Me desperté sobre la nave hospital Sgto. Carlos Vicente en una terrible agonía, dándome cuenta que había sido nombrado por un hombre muerto bajo fuego amistoso. Mi cabeza y nariz dolían terriblemente. Mientras intentaba levantar mis manos hacía mi cara, descubrí, como se ha hecho desde hace mucho tiempo, que mis brazos estaban amarrados. Es un procedimiento estándar para pacientes que salen de cirugía por razones obvias. La reacción humana instintiva al dolor es tocarlo y uno solo puede adivinar cuantas horas de cirugía delicada se han desperdiciado por un paciente alcanzando y tocando después de recuperar la consciencia.
No sabía que me había pasado, pero por la manera como sentía mi cuerpo podía decir que era serio. Mi rodilla, espalda, nariz y mandíbula estaban palpitando, gritando, llamando mi atención. Así es como debe de sentirse un Valkyrie justo en el momento en que se rompe en pedazos. Necesitaba algo para el dolor -algo para hacerlo parar. Trate de gritar, pero mi garganta estaba llena de tubos para ayudarme a respirar y comer. Me olvide del dolor. Ahora, mi mente se enfoco en la realidad de que mi respiración no estaba bajo mi control. Podía sentir que me llenaba de pánico. El aire fresco, temerario de guerrero más grande que la vida desapareció, reemplazado por una asustada, paranoica y completamente inútil colección de raspones y huesos rotos.
Mi corazón acelerado rápidamente llamo la atención de la enfermera de turno que rápido entro a mi habitación para revisarme. Podía ver su pequeña cara de roedor por la luz -no una reina de belleza, pero linda, con cabello arenoso amarrado en una sencilla cola de caballo.
"No se preocupe por nada. Va a estar todo bien. Esto lo ayudara a relajarse," dijo, indicando con su cabeza hacia el fluido que estaba inyectando en mi IV. "Voy a cuidar muy bien de usted."
Esas palabras, viniendo de una chica tan atractiva, sonaron como venidas del cielo. Oh, Dios, espero que so. Realmente espero que si. Las drogas estaban empezando a hacer efecto.
La habitación empezó a verse borrosa y después se oscureció. Creo que voy a tomar una siesta y soñar con rubias con amplios bustos.
Entre sueños de rubias de pechos grandes y visitas del doctor, vinieron horas de total aburrimiento. Estaba muy cansado, sin mencionar muy lastimado. Los resultados de mi paseo en paracaídas no eran de los que uno busca cuando uno firma para volar jets: dos vértebras en mi espalda estaban fusionadas, mi rodilla casi totalmente reconstruida después de haber sido casi destruida por metralla y quince días de escalar sobre ella, un hombro dislocado, fractura de codo, una gruesa cicatriz en el lado derecho de mi cabeza, justo sobre mi frente y un suave envenenamiento por radiación, el daño del cual tomaría años en manifestarse. Algunas medallas y tarjetas descansaban en mi mesita de noche, así como una carta de mis compañeros de escuadrón deseándome que me recuperara.
Los doctores estaban diciendo que 'debería' recuperarme completamente, pero sus ojos traicionaban el certeza de que mi carrera como piloto se había terminado. Estaba en un nivel bajo. Más bajo de lo que había estado en mucho tiempo. Volar es todo lo que yo se. Es lo que yo soy. Sin volar. ¿Qué haría? ¿Empacar abarrotes? Era un pensamiento que no me atrevía a considerar otra vez. Debía encontrar una manera, de algún modo.
Había tenido suerte. El fuego que había encontrado, había sido iniciado por refugiados, sobrevivientes de un ataque Zentraedi. Ellos fueron amigables y lograron cargarme en una camilla improvisada hasta conseguir ayuda médica. Fui transferido por helicóptero al barco hospital y en dos semanas estaría de regreso en los Estados Unidos. Mi escuadrón estaba listo para permanecer en reposo mientras se llegaban suministros y se reagrupaban para realizar mas ataques. Un tercio de los hombres que estaban conmigo en el día que me tiraron ya no estaban con nosotros. Muertos. Sus cuerpos nada más que pedazos de piel, carne y hueso esparcidos por la jungla. Alimento para lagartijas o plantas, no importaba. Ellos existían ahora solo como recuerdos.
Su sacrificio no fue en vano, sin embargo. La operación fue costosa y hacía sangrar a la Naval de su tripulación de vuelo mas rápido de lo que se podían reemplazar. Se creía que estábamos en el umbral de derrotar al enemigo, pero estaba pendiente ver si no perdíamos primero nosotros.
Extrañaba a mi escuadrón. No importaba quienes eran ellos, los hombres con quien vas a la guerra se convierten tan cerca como cualquier familia. Cuando ellos sufren, una parte de ti sufre también. Un hombre caminaría sobre el fuego por uno de sus camaradas, sin importar el color de piel, antecedente religioso o acento. Gente que quizás en otras ocasiones nunca hablaría al pasar en una calle darían sus vidas por los otros sin parpadear. Era algo maravilloso de sentir.
Pienso en mi familia y sonrío. En dos semanas estaré con ellos otra vez y mi espíritu se levantaba gozoso. Extrañaba a mis niñas más de lo que jamás creía posible. Casey murmurando palabras en esa manera balbuceante como lo hacen los niños y Lisa, tratando dan duro para sonar como un mayor, utilizando palabras que ella ni siquiera entendía. Los extrañaba tanto. Bueno, si realmente había terminado mis días de vuelo, quizás era por una buena razón. Mi familia me necesita. Yo seria un papá de tiempo completo y esa es una buena carrera.
Aunque era miserable físicamente, espiritualmente era muy feliz. Ahora mi vida es nada más que opciones. Puedo hacer lo que yo elija y pasar mi tiempo haciendo planes para el futuro, recordando el pasado, manteniendo una actitud positiva. Si este era mi última hurra, quizás era una buena cosa. Ya había salido por eyección de tres aviones de combate, había estrellado al menos tres más. La había visto cerca más veces de lo que podía pensar. Había sido golpeado por fuego enemigo mas de dos docenas de veces. Había sobrevivido más de setecientas misiones de combate, sumando unos cuantos miles de horas de vuelo. Había peleado en el espacio, sobre la tierra, en el aire y había vivido más que casi todos mis iguales. ¿Es este realmente el mejor uso de mi vida? ¿Mi familia crecerá sin padre si continúo este camino? ¿Hay algo que tenga que quede por demostrar? ¿Qué exactamente estoy tratando de probar, de todos modos? ¿Qué soy bueno en este disparate? ¿O estoy solamente reenfatizando que soy otro bastardo afortunado?
Esas eran preguntas que examine con gran detalle, recordando eventos del inicio de mi carrera.
Mi último escape fue uno de muchas travesías que empezaron en un tempestuoso día de abril, el día de mi cumpleaños dieciséis, un día que era por mucho el cumpleaños más terrorífico de mi vida -de hecho el día más terrorífico de mi vida. Mi mente estaba llena de ansiedad y tensión -por no mencionar miedo. Todo lo que había aprendido sobre volar un avión iba a ser puesto a prueba y me di cuenta que si cometía un error, iba a ser fatal. Mientras mi madre me llevaba al aeropuerto me di cuenta que ni siquiera podía manejar un carro. ¿Quién era yo para pensar que podía volar un avión?
