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Parte XI: Descenso

Capítulo 57 - Rehabilitación

Mi regreso al "Estado de la Estrella Solitaria" fue realizado sin pompa. Esperaba cornetas y trompetas como bienvenida a mi regreso triunfal, en lugar de eso, miradas frías de enfermeras endurecidas me recibieron. Otra ráfaga de viento escapaba de mis velas, empezaba a preguntarme que me pasaría mientras me llevaban a mi habitación. Con el mismo desinterés que me fue demostrado por mis "amigos" en el Vicente, fui lanzado dentro de otra cama dura, esta vez en una habitación con paredes blancas y una vista por la ventana hacia la base del lado occidental.

En la mesita de noche estaba una caja con mi nombre en ella. La acerque con un esfuerzo herculeano, la abrí y revise para ver su contenido. El cuchillo Bowie que Plog me había regalado estaba ahí, junto con una selección de ropa, algunas fotografías de mi familia, tiliches misceláneos y mi tablero. Jale el último objeto de la caja y lo toque con mis manos. Aunque algo golpeado, estaba intacto y me asombraba que haya sobrevivido el último salto. Diseñado por un Aviador Naval hace varias décadas, el "Suave-G", como era conocido, había desarrollado una popularidad de culto en la comunidad de la aviación naval. Desde mi primer día como piloto de combate, este objeto en particular había estado conmigo, en las buenas y en las malas. Marcas de abrasión y raspones, arañazos o tallones, cada uno tenía su propia historia que contar y las cicatrices en este pequeño montaje de nylon y plástico que parecía imitar los míos.

Con reverencia lo coloque de regreso en la caja, preguntándome si alguna vez me acompañaría en la cabina de un avión de combate una vez mas.


"Buenos Días Comandante", grito Josh Kaufman mientras atravesaba la puerta de mi cuarto de hospital. Era el 5 de Marzo de 2015 y el impacto de su entrada casi me hace brincar fuera de mi cama. "Temía que fueras un Teniente toda tu vida."

Unos días después de mi llegada a San Antonio me llegó una buena y bienvenida sorpresa. Mi familia -mamá, papá, Josh, Harriska y las niñas- vinieron a visitarme. Como siempre en un hombre con sus responsabilidades, Josh tenía asuntos que atender, pero que le permitieron permanecer unas cuantas horas. Una situación casi tan grave como aquella en las junglas de Sudamérica estaba recorriéndose hacia el noroeste mientras los sobrevivientes Zentraedi empezaban a levantarse en odio contra sus contrapartes humanos -La experiencia Joshua Kaufman era desesperadamente necesaria.

Algunas sorpresas definitivas acompañaron felizmente a mis seres queridos en su visita. Mis dos padres -especialmente mi madre- me acurrucaron como si todavía fuera un infante. Mi querida madre estaba lanzando lagrimas la primera vez que me vio y solamente a través de fuerza y un aseguramiento incesante de que estaría bien se permitió dar una sonrisa. Mi padre esparció su humor satírico generosamente, algunos de una alto nivel intelectual que tomo un tiempo decidir que realmente estaba bromeando. Harriska se veía como un ángel, aunque su estomago se veía ligeramente mas grande de lo que recordaba haber visto.

Globos y regalos y besos de una familia hacen maravillas para un piloto herido en más maneras que un alivio físico. Cuando vi a Casey y a Lisa, las prioridades se transformaron a si mismas de manera mecánica. Volar en combate para un liderazgo que seguramente nos utilizaría, después de que la amenaza alienígena fuera eliminada, para solidificar su propio poder parecía increíblemente poco importante. Esto era lo que importaba. Estas dos niñas brillantes, viéndome a mi como si fuera un alienígena -y si- mientras colgaba de cables y poleas. Las ruedas tocaron el suelo en este punto. Por algunas escenas de la película de mi vida, volar no parecía ser tan importante ahora.

