Debajo de los árboles... ninguna
pena que inquiete el pensamiento mío.
Por cima de los árboles, la luna;
debajo de los árboles, el río.
Abro mi corazón... Leo y confío
en la gloria, en el bien, en la fortuna:
Habla de paz, el discurrir del río;
habla de amor, al esplender, la luna.
Quietud y soledad... Nada importuna
la comunión del pensamiento mío
con el bien, con la gloria y la fortuna...
Bajo el ramaje trémulo y sombrío
sueña un hilo de plata de la luna
sobre el silencio diáfano del río.*