Llegamos al aeropuerto y entramos para ver a mi instructor, George Mejeur (pronunciado "mayor"). Él estaba preocupado por el viento, el cual era una ráfaga un poco fuerte para su gusto. El logro más satisfactorio para un piloto americano es volar un solo en su cumpleaños dieciséis -lo más joven que permiten las regulaciones de aviación federal. Después de escuchar el reporte de George, empecé a preocuparme que no iba a poder hacer mí solo el día de mí cumpleaños como lo había esperado. La tensión que sentía podía ser cortada con un cuchillo. Estaba preocupado.
El día anterior, George me había indicado que me concentrara en el aterrizaje. Lo había hecho bien y me recomendó que durmiera bien esa noche.
"Ve a la cama esta noche temprano y descansa. No lo arruines."
Tenía dieciséis años. ¿Hay alguna duda de lo que hice? Fui a la pista de patinaje local con Elsa, la chica que ame más que cualquier otra. Ella era hermosa, con pantalones de mezclilla azul ajustados y una sonrisa brillante y ella hizo de mí la envidia de todos los demás. Si ellos que nos vieron supieran la verdad...
Mientras patinaba sobre el piso de madera, pretendía que estaba en ese Cessna "Skybug" de ala alta. Practicando listas de revisión e indicando velocidades de vuelo en mi mente, ensayaba lo que transpiraría el siguiente día. Estaba aterrorizado y desesperadamente quería decirle a Elsa lo que sentía. Podía morir mañana. En las películas, el valiente héroe derrama su alma a la hermosa chica y ella cae enamorada con él. No paso de esta manera conmigo. Yo tartamudeaba y balbuceaba. Elsa ni cuenta de dio del miedo que me devoraba. "Estarás bien." Algunas veces me preguntaba por que me molestaba.
Todavía, el adolescente titubeante, era bueno que haya ido a patinar en lugar de irme a dormir. Me ayudo a relajarme y me ayudo a dormir bien.
Recibí mi avión asignado de George y salimos por la rampa a ver el avión, Cessna modelo 152, N94290. Vi a mi doctor, Dr. Joe McDonald, preparando su avión y decidí ir a platicar con él sobre mi nerviosismo. El me dijo que mi miedo era normal y que el se había sentido igual el día que el voló solo. El me dijo que estaría bien y le agradecí los buenos deseos. Estaba contento de que él estuviera ahí en caso de que algo malo pasara ya que sabía que él podía atenderme. Camine hacía el "290" y me di cuenta que este monstruo cuesta mas dinero del que yo podría juntar y si cometía un error, ¿Cómo lo pagaría? Antes de pudiera encontrar una respuesta, George salió de la oficina.
"Vamos Jeff. Tenemos treinta minutos de condiciones favorables del viento, así que no perdamos tiempo."
Le di a mi mamá un abrazo y me trepe al avión. Con un jalon, cerré la puerta. George condujo el avión hacía la pista y realizó la verificación con precisión. Antes de que me diera cuenta de que había pasado, estábamos sobre el aeropuerto. Vi el avión del Dr. Joe despegar debajo de nosotros y una sensación de seguridad me lleno. Todo estaría bien.
George me pidió hacer unos aterrizajes de práctica con él para asegurarnos de que estaba listo. El miedo que sentía antes se borro por el momento, reemplazado por un tipo de soltura difícil de explicar. "Alerón izquierdo, timón derecho... Alerón izquierdo, timón derecho," me recordaba mientras volábamos alrededor del patrón de tráfico. Después de un par de aterrizajes, mi experimentado instructor decidió que todo se veía bien y que estaba listo. Escuche a George explicar a la torre que este sería mi primer vuelo solo y que cuando estuviera listo para salir, les hablaría.
Después de firmar mi bitácora salió del aeroplano. Fue en este punto cuando empecé a sentirme muy asustado -más de lo que jamás había sentido en los días que me llevaban a este momento. Intenté llamarlo para que regresara al maldito avión, pero no sonido salio de mi boca. Mientras lo manejaba hacía el final de la pista, mi corazón se atoraba en mi garganta. Debatía entre regresar o no a la rampa y decir, "Lo siento George. Solamente no puedo." Entonces, con un repentino destello de adrenalina decidí. "Bueno, ya estoy aquí... ¡¡Que diablos!!" Con un último Ave María -o dos, o diez- empuje el propulsor hacía adelante y rugí por el cielo azul. ¡Esto es lo que Magee quería decir cuando escribió ese poema de altura!
Pensé en las instrucciones de George antes de que él saliera del avion... "Dame dos toques y salidas y un alto total." No hay problemas
La primera vez en el patrón, todo salio bien y me sentía muy a gusto. Estaba volando el avión bien y no había brincos en el aíre. Pero entonces, se soltó el infierno. Mi última aproximación no fue suave y fácil, mientras me deslizaba, mi ala izquierda bajo repentinamente. Grité "¡Diablos!" y torcí la palanca fuerte hacía la izquierda. ¡Scriiich! Mi rueda izquierda toco la pista y después la derecha, mientras rebotaba por la pista. Dando gracias a Dios por evitar hacer un cráter en el suelo, agregue potencia y salí para otra vuelta.
En mi segundo intento, me di cuenta de un pilar de humo que se alzaba en el cielo a mi derecha. Que señal para mi primer vuelo solo, pensé. Entonces la torre me pidió extender mi patrón alrededor del aeropuerto por tres minutos para que ellos pudieran despegar un 727 de Continental Airlines. Uno pensaría que él debería de quitarse de mi camino ya que él sabía volar un poco mejor que yo. Sin lugar a dudas el controlador estaba mas preocupado en cuanto combustible quemaría el otro tipo mientas esperaba a que aterrizara mi diminuto avión. Quizás temía que aterrizara sobre el 727 en lugar de la pista. "Mejor matar un pequeño piloto estudiante que matar un piloto estudiante y ciento cincuenta pasajeros." Renuentemente acepte sus indicaciones.
Zumbí alrededor por tres minutos, preguntándome si volvería a encontrar el aeropuerto otra vez. Un piloto estudiante sufre de una extraña forma de miopía donde todo lo que esta a mas de un cuarto de milla del avión es básicamente no existente. De alguna manera logre encontrar la pista y me dirigí hacia ella, el 727 dejaba un rastro de humo oscuro en el cielo. Después de aceptar su abuso, no creí que las cosas empeoraran, pero así fue. La torre me indico que hiciera aun giro de 360 grados a la derecha para mantener la separación de tráfico y para permitir que pasara la turbulencia. Jale el Cessna en un suave giro a la derecha. Parecía que estaba tomando una eternidad. Debajo de mi vi un cementerio y me di cuenta que Dios estaba jugando conmigo -primero mi doctor, después un pilar de humo y ahora esto. Era demasiado. Pero Dios tenía más trucos bajo Su manga y durante mi giro de 360 grados el viento cambio 180 grados. Nadie en la torre se molesto en advertirme, pero rápidamente lo averigüe solo.
Mientras descendía finalmente, me di cuenta dolorosamente que no me estaba acercando a la pista. Intentaba todo lo que me habían enseñado para perder altitud -reducir la potencia, bajar los alerones, mover el avión a los lados para incrementar el radio de descenso- y no tenía suerte. Declare que falle la aproximación y me regrese otra vez.