Mis hijas eran como un par de plantas nucleares caminantes, derramando energía. Por más que intentaba, recordar un día en el que tuviera tanto vigor era imposible. La expectación fue felizmente derrotada por la realidad, ya que las niñas no se atemorizaron de mí como había temido. En realidad, las dos tenían que ser retenidas de trepara a mi cama de hospital conmigo. Les di besos y escuchaba sus historias de amigos imaginarios, viajes al lago y otros temas que eran prioritarios para la harmonía continua del universo. Era un momento refrescante y uno de reflexión. Yo había perdido tanto desde la última vez que las vi. Desde gatear a correr, gritar a hablar, los cambios eran abundantemente evidentes y todas habían ocurrido en mi ausencia. Me entristecía profundamente.

¿Y que pasaba con la pancita de Harriska? ¿La mujer había empezado a comer debido a la soledad que ocasionaba la ausencia de Josh? Este era un tema delicado, el cual había aprendido hace mucho tiempo de no utilizar cualquier combinación concebible de las palabras: mujer, grande, estomago, o peso en la misma oración ¿Cómo tomarlo? Embarazo era ciertamente una opción, pero ¿que tal si fuera incorrecta? Recuerdo una vez que le paso a una joven dama con un estomago finamente redondo. Esperando ser capaz de felicitarla en su milagro, casualmente pregunte cuando iba a nacer y convertí a la pobre mujer en un ataque enojado de lagrimas. Ella no estaba embarazada, solo tenía sobrepeso.

Por tres días la pregunta me dio lata hasta que, finalmente, tuve un momento a solas con mi padre. La multitud femenina había salido hacia la cafetería del hospital para comer algo. Aunque mi padre claramente había enfrentado algunos sobresaltos en su nueva vida, cuatro-a-uno era mucho mejor que los que yo había enfrentado en los últimos años.

"Papá", le pregunte, moviendo incómodamente sobre mi cama. "¿Qué le pasa a Kristy?"

Las cejas de mi padre se arquearon. "¿Qué le pasa?"

"¿Esta embarazada?"

"¿Embarazada? ¿Qué te hace pensar eso?" dijo, con un aire de incredulidad tan grande como un árbol de cedro

Fui abatido por su respuesta seca. "Bueno... ella, um..." Entonces note la mirada socarrona en los ojos de mi padre, una invitación a "resolver el problema." La respuesta era obvia. "¿Cuándo nace? ¿Cuándo paso?" exclamé.

Mi padre sonrió malignamente. "Teníamos una amistosa apuesta de cuanto tiempo te tomaría preguntar," rió. "Ella esta para dar luz en siete meses más o menos. Todo mundo esta muy excitado, como te puedes imaginar."

"Yo solo espero, que por su bien, sea un niño, papá. Todas estas niñas pueden ser un problema, ya sabes."

"Si..." Mi padre sonrió. "Pero las nietas son realmente especiales. Algún día lo veras."

Ya lo veía. La satisfacción en sus ojos demostraba que estaba disfrutando mucho en su rol de abuelo y las prioridades de la vida continuaban su cambio inexorable hacía una nueva dirección


Después de cuatro días, mi familia decidió que era hora de regresar a casa. Difícilmente podría culparlos si se hubieran ido mucho antes. Mi padre había sido convencido por un compañero opulento de dejar una agradable jubilación para volar el nuevo Jet de Negocios de Próxima Generación de Boeing (la "Chamba Boing" como él se refería), el cual era básicamente un 737-700 con un diseño interior para uso ejecutivo. Ara un trabajo cómodo. Esencialmente volaba el mismo avión que había volado durante su carrera como piloto comercial, le pagaban enormes cantidades de dinero, a pesar de que estaba en casa veinticinco días al mes. Le tenía envidia y juré que si mi carrera militar había terminado, encontraría una manera de hacer lo que él estaba haciendo. Habría otras visitas, por su puesto, acompañadas de un inevitable futuro fuera de la milicia. Pero la cosa mas importante para mi ahora era aprender a caminar otra vez.

Conocí a una enfermera/sadista/instructora de campo joven de mas de cuarenta años llamada Jean. La enfermera Jean no era muy dada de suministras píldoras de simpatía, ni tampoco era particularmente receptiva a las quejas. Su meta numero uno en la vida era hacer que sus pacientes mejoraran a través de la fuerza de su indomable deseo. Ella era todo un personaje. Sus medias blancas a los tobillos con lunares rojos eran una marca distintiva que sobrepasaba todas las regulaciones militares -y era obvio que a ella no le importaba un bledo que lo hiciera. Aunque mas cerca de los sesenta que de los dieciocho, ella era coqueta y vivaz como cualquier otra con la mitad de años y liberaba su sexualidad con el mismo salero entre los de dieciocho y cuarenta años.

