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Quiénes somosAl finalA Los Sonetos de mi VidaA O Recuncho do Galego
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LUIS DE ULLOA Y PEREIRA.
(1584-1674)


A LAS CENIZAS DE UN AMANTE PUESTAS
EN UN RELOJ DE ARENA.

Esta que te señala de los años
las horas de que gozas en empeño
muda ceniza, y en cristal pequeño,
lengua que te refiere desengaños,
un tiempo fue Lisardo, a quien engaños
de Filis, su querido ingrato dueño,
trasladaron del uno al otro sueño:
¡prevente, huésped, en ajenos daños!
En tanto estrecho al miserable puso
el incendio de amor y la aspereza
de condición esquiva y desdeñosa;
póstumo el polvo guarda el primer uso
inobediente a la naturaleza:
padeció vivo y muerto no reposa.




A LA MUERTE DEL REY DE SUECIA

Aquel soberbio intento en que se viera
si no feliz, constante la osadía;
el que asombro del orbe parecía,
el que esperaban que castigo fuera,
despareció veloz como la esfera
que forma el agua de la lluvia fría,
o cual despide al fallecer el día
fingida estrella la región primera;
y en su fin, de la pólvora la llama
que con lo breve y material del daño
envuelve los ejemplos que eterniza,
dio fuego a lo mentido de la fama,
calor a la razón, luz al engaño,
humo a la envidia, a la ambición ceniza.




DOS AMANTES AUSENTES SE SOÑARON JUNTOS

Soñando yo, pensé que no dormía
y Celia imaginó que no soñaba:
ella que a mi deseo se fiaba
y yo que a su belleza merecía.
La unión que a nuestras almas asistía
al sentido interior se trasladaba
que los dos corazones animaba
y sus alas solícito batía.
Con vuelo igual de la fingida gloria
el término llegó al postrer empeño
y la dulce ilusión desaparece,
pero dejó gustosa la memoria
el suceso feliz, que si fue sueño,
¿cuándo el pasado bien no lo merece?




Al principio

La Palestra de Euterpe.