La torre me informo del cambio de viento y me pregunto, "¿Preferiría tomar otra pista, señor?"
¿Qué cress amigo? "Si, por favor," conteste avergonzado.
"Muy bien, gire a la derecha 180 grados, tiene libre la opción de pista uno-tres."
En esta aproximación informe a la torre de mi intención de realizar en este aterrizaje un alto total. (Mas tarde descubriría que el Dr. Joe estaba de regreso al aeropuerto para darme una mano, ya que la torre me estaba dando muchos problemas. También descubrí que George estaba en la pista, brincando, agitando los brazos y gritándoles a los tipos en la torre, en un inútil intento de llamar su atención. El quería que bajara. Uno de sus antiguos estudiantes salio y le dio una radio de mano. Le dijo a la torre que me bajara. Ellos le dijeron que ya había decidido hacerlo.) Hice un buen aterrizaje en este paso, posándome sobre la pista sin el más ligero brinco. Fue algo grandioso y me dirigí hacia donde George me estaba esperando. Brinco dentro y manejamos de regreso a la rampa, una gran sonrisa dibujada en su cara redonda.
Apagamos el avión y George corrió dentro del edificio. Salió con mi mamá y una cámara y yo pose junto a mi amado 290. Era un momento feliz en mi vida y una verdaderamente grata manera de celebrar un cumpleaños.
¿Era un pronostico de los eventos que estaban por venir? Estaba seguro que no era el inicio más sospechoso para un piloto de combate, después de todo, el General Robert Lee Scott, el famoso as del P-40, quien escribió "Dios es mi copiloto", empezó volando (estrellándose) aviones caseros desde los techos de graneros. La comparación era sosa, sin lugar a dudas, pero ningún primer solo de un piloto es soso.
Hubo otros momentos desafortunados en el camino. Una llanta reventada de un Tomahawk que cerró una parte del aeropuerto hasta que pudo ser arrastrado viene a mi mente... Pelear con un antiguo estudiante llamado Tasdemeer en un vuelo cruzando el país... Estar atorado en una cabina de un F4U Corsair cuando mi segundo instructor (lo llamábamos "Barrth Vader") me ofreció que cerrara la cabina.
"Adelante y ciérrala si quieres."
Así lo hice. Y él se fue caminando. No pude abrir la cosa. Sabía que él se estaba riendo de mí mientras gotas de sudor salían por mis poros dentro del viejo avión. De alguna manera logre abrirlo y corrí hasta mi instructor, pretendiendo que nada había pasado. Estaba seguro que había detectado una ligera sonrisa en su cara.
Luego estaba el día que casi me mataba yo solo.
Decidí que el día iba a estar bien. Armado con el reporte del clima, trabaje los detalles de mi vuelo -con cierta dificultad- y complete mi plan de vuelo. Como estudiante en la Academia Militar Naval en Harlingem, Texas, agradecí la oportunidad de volar mi primer vuelo solo cruzando el país en un sábado -no solo me tocaría volar durante la parte más fresca del día, también me permitiría faltar a la práctica de ejercicios. El clima estaba claro con algunas nubes al este de mi ruta. Esto me dio confianza ya que me permitiría ver mis referencias fácilmente, aunque, estaba algo nervioso.
Barrth Vader reviso mi plan de vuelo y me advirtió. "Regresa si encuentras nubes. Mantente lejos de las nubes. Punto. No cruces el Río Grande tampoco. No entres a Aires Mexicanos."
Equipado con esta información, salí hacia el avión.
Después de recorrer la lista de revisión y ubicando la cabina, inicie los motores del Tomahawk. Una vez que la turbina se calentó, ajuste el Indicador de Dirección. Mariposas volaban en mi estomago mientras salía por la pista 17L y realizaba mi revisión. Fue aquí donde me brinque uno de los aspectos cruciales de la lista de inspección -reubicar el Indicador de Dirección. Durante el traslado, el giroscopio se había movido, dándome una falsa lectura, la cual falle en corregir. Solicite una salida al norte -esto haría que volara sobre la Academia. Empuje el propulsor y estaba en el aire después de un corto despegue. Girando hacía la derecha mientras ascendía, volé sobre el campo de desfiles y vi a mis compañeros marchando. Agite mis alas a modo de saludo, pensando que suerte tenía de volar ese día.
Establecí mi dirección a 310 grados y active mi plan de vuelo. Seleccione la salida radial del VOR de Harlingen y alcance mi altitud de crucero. Era un hermoso día y tome un momento para ver mi alrededor. Delante de mí había una capa de nubes -esta debía haber sido mi primera señal de que algo estaba mal, pero no me di cuenta. Las nubes estaban quebradas después de todo, si quería descender, yo podía fácilmente encontrar un agujero. Con este razonamiento errado me dio una renovada sensación de confianza, y me acomode en seguir volando el avión.
La aguja de mi VOR estaba centrada, estaba en curso y la maquina estaba corriendo suavemente. Era un gran día para volar. Pronto estaba fuera del rango del VOR de Harlingen y cambie al VOR de Laredo. Como también estaba fuera de rango, confié en mi Indicador de Dirección para mantener el curso hasta que estuviera dentro del rango. Esto dio lugar para poner en escena lo que seguía. Yo no sabía si era mi preocupación con lo que estaba pasando en la cabina o si solo era una ausencia de ubicación, pero la capa de nubes se solidificó debajo de mi. Esto, aunado al hecho de que el VOR de Laredo no me había contactado, me puso nervioso. Decidí tener paciencia y continué -en la dirección incorrecta.
No fue hasta que pasaron varios minutos que me di cuenta que estaba en la parte alta de la capa de nubes. Mirando detrás de mi vi que las nubes se extendían sobre el horizonte -no había manera de regresar. Estaba atorado. Dejando que mi orgullo me controlara, decidí salir de esta por mi mismo. Esto era una violación directa de una regla vital para los pilotos Nunca permitas que las emociones y orgullo sobrepasen inteligencia y buen juicio. Seleccione el VOR de Laredo y me di cuenta que estaba fuera de curso. Ajuste mi Indicador y me dirigí para interceptar el radial y después empecé a buscar una manera para descender. Busque por un agujero en las nubes y para mi alivio, encontré uno. Jale el propulsor y descendí. Mientras me acercaba al agujero, parecía que se acercaba hacía mi. Baje los alerones para incrementar mi radio de descenso para incrementar mi radio de descenso para no pasar el agujero, pero no funciono. Mientras pasaba entre dos torres de nubes el avión empezó a temblar. Empuje fuertemente el propulsor y volví a ascender, visiones de la turbulencia rompiendo mi avión en pedazos cruzaron mi mente. Dando círculos otra vez, busque el agujero y decido que no lo iba a poder lograr. Continué sobre las nubes, desorientado, pero en la dirección correcta -o eso pensaba. Laredo ya estaba muy detrás de mi.
Fue entonces cuando cometí mi siguiente error. Penando que estaba en dirección al VOR, decidí que tenía que bajar de alguna manera. Ya que no había agujeros, mi única opción era por las nubes. Pensando que con mi actual experiencia -aunque limitada- sería suficiente, descendí a través de las nubes. Me sentía completamente desorientado que era un esfuerzo mantener el nivel indicador de nivel. Sin lugar a dudas fui afortunado de no bajar sin parar o girar el avión.