¡La odiaba!

¡Ella hizo mi vida un infierno!

Mis alegres días de dormir hasta mediodía terminaron con un estallido cuando ella irrumpió en mi habitación a las 0500 una bella mañana para anunciar que la rehabilitación estaba por empezar. Uno por uno los hilos que mantenían mi cuerpo abatido en su lugar fueron deshechos y mis gritos de agonía solo hacían que ella fuera mas eficiente en su tarea. Todo el lado derecho de mi cuerpo era un batido abusado y miserable. Entre mi río de lagrimas vi que Jean estaba acercando una silla de ruedas a mi cama.

"¿Para que es eso?" exclamé, abrazando mi codo derecho -o quizás debería decir intentando abrazar mi codo.

"Esto es para usted. Se va a sentar en esta silla en este momento."

"Con un demonio lo voy a hacer," grite. "¿Está loca? ¡Estoy adolorido aquí!"

Jean se paro derecha y coloco sus dos manos en sus caderas, sus medias de lunares se veían en sus pies separados a la altura de los hombros. "Usted va a estar en mas dolor si no saca su trasero de esa cama y lo coloca en esta silla. ¡Muévase!"

En un instante, todas las terribles cosas que había hecho en mi corta vida pasaron sobre mis ojos. Esta era mi penitencia. El purgatorio de Jake. Redención a cambio de dolor. Las monjas de la escuela católica decían que uno debería "Ofreces su sufrimiento por el de aquellos en el Purgatorio," un acto que supuestamente liberaría algo de su sufrimiento con anticipación. Tenia la sensación de que la enfermera Jean estaba preparada para exprimir suficiente dolor de mi cuerpo batido para un montón de personas

Y así inicio el programa de rehabilitación. Tomo una hora de maldiciones, quejidos y llantos para colocarme en una posición correcta, nunca había sentido tanto dolor como el que había sentido esa mañana. Enfermeras y doctores asomaban sus cabezas en la habitación para ver que era todo ese escándalo, con miradas de preocupación en sus caras. Jean estallaría contra ellos, "¿Qué diablos están viendo? ¿No ven que estamos ocupados aquí?" Y ellos saldrían escapando.

Durante años, muchos se han cuestionado sobre las técnicas de la enfermera Jean Floyd, pero, ninguna alma cuestionaría sus resultados exitosos. Lo que a otros les tomaba meses conseguir -o fallaban en conseguir- Jean lo lograba en semanas. Ella era agresiva y se rehusaba a tolerar una actitud derrotista. Muchos soldados y aviadores heridos están caminando en las calles hoy gracias a sus esfuerzos.

Ese primer día, casi vomitaba una docena de veces, tanto por el dolor como de los efectos que tenía el movimiento sobre mi sentido del equilibrio, pero logre llegar a esa silla de ruedas. Aunque las prioridades de la vida continuaban cambiando, empecé a sentir que lograría regresar a la cabina de vuelo si yo lo deseaba

Que poco sabía que camino tan largo se convertiría.


Mientras pasaban las semanas, el dolor disminuía muy lentamente. En cada oportunidad, la enfermera Jean empujaba el límite de mi rango de movimiento (RDM). Un centímetro por aquí, medio centímetro allá. Medio kilo hoy, un kilo más mañana. Sudor y lágrimas se mezclaban con maldiciones mientras ella me empujaba más y más. ¡Quería estrangularla!

"¡No sea un bebé! ¡Usted lograra curarse! ¿Me entiende? ¡Usted lograra curarse!" Esas palabras resonaban de las paredes de mi habitación, los pasillos del hospital y el cuarto de pesas. ¡Estaba listo para matarla!

