o tu figura:
"Maldito seas, Amor, eternamente"