Salí de las nubes a 1,200 pies. El cielo estaba gris y la visibilidad era pobre. Observe la aguja del VOR y me di cuenta que las cosas no eran buenas para mi -se había apagado. Maldije mi estupidez y decidí que tenia que volver arriba otra vez, ya que estaba muy bajo para recibir el VOR. Por alguna razón recordé el aviso de mi instructor de quedar al norte del Río Grande y lo busque para asegurarme que no lo había cruzado. Observando a mi izquierda vi una pequeña pista, las marcas de aproximación en las puntas se veían claramente en la nubosidad. De haber tenido un mejor juicio hubiera aterrizado y determinado exactamente donde estaba, pero mi orgullo me dijo que podía regresar sobre las nubes sin ningún problema. Incremente mi potencia y empecé mi ascenso.
Una vez falle en evitar una situación que me colocaba en un gran peligro. Sin experiencia como piloto -mucho menos como piloto a instrumentos- confiaba en el conocimiento limitado que poseía para atravesar las nubes con seguridad. El avión caía y giraba mientras repetidamente corregía el curso. Mientras mi velocidad caía, también mi velocidad de ascenso y lo que debería ser un ascenso corto de treinta segundos se convirtieron en cuatro minutos de infierno inimaginable. Sentí mucha presión en mi cabeza -estaba sin lugar a duda generando algunas Gs- y me dio nausea. El aviso de estar parado sonaba esporádicamente agregando más urgencia a la situación. Todos las entradas sensitivas que estaban sintiendo me estaban sobrecargando. Estaba aterrorizado, pero urgí al Tomahawk que siguiera ascendiendo, confiando completamente en el Indicador de Altitud y unas cuantas miradas rápidas al Indicador de Velocidad e Indicador Vertical para mantenerme vivo. A 2,500 pies salé de las nubes y volví a recibir la señal del VOR una vez mas.
Aunque era claro que no tenía idea de donde estaba, solo seguía el radial del VOR, mi orgullo dictaba lo que tenía que hacer. Simplemente no podía admitir al mundo que estaba perdido. Después de varios minutos la aguja del VOR cambio a la posición de apagado. Recordé algo que eso ocurría cuando uno pasaba sobre un VOR y decidí que estaba sobre Laredo.
Contacte a la torre de Laredo y le dije que estaba descendiendo por las nubes siguiendo el VOR de Laredo para aterrizar. Una vez más falle en usar mi criterio y pedir por ayuda, seleccionando descender por la capa de nubes. Salí del cielo cubierto a 1,500 pies otra vez y me encontré sobre un montón de pequeños lagos. Revisando mi mapa descubrí que podía estar en cualquier logar al este de Laredo. Intente ajustar mí ubicación utilizando los lagos, pero todos se veían iguales. Estaba anonadado. Volé alrededor por varios minutos preguntándome que hacer después, pensando que todavía podía resolver la situación.
La torre me llamó y me pidió que respondiera. Lo hice -varias veces. Finalmente fui capaz de contactarlos. El controlador me indicó que había estado llamándome por varios minutos y me pidió que reportara mi posición. No me era posible hacerlo, así que se me indico cambiar a Squawk 1277. Centro Houston, trabajando con el controlador de Laredo, me calcularon los vectores para Laredo. Iba en la dirección incorrecta otra vez y después de varios minutos intentando ubicar donde estaba -tiempo en el que fui indicado que ajustara mi Indicador de Dirección- Houston logro dirigirme al aeropuerto.
Aterrice sin incidentes y me dirigí hacía la rampa donde me reuní con el controlador que me había ayudado a salvarme. Me pidió que me acompañara dentro y hablamos por algunos minutos. Me comento que era un Asesor de Seguridad de la FAA y discutimos el dilema del día. Aparentemente, se dio cuenta que cuando mencione las nubes. Toda el área estaba libre, excepto por unas cuantas nubes al noreste. Descubrí que mi segundo descenso por las nubes fue hecho en extremo peligro, me informó que descendí por una ruta de aproximación por instrumentos. Tuve suerte de no chocar con un Learjet, me dijo. El controlador me pidió que le explicara lo que me paso a mi instructor cuando regresara a mi casa, y acepte. Consumido de orgullo -o quizás de miedo- nunca le mencione una palabra a mi instructor sobre el incidente, aunque es seguro que se dio cuenta cuando me perdí en el siguiente vuelo -otra vez fallando en ajustar el Indicador de Dirección.
Aprendí algunas lecciones valiosas ese día, las cuales fui obligado a aprender una y otra vez. Primero, si hubiera seguido mi lista de preparación apropiadamente, hubiera detectado el error con el Indicador de Dirección y no haber estado en una posición de peligro. Segundo, de haber estado mas al pendiente de mi situación y haberme mantenido al tanto de la situación y me hubiera dado cuenta de las cosas que pasaban en la cabina me habría dado cuenta de las muchos avisos que recibía. Por último, si hubiera ignorado mi orgullo y hubiera utilizado mi buen juicio -por ejemplo pedir ayuda- hubiera evitado mucha miseria mientras evitaba un desastre potencial. Claramente esta última lección es la mas difícil de aprender para un piloto. Nos enseñaban a ser autosuficientes y ser hábiles y competentes son cosas que nosotros juzgamos y somos juzgados. Admitir que uno necesita ayuda es visto, por muchos, como algo que ensucia la reputación y el resultado es a menudo un avión estrellado y un piloto muerto. No es una debilidad para un piloto admitir que esta equivocado y pedir ayuda, pero esto es una de las cosas más difíciles de hacer creer en los pilotos. Si solo dirigiéramos el hecho de que la habilidad de admitir sus propios defectos es quizás la mas grande cualidad que un piloto puede tener, tendríamos menos aviones estrellados.
Nada de esto escapo a mi instructor, tampoco. En un siguiente vuelo recibí la amonestación más grande de mi vida cuando Vader me pidió que rastreara el VOR. No sabía que estaba haciendo y el me lo dijo mas fuerte.
"¡¡¿No tienes ni una maldita idea de que diablos estas haciendo, o si?!!"
Por alguna razón, navegación se convertiría la negación de mi existencia por varios años. No fue hasta mí temporada como instructor en Corpus que realmente empecé a entender lo suficiente para estar confiado sobre el tema. Como mi instructor escolar indicaba, "La mejor manera de aprender algo, es enseñándolo." Esto demostró ser completamente cierto.
Recordé que asustado estaba en mi primer vuelo en el Valkyrie y como mis primeras misiones de combate se veían, anticlimáticas en comparación. Los varios meses en el SDF-1 y como son ahora solo un recuerdo borroso de siestas cortas, comidas ocasionales y volar, volar, volar sin parar. La fatiga de esos días saliéndose de la escala de la comprensión humana. Las barracas vacías, especialmente de esos tipos en Dos-Uno-Cinco que tenían ese maldito "catre de mala suerte." Cada hombre que dormía ahí terminaba muerto. El último tipo que durmió ahí, de hecho vivió por tres semanas de combate, solo para caerse de la cubierta del Prometeus y ahogarse después de que el SDF-1 aterrizara sin percances en océano. Creo que lo quemaron como epilogo sobre la cubierta de vuelo después de eso, eliminando todos los espíritus malignos que se asomaban por tanto tiempo.
