Empieza a perdonar, corazón mío.
Serénate, ave loca, que es la hora.
Estamos ya muy lejos de la aurora,
y hay sombra en torno, soledad y frío.
Deja que el tiempo, en su flotante río,
arrastre tus agravios; calla, y ora,
y no inflames tu carne pecadora
con la torpe arrogancia del impío.
Empieza a perdonar... ¡tú tienes tanto
que lavar en las aguas de tu llanto,
tal como en un Jordán copioso y triste..!
No te erijas en juez, ¿con qué derecho?
Y en vez de recordar lo que te han hecho,
¡solloza, corazón, por lo que hiciste..!