Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
Quiénes somosAl finalA Los Sonetos de mi VidaA O Recuncho do Galego
A la Página PrincipalAre you looking for anybody?A good server for your web pageLooking for a Job?


PEDRO SOTO DE ROJAS.
(1584-1658)


MIRANDO UN INCENDIO.

Subes, ¡oh, llama!, con veloz carrera,
de estos cansados leños desatada,
solicitando, en humo transformada,
el distante reposo de tu esfera;
pero al subir por la región ligera
te vuelve el viento burlador en nada:
¡ay de ti, cuanto amante, desdichada,
de mi más dulce acción imagen fiera!
Así disuelta, sube, el alma mía
del corazón, solicitando asiento,
a la esfera veloz de su alegría,
y nunca llega a conseguir su intento,
que es humo de mi ardor, y a su porfía
es un desdén dificultad del viento.




PIEDAD DECLARADA POR RIGOR

Puso en ti del autor la sabia mano
alma quieta en sangre generosa,
anciano fruto en niña flor hermosa,
divino ingenio en un sujeto humano.
Mas luego puso, ¡ay, triste!, amor tirano
entre blanco jazmín y fresca rosa
la Ceraste mordaz más venenosa
que humor vertió de racional insano.
Tú, piadoso, quizás por no acabarme,
huyes y escondes su veneno esquivo
como si esto bastara a remediarme;
pero es aumento que en mi mal recibo,
pues muero cuando dejas de matarme,
y sólo el tiempo que me matas vivo.




AL SUEÑO

¿Por qué, di, de mis ojos sueño blando
los desvelados párpados no pegas?
¿Por qué a mis miembros tus licores niegas
si por el mundo los estás regando?
De mí, porque te invoco vas volando
y a quien menos te busca más te llegas;
bien claro el arte de tus obras ciegas
con castigo cruel me va mostrando.
Si oscuridad procuras, ¿qué tiniebla
como mis ojos? Si el silencio estrecho,
su imagen son, sin dedo, mis dos labios:
llega que alcázar te dará mi pecho,
gruta será mi herida, mi amor niebla,
mi llanto humor, ministros mis agravios.




TISBE

Tisbe a su amante, que en cadáver mira,
con temerosa mano el rostro toca,
límpiale con los cabos de la toca
y en los labios desiertos le suspira.
Engañada imagina que respira
y es el aliento de su misma boca;
su fin estudia, a su maestro invoca,
sus manos tuerce, sus cabellos tira.
Nadie le ayuda en tanta desventura
sino la muerte, ¡oh, caso lastimoso!,
el pecho arroja a la enemiga espada;
asió la mano de su esposo dura,
y mirose en el tálamo espantoso
doncella, viuda, muerta y desposada.




Al principio

La Palestra de Euterpe.