El entrenamiento apurado de vuelo atmosférico, que calificaba solo para aquellos entrenados para combate en el espacio. Las falsas peleas, la sensación extraña de jalar nueve Gs en una vuelta en lugar de las dos, tres o quizás cuatro como máximo en el espacio. Después vino Dolza, convirtiendo nuestro planeta en una gran bola de tierra quemada y desolada. Esas misiones cuando la atmosfera estaba llena de humo y cenizas. Los primeros vuelos con instrumentos, donde las únicas cosas que nos evitaban que nos matáramos los unos a los otros era un confiable piloto automático en todos los ejes. Perder todo en las nubes un día y volar a mano hacía el suelo con solo una brújula y unos cuantos instrumentos como guía.
Las peleas. Ver las municiones de mi cañón, destrozar en pedazos un Raulon've. Esos eran poderosos como el demonio y los Zentraedi parecían tenerlos en parvadas, pero no podían girar nada. Estaban tan insistentes en pelear contra nosotros que los obligábamos a pelear en nuestros términos. A altas alturas nosotros no podíamos girar muy bien tampoco, así que los obligábamos a que bajaran a altitudes medias y los eliminábamos. Era casi siempre de un lado. No podíamos correr mas que ellos y nosotros nunca los sobrepasaríamos en número, pero, siempre encontrábamos una manera para derrotarlos. Si solo hubieran ajustado sus tácticas (usar un grupo para tenernos en un giro y usar otro grupo para partirnos en pedazos) quizás las cosas hayan sido diferentes.
Misiones de ataque. Como teníamos que volar el avión, navegar, cuidar a los chicos buenos, atisbar a los chicos malos, vigilar buscando misiles, cuidarse de los cazas, buscar el objetivo, escuchar el radio e intentar hacer todo eso sin perder los estribos. Ese horrible tono del radar cuando se fijaba un misil que hacia el cabello de la nuca se parara de puntas. El golpeteo del asiento cuando salías en eyección. Todo eso todo en un suspiro. Extrañaría esta vida tremendamente, la camaradería, el saber que estas haciendo la diferencia en el gran esquema de las cosas. ¿Hay otra cosa que sea mejor? Seguramente no. Además, era mucho mejor que estar sentado inmóvil en una cama de hospital o golpeando puerta por puerta vendiendo pólizas de seguro.
¿No es cierto?
El mundo siempre escoge el peor momento para comportarse... siempre logra otorgar los deseos seis meses tarde o seis meses antes. Éxtasis esta escaso, agonía interminable. Era un patrón familiar. Un barco hospital no es la excepción.
Abatido por una pequeña infección de malaria, temblaba debajo de las sabanas de franela, mientras la vida a bordo de el Vicente caminaba lentamente por tres largas y agonizantes semanas. Alambres y palancas mantenían mi pierna y rodilla en posición, haciéndome ver como una marioneta. Los cirujanos que iban y venían con una eficiencia clínica y sin compasión, tocando, auscultando, ajustando un alambre aquí, un alambre allá, me hacían sentir como una. Mi condición médica no me permitiría moverme tan rápido como había sido sugerido antes. Los estimados de los doctores no son nada mejor que predicciones vagas, casi como pronósticos del tiempo a largo plazo. Como un futuro profesor de economía indicaría un día, "Predecir eventos futuros es como manejar un carro viendo solo por el espejo retrovisor." Los doctores parecía que tenían la misma maldición.
"Al menos dos semanas mas," dijo el cirujano. Estaba listo para despegarme de la cama cuando lo dijo, atrapado en esta caja gris oscura de cuarto. Era el infierno y quería salirme ya. ¡Ser libre de este maldita lata de acero!
El tiempo pasaba a la velocidad de un caracol con una resaca. El miserable "fuego de hielo" que la malaria aplica a sus victimas es algo que ninguna palabra puede describir efectivamente. Una persona puede estar sudando del calor que hay afuera mientras se congela a muerte por dentro. Mientras el sudor caía sobre mis ojos, mis dientes titiritaban sonoramente y maldecía cada momento. Es una maldita enfermedad, donde la única y verdadera cura es un clima templado y mucho descanso
A parte de la malaria, mi rodilla y espalda dolían más de lo que jamás me haya imaginado -un dolor profundo, quemante e insistente- y no había medicamento que ayudara. No se paraba ahí, estar tendido en una cama es la forma más efectiva y agonizante de tortura que haya imaginado y como resultado, la parte mas irritada de mi cuerpo era mi posterior. Después de veinte días de inmovilidad (las almohadas se movían más que yo) era como si un fuego estuviera encendido debajo de mi trasero y ese eufemismo en particular tendría para siempre un nuevo significado en mi mente.
Por lo tanto, era un bastardo como paciente y las enfermeras que venían a mi habitación llegaban con miedo. No era su culpa que yo estuviera en tal miserable predicamento, pero, eso no me detenía en desahogarme con ellas. Como me convertí del un muchacho amable y educado que mi mamá crió al inconsiderado hijo de perra esta fuera de mi entendimiento. Quizás solo necesitaba liberar frustración.
Un barco hospital es uno de los lugares más solitarios en los que uno puede estar. Rodeado de cientos de personas, no hay ni un alma con quien hablar la mayor parte del tiempo. La mayoría de los heridos en las salas estaban en peor forma que yo, como indicarían los viajes que los helicópteros hacían, llevando su cargamento de cuerpos y bolsas. La mayoría de los que se podían mover con seguridad, se iban en horas de su llegada, lo que me dejaba solo y temblando, rodeado por paredes de metal y hombres heridos que no podían hablar ni escuchar.
La parte más difícil era no saber que estaba pasando. A pesar de mis mejores esfuerzos, no pude obtener ninguna información sobre como iba progresando la guerra. Preguntándome que estaban haciendo mis camaradas me estaba volviendo loco. Con saber el más sencillo de los detalles me hubiera dado algo de alivio, pero ninguno de los pacientes que pasaban a la sala me podían decir nada.
Estaba aislado y solo. Muy bien pudiera haber estado en el pozo de una mina abandonada. Observaba las paredes y añoraba por algunas noticias. Me enojaba y quejaba. Leía libros para distraerme de mi miseria. Me dejaba fluir hacía el pasado y pensaba en amigos que no había visto, por una razón u otra, en años. Sentimientos de culpa por mis pecados pasados nublaban mi mente también y diseñaba planes para remediar esas injusticias a la primera oportunidad. Fantasías sexuales consumidas y frustradas, que no podía entender ni explicar. La mayoría de ellas se enfocaban en Beki y eso despertaba una soledad que había enterrado debajo de un velo de devoción al deber. A pesar de todas las salvas utilizadas, las cicatrices en mi alma ocasionadas por su partida se rehusaban a cicatrizar. La amaba y la extrañaba terriblemente. Y los pequeños recuerdos -el rosa suave de sus areolas y como se sentían cuando las besaba, la pequeñez de su nariz, la manera en que su cabello reposaba detrás de sus oídos- ocasionaban una increíble agonía y anhelo que no droga podía calmar.
