DEL AMOR NAVEGANTE.
Porque no está el Amado en el Amante
ni el Amante reposa en el Amado,
tiende Amor su velamen castigado
y afronta el ceño de la mar tonante.
Llora el Amor en su navío errante
y a la tormenta libra su cuidado,
porque son dos: Amante desterrado
y Amado con perfil de navegante.
Si fuese uno, Amor, no existiría
ni llanto, ni bajel, ni lejanía,
sino la beatitud de la azucena.
¡Oh, amor sin remo, en la unidad gozosa!
¡Oh, círculo apretado de la rosa!
Con el número Dos nace la pena.
La Palestra de Euterpe.