Mi odio hacía Jean se manifestó como un deseo de empujarme mas fuerte. Entre más pronto me aliviara, más pronto la callaría. Con eso en mente, empuje y empuje y empuje, maldiciendo y escupiendo todo el camino. Como era la intención, el empujón de Jane empezó a dar resultados y la lenta realización de su importancia empezó a formarse en mí. En poco tiempo mis músculos empezaron a desarrollarse a su estado normal, y aun más allá, de lo que habían estado en su mejor momento. Mi apetito creció, los kilos empezaron a acumularse y empecé a sentirme mejor -y verme mejor- de lo que había estado en años. Dentro de pocos meses, los maltratos de Jean empezaron a reducirse muy ligeramente y los cumplidos empezaron a aparecer esporádicamente a grandes intervalos. Un respeto y admiración mutua empezaron a formarse entre nosotros dos mientras nuestra meta común se acercaba.

A mediados de junio, había recuperado noventa por ciento de mi RDM en mi hombro y codo y cerca de setenta por ciento de mi rodilla. Lo último era señal de preocupación, aunque habíamos logrado una tremenda cantidad, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, yo era incapaz de moverla a mas de un doblez de ochenta y cinco grados. Los cirujanos que revisaban mi caso no encontraban una razón directa por este efecto y lo que implicaba esta condición, si persistía, era un fin a mi carrera de vuelo. Si tenía que salir de emergencia de un caza, los tirantes que ajustaban las piernas del piloto hacía el asiento podrían romper mi rodilla o fallarían, dejando mi pierna izquierda volando alrededor durante las etapas iniciales de la secuencia de eyección. El resultado final sería una amputación de mi pierna derecha. Esta no era una opción atractiva.

Como antes, las prioridades de la vida continuaban su mecamorfosis.


El tiempo marcha a su propio ritmo y no hay nada que un mortal pueda hacer para detenerlo o cambiarlo de alguna manera. Agregamos tres grados de movimiento, pero después nada. Habíamos encontrado una pared firme y un examen físico de vuelo estaba rápidamente aproximándose. Las predicciones parecían funestas, pero mi registro de vuelo era algo que podría influenciar a mi favor al cirujano de vuelo si fallaba el examen por un ligero margen. El resto de mi cuerpo iba a estar tan bien como siempre. Mi hombro y codo transmitirían un dolor ligero por el resto de mi vida y la vértebra fundida en mi espalda ocasionaban una pequeña reducción de movilidad en algunas circunstancias (girando la cintura por ejemplo). Pero era fuerte, podía correr -rápido. Cincuenta lagartijas en un minuto, noventa sentadillas en dos minutos. Casi cuatro meses de acondicionamiento me habían fortalecido. Seria un mejor piloto de combate que antes, una vez que sacudiera la polilla.

Golpee las pesas en el aparato por última vez. Jean estaba ahí, sus brazos cruzados a la altura del pecho, asintiendo en aprobación. "Lo ha hecho muy bien, joven," me dijo, al concluir nuestra última sesión juntos.

"Gracias, Jean," dije, sacudiendo el sudor de mis ojos con una toalla. Camine hacía ella, lentamente y le di un abrazo, la única cosa que realmente había sentido que era lo correcto en mucho tiempo.

Mientras nos separábamos de nuestro abrazo, tomo mis manos y la vi a los ojos. Las arrugas alrededor de ellos eran ligeras, agregaban un atractivo de madurez a una mujer que sin lugar a dudas había sido el centro de atención a donde sea que ella haya ido. En sus ojos azules vi amor. Me di cuenta que la amaba a ella mas. Una extraña ensalada compuesta de distintos tipos de amor. Amor a ella como persona. Amor a ella como mentora. Amor a ella como mujer, hermana, madre. Un sentimiento no desarrollado de atracción romántica se mantenía también, y la idea de un piloto de combate desempleado de veinti-tantos años enamorado de una enfermera de cuarenta y tantos años con medias de lunares rojos no parecía extraño. Ganar, perder o empatar, ella había recuperado en mi algo que nunca pensé que recibiría otra vez y por eso estaría eternamente agradecido.

"Gracias enfermera. Gracias por todo."

Ella tosió. "No hice nada. Fuiste tú quien lo hizo. Yo no levante esas pesas por ti. Siempre recuerda eso."

Asentí silenciosamente

"Buena suerte, Comandante," ella dijo mientras recogía las toallas que habíamos utilizado y las lanzo de tirabuzón por la habitación hasta el repositorio de las toallas. "Nos vemos."