Me preguntaba que ocasionaba esta fijación en lo sexual. Me di cuenta que era como liberar un genio de una botella. "Una vez que empiezas a tener sexo, no puedes parar," un hombre sabio una vez me dijo. ¿Cuánto tiempo ha pasado por el reloj de arena desde la última vez que he estado con una mujer? Aunque nunca tuve la intención de serlo, me di cuenta que había sido célibe desde que Case había muerto. Por más que se intentara, no había sabiduría que se pudiera sacar de esta revelación, era solo un hecho de mi vida que hizo poco para calmar el anhelo de mi cuerpo.
Pasaría un mes antes de que recibiera algunas buenas noticias de casa y demostró ser un entretenimiento bien recibido. En una nota manuscrita, mi madre me prometió llevar las niñas a verme una vez que llegara a tierra, mas adelante indicaba que Josh volaría para una visita en la primera oportunidad. Considerando el hecho de que su escuadrón iba a ser enviado al oeste para fortalecer la Zona de Control Zentraedi cerca del estado de Washington, no tenía mucha esperanza de ver a mi viejo amigo pronto. Aun así, las cosas en el frente local iban bastante bien, en realidad y me emocione, aunque fugazmente, ante el prospecto de ver a mis dos niñas otra vez.
Mi alegría fue, como siempre, fue nublada por las noticias entregadas en un mal momento. Los eventos en el frente de guerra eran todo, menos buenos. Mientras nuestras fuerzas empujaban al norte y este, los Zentraedi en América del Sur eran cada vez más agresivos hasta que llego el momento en que nuestro impulso se detuvo. El terreno montañoso le proporcionaba a su infantería con una excelente protección y no se contentaban ya con aplastar pequeñas ciudades y villas, ellos montaron una contra ofensiva masiva y coordinada en las junglas de Brasil y Argentina el 11 de Febrero de 2013. En el transcurso de solo unas cortas semanas, un enemigo que se retiraba que una vez aparecía desorganizado y desmoralizado había vuelto a la vida otra vez. La historia demostraría que eso había sido intencional -un engaño. Lo que nosotros pensamos que fue una sorpresa exitosa se convirtió en una treta mortal. Muchas de las naves estrelladas que fueron atacadas y destruidas al inicio de nuestra campaña, estaban completamente abandonadas o defendidas por fuerzas mínimas. Esos Zentraedi que se quedaban junto a las naves estrelladas, realizaban actividades que encubrían sus verdaderos números, mientras sus camaradas en armas, micronizados y de tamaño completo, se deslizaban dentro de la jungla, esperando una oportunidad para rodear nuestras fuerzas sobreextendidas.
La velocidad relampagueante y la adherencia del ataque enemigo tomo mal parada a nuestras fuerzas. Al borde del pánico, nuestros comandantes empezaron a enviar tropas desde America del Norte y Asia (junto con cuatro portaaviones, veinte escuadrones Valkyrie y cada unidad de reserva Destroid que pudo ser reunida) para reinvertir la marea, pero el último efecto fue mas desestabilización en las regiones de donde venían esas fuerzas. Tiempo valioso se perdió, ya que la infraestructura de logística se demostró terriblemente inapropiada para enfrentar la crisis. Finalmente, después de que seis valiosos días pasaron a la historia, hombres y material empezaron a llegar a la región para ocupar el vacío -llegaron muy tarde para que hayan podido hacer algo.
La gran ofensiva de la RDF en el sur se convirtió en una derrota tan inútil y aplastante como la que sufrieron los alemanes en el frente oriental de la segunda guerra mundial o la catástrofe sufrida por Francia en Dien Bien Phu. Para finales de mes, más de tres cuartos de las tropas en la región estaban aislados de sus líneas de suministro, el resto habían sido llevados hacía el sur, casi llegando al mar. La pregunta que se hacía no era: "¿Podemos mantener la línea?" sino "¿Cómo evacuamos a los sobrevivientes?" La operación completa era un desorden. Intentos de cruzar para llegar a las fuerzas rodeadas eran amargamente infructuosos. El terreno de la jungla era regado con sangre humana. La gente se estaba muriendo -soldados, civiles, hombres, mujeres y niños- y continuarían muriendo en grandes números, porque viejas lecciones no eran aprendidas correctamente.
Estas noticias se tomaban como una pastilla cada vez mas amarga. Esta región estaba finalmente recuperándose de la Lluvia de la Muerte de Dolza. La gente había empezado a emigrar y florecer solamente para ser aplastados y esclavizados por la presencia Zentraedi. Los soldados, marineros, pilotos y guardias enviados para detener estas atrocidades daban sus vidas noblemente, si no completamente entusiasmados, y yo estaba impotente de ayudar, salvado del destino de mis camaradas en armas por las maquinaciones del universo. Mientras sufría la angustia de estar obligado a leer sobre el tema, mis compañeros pilotos se sacrificaban a si mismos en una lucha que era tonta por lo apresurado. Si solo hubiéramos esperado unos cuantos mas, las cosas seguramente hubieran sido diferentes
Las largas horas transcurrían muy lentamente y me dolía mas no recibir información sobre mis camaradas que estar hecho pedazos. Noticias "desde el frente" llegaba lentamente en pequeños trozos. Los detalles eran más vagos de lo que me hubiera gustado, pero sabía que estaba la situación mal. Nuestro enemigo estaba mortalmente determinado y disfrutaban de una ventaja de personal de más de seis a uno. Él sangraba más, pero podía costearlo. Después de todo. ¿A donde más podía ir? Todo el futuro para los Zentraedi estaba en este planeta y la ferocidad con la que luchaban demostraba que sabían que así era.
Nuestro enemigo también habían mostrado una ascendente curva de aprendizaje en el área de guerra terrestre en la jungla. Los errores cometidos durante la turbia batalla después de la Solución Final de Dolza se habían desvanecido -reemplazado por una confianza y seguridad que asombraban a nuestros comandantes. El liderazgo Zentraedi demostró ser tan astuto como cualquier otro en la historia de guerra de la Tierra. Ellos nos estaban enseñando una o dos cosas en este departamento, lecciones olvidadas debajo del polvo y molde del no uso.
Noticias de primera mano llegaron el 24 de Febrero en la forma de mi abatido viejo hombre ala, Emanuel "E6B" Bureau. El se veía diferente ahora. Su cara bronceada ahora estaba más pálida, su cabeza rapada ahora le sobresalía cabello café oscuro lo suficientemente largo para peinarlo. Como yo, esquivaría la muerte a través de heridas dolorosas. Después de saltar de su mortalmente dañado Valkyrie, él pasó tres días en la jungla esperando rescate, evadiendo ser capturado, en un territorio densamente ocupado por el enemigo, por el mas mínimo margen.
"¿Quién cocino tu trasero?" le pregunté, exagerando mi consideración de mis palabras.
"¡Diablos, fue una mierdecilla, diablos" insistía con ese acento francés, donde algunas de sus Ds sonaban como Gs y los acentos en las sílabas incorrectas. "Estaba saliendo del objetivo y me golpeó un malguito F-5".
"¡¿Un F-5?!" pregunte, incrédulo. Un caza ligero y barato, diseñado en los 70s, era al menos tres generaciones más allá de la obsolescencia. La idea de que un F-5 derribara un VF-1 en una pelea justa era jocosa.
