JOSÉ SELGÁS Y CARRASCO.
(1824-1882)
EL SAUCE Y EL CIPRÉS.
Cuando a las puertas de la noche umbría,
dejando el prado y la floresta amena,
la tarde, melancólica y serena,
su misterioso manto recogía,
un macilento sauce se mecía
por dar alivio a su constante pena,
y, en voz suave y de suspiros llena,
al son del viento murmurar se oía:
"¡Triste nací..! mas en el mundo moran
seres felices, que el penoso duelo,
y el llanto oculto, y la tristeza ignoran!"
Dijo, y sus ramas esparció en el suelo,
"Dichosos, ¡ay!, los que en la tierra lloran",
le contestó un ciprés, mirando al cielo.
La Palestra de Euterpe.