La observe en silencio mientras se retiraba casualmente, su cuerpo musculoso y su cadera contorneándose, atrayendo miradas lujuriosas de todo el gimnasio. Tristeza permaneció en su salida. La extrañaría por siempre.


Con una confianza reservada, entre en la oficina del cirujano de vuelo en la mañana del 9 de Junio de 2013. El examen físico inicio -visión, oído, corazón, reflejos. Era todo muy aburrido. El examen de destreza siguió directamente del mejor examen físico que jamás haya hecho en mi vida. Hombros, codos, espalda. Todo estaba dentro de los límites. Todo lo que faltaba era la rodilla. Esa maldita unión arisca y rebelde, que ocasionaba tanta miseria por tanto tiempo. Apreté mis dientes cuando la doble, excediendo mi propio limite de resistencia, casi rompiéndose, sabiendo que mi carrera dependía de mi habilidad de lograrlo. Luche y jale, venas sobresaliendo de mi cuello mientras doblaba la rodilla defectuosa. Estaba cerca, muy cerca.

Exhausto, colapse sobre la mesa de examinación mientras el cirujano escribía sus notas. ¿Qué me quedaba en la vida ahora? ¿Mi futuro iba a ser en una cabina de un avión de combate? Mi forcejeo interno continuaba. Yo quería volar, pero lo odiaba y rechazaba al mismo tiempo. La emoción estaba ahí, pero la tristeza de estar separado de mi familia a sobrepasaba. El miedo estaba ahí también. Con los militares tenia una vida cómoda -una vida segura. No tenía que preocuparme de que hacer después. La seguridad era una fuerza poderosa, también. Y el miedo de no saber que iba a pasar mas adelante era causa de alarma y consternación.

La decisión que modificaría mi vida ahora quedaba a manos de un cirujano sin nombre, anónimo y sin compasión. ¿Qué decidirá?

No lo sabía


Capítulo 58 - Catarsis

Mientras esperaba la decisión del Consejo Médico, mi fecha para reportarme a mi asignación se aproximaba. La anticipación empezaba a tensar mis nervios como si fueran amarres en un puente durante un terremoto. Empaque mis cosas y abrí un calendario del Comando de Transporte Aéreo, tratando de decidir cual vuelo tomar y hacía donde tomarlo. Mi oportunidad de comando era una zanahoria colgando enfrente de mi cara amarrada a un palo, pero mientras se vea mas cerca de lograr el objetivo, mas frustrante la falla se puede convertir y este era un objetivo muy cerca de fallar.

Daba vueltas por los pasillos de las habitaciones, que me habían sido asignadas, como un animal enjaulado, habiendo empacado y re-empacado mis cosas mas de cien veces. Una y otra vez mi mente revisaba el escenario. ¿Qué pasaría si esto salía mal? ¿A dónde iría? ¿A la escuela? ¿Un trabajo vendiendo seguros? ¿Hospital psiquiátrico?

Las horas pasaban como una barredora en un campo enlodado del sur de Texas. Acosaba a la secretaria de la oficina del Consejo Médico constantemente. Aun no había una resolución. La falta de decisión me daba esperanzas. Quizás, quizás era una señal de que estaban seriamente considerando los méritos de mi caso y un certificado médico. Claramente fallaba en cumplir los estándares físicos, así que una decisión negativa hubiera requerido poco, en términos de tiempo, para determinar. La ausencia de una decisión inmediata era lo que me daba esperanza.


Con todo este tiempo libre que repentinamente tuve en mi posesión, decidí rentar un automóvil y tomar un paseo a las colinas, en el occidente de San Antonio. En tiempos antes, esta área era la fuente de una gran diversión y conservaba muchos recuerdos agradables en sus colinas de tierra y juníperos de los días que eran felices, sin ninguna responsabilidad.

Como un niño, no hace muchos años atrás de mi actual estado en mi vida, atendí uno de los muchos buenos campamentos de verano a lo largo del serpenteante Río Guadalupe. Muchos de esos campamentos no tenían denominación, puros hombre o puras mujeres, con temática judeo-cristiana que, aunque no se notaban habitualmente, aun formaban una parte importante de la vida de campamento -al menos los domingos. Campamento Corazón Valiente, el mas antiguo y quizás el mas exclusivo campamento de hombres del estado, era mi hogar por varios veranos gloriosos. Que mis padres hayan logrado el suficiente dinero para mandarnos a los tres de nosotros ahí, para un combinado total de casi treinta visitas era un verdadero testamento de su deseo de proporcionarnos una experiencia maravillosa, sin mencionar sus propias cinco semanas de tiempo privado cada año.