"¡Yeah! ¡Malguito Brasilegno iguiota! ¡Mi propio compañegro! ¡Me atacó con togo lo que tenía! ¡Estaba tan impagtado que no pude reaccionar!" Con su acostumbrada risa profunda, "¡Un-greiiiiible!"
"¡No puedo creer que dejaste que me hayas dejado pudrir, tú, maldito Francés idiota!" lo molesté. "¡Hablando de increible!"
"¡Di dos vueltas buscándote, mugre chango!" insistió. "¡Fui afortunado de no terminar en la jungla contigo!"
"¡A ti te derribo un F-5!" dije, volteando la conversación al evento desafortunado de mi amigo. "¡No puedo creerlo!" Estaba riendo tan fuerte que lagrimas salían de mis ojos.
"Vi al malguiito. ¡Pensé que se iga a unig a mi y me dispara el trasego! ¡Sabía que estaga perdigo, asi que jale la palanca! ¡Pow! ¡Bang!" hizo con la mano movimientos que simulaban un misil golpeando su avión y la eyección que se dio a continuación. "¡Un-greiiiiible!"
Los dos reímos escandalosamente. ¿Cómo no podríamos? Emanuel se había conseguido un lugar en la infamia.
"¡Parece que les debes a los que pagan impuestos, treinta millones de los grandes!"
"¡Gueno, ellos pueguen besar mi trasego!" insistió, indignado a la sugerencia. "¡Que se lo cobren a Brasil!"
"Marca el lugar, Bureau, tu eres todo trasero!"
Una almohada voló por la habitación, evitando mi cabeza por pulgadas. Me reí de mi amigo francés. "Me da gusto que te hayan derribado. ¡Eres un hombre peligroso!"
"¡Coguecto! ¡Y mas te vale, no decirle a naguie de esto!"
Reía, frotando mis dedos juntos. "¡Dame dinero!"
"¡Pugrete!" Otra almohada cruzo la habitación.
Mi viejo hombre ala era un personaje que descendía de una larga línea de guerreros y pilotos de combate. Su abuelo se convirtió en un as francés en la primera guerra mundial y después trabajó con la resistencia francesa contra los nazis en la segunda guerra mundial. El padre de Emanuel voló Mirages para la Armada Francesa De L'Air antes de embarcarse una gran carrera exitosa en la industria automotriz. Emanuel recordaba sentarse en la rodilla de su abuelo cuando era un niño, escuchando historias de la primera guerra mundial. Esto tuvo un gran impacto en el joven francés. A los catorce años ya estaba tomando lecciones y obtuvo su licencia a los diecisiete. El pánico del ataque Zentraedi lo movieron al frente de la lista cuando el reclutamiento de pilotos para la UNDF llego a su pico y cuando la oportunidad de volar le fue ofrecida, la tomo.
Su habilidad como piloto eran sin comparación, aunque a menudo tomaba riesgos que eran innecesarios. Había veces que el aterrizaba su Valkyrie sobre el portaaviones con ramas y hojas de la jungla saliendo de el. Que el haya dado vueltas, aunque sea una vez después de que me habían derribado era suicidio -hacerlo dos veces desafía toda descripción- el cielo sobre el objetivo ese día tenía mas plomo que aíre. Tenía un vocabulario soez y era irreverente más allá de cualquier descripción, pero, era un guerrero temerario y dedicado. Cuando él murió mas adelante en un accidente siendo un pasajero en un avión de transporte, uno no podía más que preguntarse como una luz tan brillante pudo haber sido opacada tan cínicamente.
Acompañados por una botella de brandy medicinal, E6B me dio más detalles de lo que había leído las semanas anteriores y sus revelaciones no eran buenas. El Ala Aérea se había despedazado en las bisagras y el portaaviones completo fue obligado a retirarse después de perder tantos aviones y pilotos. Nuestro comandante de escuadrón estaba entre ellos. Exhausto después de incontables salidas en apoyo de un último esfuerzo para ayudar a romper la barrera sur nuestras fuerzas rodeadas, la nave de LCDR Everette "Roach" Rochon voló hacía la jungla y explotó. Nadie lo vio saltar y no se han escuchado noticias de él desde el accidente. Los días que siguieron, ocho pilotos en el escuadrón tuvieron el mismo destino -cuatro se estrellaron en la jungla, tres en el mar y uno en la cubierta del portaaviones. El grueso de tres divisiones de tropas de combate se unieron a ellos. Sin municiones, comida o suministros médicos para mantenerlos y sin esperanzas de rescate, esas almas valientes fueron aplastadas por la avalancha del tsunami Zentraedi
Tétricamente, una carta llego en el correo entregado por un celador delgado y pelirrojo. Era una carta oficial del Departamento Naval. Una pequeña nota escrita de la mano de "Roach" Rochon aparecía al frente, felicitándome por mi promoción a Teniente Comandante. "Recupérate. Dirigirás tu propio escuadrón cuando regreses." Parecía un enunciado profético. Leí la carta y vi blanco y negro.
Promoción a Teniente Comandante, efectivo inmediato.
Reportarse a Comando, New Oceana RDFNAS para siguiente asignación
PA [Por Anunciarse] AMT [A Mas Tardar] 31 Mayo 2013.
"¿Qué dice?" pregunto E6B.
Le pase la nota, sin decir comentarios.
"¿Rascando el fondo del barril estos dias, ay?"
"¿Somos un grupo patético, no?" pregunté retóricamente.
E6B levanto su botella para enfatizar mas, "¡Mejor créelo, idiota!"
Las payasadas, maldiciones e historias divertidas de E6B me ayudaron a pasar el tiempo. Sus rasgos duros escondían una humanidad que llegue a apreciar. Aquí estaba un joven que cedería su vida por un camarada sin dudarlo. Estaba eternamente agradecido de haber conocido al chico, y así tan enfermo como suena, estaba agradecido que la hayan derribado (y que haya sobrevivido) esta tonterías. Tantos hombres buenos habían fallecido en este estúpido enredo que nosotros llamamos guerra. Por cualquier medio, algunas buenas personas tenían que sobrevivirlo... de alguna manera. Estaba agradecido que no tenia una bola de cristal para predecir su futuro destino.
Mientras pasaba el tiempo en nuestra sección del barco hospital, las caras continuaban cambiando mientras los pacientes menos críticos eran sacados y nuevos con heridas eran traídos. Tomo mucho esfuerzo mantener la cordura cuando a E6B le comunicaron que iba a salir. Mi compatriota protestó vociferantemente.
"¡Mas te vale no tocarme, perro! Yo no me voy sin mi X.O." Había un fuego salvaje en sus ojos que ocasionaban a los celadores retroceder y salir de la habitación. La mirada de sus caras estaban claramente temerosas de cualquier daño. Bureau me guiño un ojo y rió. "Parece que tu pronto vas a salir."
Cinco minutos después, los mismos celadores aparecieron con un par de hombres grandes y robustos que parecían pertenecer mas bien a una arena de luchas. Un par de Marines armados, de la Fuerza de Seguridad los acompañaban.
Uno de los celadores, un isleño del pacifico con 120 kilos de músculo endurecido permanecía parado pacientemente con sus brazos cruzados. "Teniente, es hora de salir. Lo podemos sacar pacíficamente o en pedacitos. Su elección," dijo, su voz profunda y amenazante.