Salí de la autopista y me adentre a las mas remotas extensiones de las colinas, a lo largo de un estrecho camino de pavimento que recorría el Río Guadalupe. Mientras manejaba por el camino oscilante -más de de lo que recordaba gracias a los efectos del bombardeo de Dolza- mis recuerdos empezaban a llenar mi mente. Los hermosos árboles verdes -cipreses, juníperos, olmos- cubrían las colinas y valles de este gran lugar. Tantas veces había recorrido este camino. Aun con los cambios, todo era familiar. Finalmente, con el viento fresco soplando sobre mi cabello, doblando una curva apareció -esa inmensa piedra amarilla. "Joy Bluff." ¡Había regresado! Detuve el carro a un lado del camino, el sonido de la grava tronando debajo de las llantas haciendo eco en las colinas y las vi, a un kilómetro de distancia. Ahí es donde ha estado por tantos años, a 800 metros colina arriba. Esa maldita cruz. Esa maldita cruz que había puesto boca abajo para que todos la vieran.

Esa maldita cruz


Nunca olvidare mi primer día ahí. Mi madre nos condujo a mi hermano menor, hermana y a mí hasta Corpus Christi, Texas, la noche anterior, un autobús nos llevaría a nosotros -y a otros veinte chicos- a Corazón Valiente y su campamento hermana para las chicas. Los tres de nosotros, quien nunca antes habíamos pasado una cantidad apreciable de tiempo lejos de la casa, estábamos en el borde de enfermar de soledad, aunque mi hermana era la única que lo demostraba

Un estudiante de universidad, alto, de piel oscura e increíblemente guapo llamado Blake Ashley, se reunió con nosotros en donde estaba el autobús detenido, en el estacionamiento de un centro comercial. Blake, uno de los consejeros en Corazón Valiente, estaba en rol de chaperón ese día. Su gracia y personalidad agradable lo convertían al instante en el favorito de todos. De todos los consejeros que llegaría a conocer en los siguientes años, Blake era por mucho el mas decente, inteligente y compasivo. (La vida de Blake se asemejaría mucho a la mía, ya que se dedico a volar transportes comerciales para Federal Express).

Nos despedimos de nuestros padres y nos trepamos al autobús. No recuerdo mucho de los detalles, mas que las extrañas sensaciones que mi oído interno sentía cuando empezaba a recorrer los caminos que llegarían a la sinuosa ruta del Río Guadalupe, hacia el pequeño pueblo de Hunt, Tecas, el centro geográfico de la región de campamentos de la colina.

Nos detuvimos primero a que descendieran las chicas. Mi pobre hermana estaba en el borde de la histeria, no deseando ser separada de sus hermanos mayores. El dueño del campamento, el Señor Moore, un hombre angelical y de cara roja, en su cincuentas con considerable cantidades de humor y carisma, brincó a bordo del camión para desearnos un feliz verano y para invitarnos al baile anual Joy/Corazón Valiente dentro de unas cuantas semanas.

"Muy bien, ahora repitan después de mi," indicó en una voz endulzada.

No entiendo que me poseyó para hacer lo que hice a continuación, pero mientras recorríamos su letanía, encontré la manera de interrumpirla de una manera grosera y ruda que no coincidía con mis enseñanzas (por ejemplo, mamá y papá siempre insistían que tratáramos a los adultos con respeto).

"¡Yo!" gritó el director

"¡Yo!" contestaron los chicos en el autobús

"¡Voy!" Director.

"¡Voy!" Chicos.

"¡A patear tu trasero!" grito el chico a mi lado.

Encontré esto muy divertido y para la siguiente vuelta, decidí asistir a mi intrépido compañero. Al no tener una voz baja, mi participación atrajo la inmediata atención del director de campos. Me lanzó una mirada e intento una tercera vez.

"¡Yo!"

"¡Yo!"

"¡Voy!"

"¡Voy

"¡A patear tu trasero!" grité mas fuerte de lo que había hecho la primera vez. Mi compañero de crimen se quedo extrañamente silencioso en esta vuelta.

"Jovencito, ven para acá en este momento," insistió forzosamente el director de campo. Fui rápidamente sacado del autobús del brazo y se me dio una firme lección. "Jovencito, te regresaré inmediatamente con tus padres si no te comportas. ¿Entendiste? Esta no es manera de comportarse con adultos."

Temblé debajo de su mirada fija.

"Estamos aquí para divertirnos. Estamos aquí para aprender. Este comportamiento es inapropiado y no será tolerado."

"Si, señor," respondí débilmente. "Lo siento."

"Muy bien. Me gustaría que regresaras y me visitaras otra vez en otro momento, ¿esta bien?" dijo extendiendo su mano. "Soy el Señor Moore."

Estaba completamente sorprendido por su amabilidad. "Soy Jeff. Este... gracias, señor. Aquí estaré.

"Muy bien entonces. Que tengas un buen verano, jovencito."

Y regrese al autobús.

"¡Yo!"

"¡Yo!"

"¡Voy!"

"¡Voy!"

"¡A!"

"¡A!"

"¡Pasar!"

"¡Pasar!"

"¡Un!"

"¡Un!"

"¡Buen!"

"¡Buen!"

"¡Rato!"

"¡Rato!"

"Adiós chicos"

"Adiós"

¡Ruuum! El autobús se fue, subiendo las colinas, por las curvas hacia el campamento Corazón Valiente.


Con mi carro estacionado de manera segura, en un lado del camino, donde no sea fácilmente visible, tome una pequeña mochila de la cajuela y empecé a descender por la colina. Este era un viaje de descubrimiento para mi, una oportunidad de mirar hacia atrás a los tiempos sencillos entre los cascajos de un antiguo y abandonado campamento. Raíces y árboles habían retomado lo que antes eran los campos de fútbol y el lugar tomaba la apariencia de un pueblo fantasma ante la ausencia de su antiguo cuidado.

Justo detrás de la entrada de Corazón Valiente estaban los restos del guardián del campamento, un tótem de 10 metros de alto, hecho de un tronco de árbol de sequoia por un artesano indio. Era un precioso tótem "Thunderbird", y aunque muchos de los colores brillantes que lo adornaban, estaban deslavados, todavía impactaba su belleza. Ya había olvidado la explicación de este diseño, pero recordaba que la historia era encantadora. El tema de Nativos Americanos en el campamento Corazón Valiente se mostraba por si sola en muchas maneras durante mis estancias ahí, y como resultado, ese maravilloso lugar me dejó un profundo respeto hacía la cultura del Indio Americano.

Recorrí el pavimento quebrado del camino que pasaba por en medio del campamento, recordando todos los días maravillosos que pase ahí. La arena donde se realizaban los paseos a caballo... el área de tiro... la orilla del lago... Arruinados y abandonados, ellos me trajeron un torrente de recuerdos olvidados cuando se mezclaban con los olores del aire de esa hermosa región.


El primer día del campamento era como un carnaval a puertas abiertas. Un zumbido de excitación inundaba el ambiente. Se me entregaba una etiqueta de piel con el nombre de mi cabaña asignada y mi ciudad de origen, orgullosamente grabada ahí, y era guiado a mi nuevo hogar para las siguientes cinco semanas, "Bolsa de Canguro". Todas las cabañas en Corazón Valiente tenían nombres únicos: Brazo de Armadillo, Choza de Tejón, Cubil de Coyote, Pradera de Perro, Jardín de Alce, Agujero de Cuyo, Nido de Liebre, Hostería de Iguana, Crucero de Conejos, Bolsa de Canguro, Madriguera de Lince, Mansión de Chango. Estas eran las cabañas del Campamento Junior, que reunía a los más jóvenes, divididos en tres divisiones: Cuervo, Gavilán y Halcón. Yo estaba en la División Halcón, entre los mayores de edad del Campamento Junior. Cruzando el río estaba el Campamento Senior, con las Divisiones Águila y Cóndor: Colina de Antílope, Cueva de Jaguar (la cual se decía que había sido construida de dos cabañas, una de las cuales, Alcoba de Oso se había quemado hace varios años), Bosque de Venado (se rumoraba que estaba encantado, y por lo tanto no se utilizaba), Camino de Elefante, Cueva de Zorro, Cielo de Jabalina y Castillo Kudu (la cabaña mas elaborada de todo el campamento). Estos chicos mayores eran un misterio para nosotros, en el sentido de que los veíamos todos los días, pero no interactuábamos con ellos como lo hacíamos con nuestros compañeros más jóvenes. Como resultado, nos formulábamos toda una serie de conjeturas sobre su estatus y actividades.