Emanuel giro su cabeza enfáticamente. "Nomas no. Si él no se ga, yo no me goy."
"Entonces de la manera difícil," dijo el hombre grande como respuesta.
"Vamos, negro, vamos" contesto E6B de manera despreocupada. Él había escuchado a un compañero (negro) piloto usar la frase y a pesar de sus genes caucásicos, la había adoptado como su grito de guerra sin realmente darse cuenta de la connotación que tenía.
Los dos celadores avanzaron sobre el desgraciado francés sin miedo.
"Es mejog que ustedes permanezcan atrás. Soy un hombge peligroso" él grito.
Yo estaba riéndome por dentro ahora. Con un movimiento poderoso y fluido, los dos celadores levantaron a mi amigo como un muñeco de trapo y lo cargaron fuera de la habitación, epítetos siendo lanzados todo el camino.
"¡Van a oír de mi embajadog! ¡Tengo inmunigad diplomatica!"
"¡Nos vemos en los Estados Unidos, Bureau!" grite mientras se iba.
Él agitó su brazo sobre su hombro. "¡Adieu! ¡Nos vemos después, perro!"
Estaba triste por su partida, pero, sabía que lo volvería a ver otra vez. Si que conseguimos una buena cuenta del bar ese día.
Finalmente, tres días después de que Bureau se fue, mi turno llego -y ni un momento más tarde. Un par de fortachones celadores me levantaron, me sacaron por la puerta y subiendo por un elevador hacía un avión de transporte que me esperaba. Mientas me acomodaban me dolía cada unión y lanzaba epítetos cuestionando todo sobre ellos, desde su orientación sexual hasta su progenitura.
"... ¡Y si me dejan caer, los voy a matar a todos!"
Ellos padecieron en silencio mi abuso lingüístico. Ya lo habían escuchado todo antes.
Saliendo a la luz del sol sobre la pequeña cubierta de vuelo en la popa de la nave Jesús, que brillante. No había visto el sol en dos meses y levante mis dos manos para proteger mis ojos mientras dejaban salir una cascada de lagrimas. Con un golpe, mis cuatro cargadores me soltaron, no muy delicadamente, sobre el suelo del avión y me amarraron a el.
"Lame culos" grite.
"¡Tenga un buen vuelo Comandante, Señor!" grito uno de los hombres roncamente sobre el murmullo de las máquinas. La cara de satisfacción de haber logrado exitosamente su venganza en mi por mis comentarios era claramente evidente.
"Maricón", murmulle.
El contramaestre me ofreció unos audífonos, los cuales acepte agradecidamente.
"Bienvenido a bordo, Comandante. Soy el Cabo Hawkings. Nuestro vuelo durara dos horas cuarenta minutos, señor. ¿Esta familiarizado con la evacuación de emergencia de esta aeronave?" Asentí con la cabeza. "Excelente. Si hay algo que necesite, solo hágamelo saber. Despegaremos en ocho minutos -tenemos que cargar otros pacientes y después saldremos de aquí, señor."
"Muy bien, Gracias Cabo." ¿Evacuación de Emergencia? ¿Está loco? ¿Como diablos voy a evacuar estando amarrado? Mi sangre se convirtió instantáneamente en hielo. "¡Cabo!"
Él estaba parado en una puerta iluminada por el sol y giro rápidamente hacía mi. "¿Si, señor?"
"¿Cuánto tiempo de este vuelo va a ser sobre el agua?"
"Como cincuenta y ocho minutos, señor."
"Diablos..."
"¿Hay algo mal, señor?"
"Si, ¿Cómo diablos salgo de aquí si tenemos que aterrizar sobre el agua?"
"No se preocupe por nada, señor." Me dio una palmada sobre el hombro y salio a supervisar el proceso de carga.
No me gusto la manera como lo dijo. "Yo no había firmado por esta basura..." murmure.
Mas pacientes fueron cargados sobre el VC-33 y empecé a sudar. Después de varios minutos de ansiedad, las puertas se cerraron y las máquinas empezaron a empujar para generar potencia de despegue. Mientras el avión salía hacia el cielo, agarre los rieles laterales de mi litera y apreté mis dientes. Un piloto, tan acostumbrado a estar dirigiendo un avión, puede -al menos por un rato- fácilmente estar confundido por volar por primera vez obligado en la parte de atrás de uno. La perdida absoluta de control sobre el destino de uno es atemorizante. Cada brinco ocasiona que el corazón salte de miedo. Visiones de una caída descontrolada desde el cielo abundaban. Un duro ateo encuentra a Dios en momentos como estos. Es irreal.
Mis ojos frenéticamente revisaban el mar debajo de mi, después se dirigían hacia las turbinas montadas en las alas. Transportes VTOL sufrían un buen abuso bajo condiciones difíciles, las turbinas de esos transportes sufrían mas. Oraba para que las turbinas montadas en este avión se mantuvieran en su lugar por tres horas mas.
Mire alrededor del transporte lo mejor que pude. Las victimas de quemaduras estaban presentes. Un caso tenía un tubo saliendo de su garganta, una maquina de acero inoxidable respiraba pasivamente a beneficio del pobre chico. Claramente, la mayoría de los otros heridos en este avión estaban en peores condiciones que yo. Si este avión caía en el agua, varios de nosotros no sobreviviríamos por mucho tiempo. No se preocupe por nada. Ja.
Minutos angustiantes pasaron... lentamente. Mientras continuábamos nuestro ascenso, la turbina más cercana de mi tembló y redujo su potencia. Oh Dios, no hoy. Jesus, vamos. El avión se sacudió... mientras desaceleraba la nariz bajo de su dirección de ascenso. Mi corazón estaba en mi garganta y estaba instantáneamente aterrorizado. Todos alrededor de mi, pasajeros, se veían unos a otros con aprehensión y miedo. Segundos ansiosos pasaron antes de que las turbinas empezaran a generar potencia y el ascenso del avión continuo. Gracias allá arriba... Deje salir un suspiro muy audible sobre el rugido de las turbinas.
Intente dormir sin mucho éxito. Cada vez que había algo de paz, la turbulencia golpearía el pequeño transporte y me regresaría instantáneamente a la conciencia con un golpe al corazón. Era miserable. Jure jamás poner pie en una de estas máquinas ridículas nunca más si la seguridad fuera a encontrarme al final del vuelo. Era una promesa que estaba seguro que no iba a poder cumplir, pero, que esfuerzo me costaba hacerla.
Dos horas después, el transporte inicio su descenso hacía mi destino: Centro Medico de la Armada Brooks, San Antonio, Tecas. ¡Hogar1 El terreno que me recibió era tan conocido como mi propia cara. Me sentía recargado, revitalizado. El dolor y decepciones que estaban mas adelante eran poca cosa en este momento. Los brazos de mi amado Texas me esperaban y recibí su calido abrazo como un niño perdido hace con su propia madre.
por Jason W. Smith
Julio 1995
traducción
Gerardo Campos De León
Julio 1998
Copyright © 1995-98 by Jason W. Smith
(Nota del autor: Este es un trabajo de ficción. Cualquier similaridad a eventos, personas, etc. actuales es pura coincidencia --aun si fue intencional)
Basado en los personajes y situaciones de
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Última Fecha de Revisión: 1 de Febrero de 2008