Mientras caminaba hacía mi cabaña con mi amigable acompañante, me daba cuenta de la actividad a mi alrededor. El campo de tiro estaba en acción, paseos a caballo en progreso en el área de montar y la gente estaba corriendo alrededor jugando juegos. De todas las actividades, montar a caballo fue una que me llamo mucho la atención, y no podía esperar intentarlo.

Mi Líder de Cabaña ese verano era un joven, de cabello rubio, llamado Liam Phillips. Liam era un gran individuo, que tomaba en serio su papel de hacer nuestra experiencia divertida. Blake Ashley fue nuestro Consejero de Actividades y me dio mucho gusto que resultara así. Tome la parte superior de una litera, sobre el espacio que ocupaba un chico de anteojos llamado Benjamin Wells. Como yo, Ben disfrutaba leer libros y pasamos varios veranos intercambiando libros para mantenernos entretenidos durante nuestros periodos de descanso. El venía de una familia adinerada, altamente refinada -casi aristocrática- (su papá era un abogado) como se podía ver en las cartas de su padre, siempre dirigidas a "Señor Benjamin Wells." Ben se convirtió en uno de mis mejores amigos en el campamento, y durante los siguientes años, éramos asignados a la misma cabaña, juntos. Y como enlazados por el destino, siempre nos tocaba la misma litera: Ben en la parte de abajo, la mía en la parte de arriba. Ben era un maestro con el arco y flecha y él y su padre ganaron la competencia anual de tiro con arco padre e hijo, que se celebraba en las ceremonias de clausura cada verano, cuatro o cinco años consecutivos.

Otros en la cabaña incluían a Lawrence Seiterly, Jeff Underwood y John Armour, entre otros. Lawrence era el que mas nos intimidaba, aunque era usualmente algo amigable. Obtuvo el sobrenombre de "Greystoke" debido a su parecido a Tarzan, sin lentes, en la arena de boxeo durante un duelo en la Competencia Anual de Boxeo (el gano su pelea). Underwood era algo como un pervertido, siempre haciendo bromas y pasando gases. John era conocido por su mirada cruzada y su tic que ocasionaba que, periódicamente, moviera su cabeza de izquierda a derecha y de regreso al centro otra vez. Todos mostraron ser grandes chicos con el paso del tiempo.

Mientras acomodaba mis cosas, Liam hablaba a los que recién ingresaban sobre los eventos del día. Cuando menciono sobre cabalgar, casi brinco hasta el techo.

"¡Montar a Caballo! ¡Maravilloso! ¡Quiero hacer eso!"

"Seguro, sólo ve a la arena y hazlo," dijo Liam, con una sonrisa cubriendo su cara.

Ahora, yo nunca había montado un caballo antes, pero, había visto suficientes películas de John Wayne para saber que era importante verse en el papel. Con cuidada reverencia, me coloque mis pantalones de mezclilla Wrangler, botas, camisa y sombrero de vaquero, y salí por la puerta hacia la arena. No tenia concepto de que ridículo me veía, recorriendo debajo del calor de Junio de Texas. Mientras me acercaba al ruedo de montar, alcanzaba a escuchar murmullos, "Mira eso." Solo años después me daría cuenta que las miradas que alcanzaba a notar desde el rabillo de mi ojo estaban impregnadas de burla. No importaba. Me trepe sobre Appaloosa y recorrí una vuelta por el ruedo, la mano controladora de un instructor de montar agarrando la brida del animal, para evitar que el caballo se salga fuera de control bajo la guía inepta de un novato. El acento británico del instructor, parecía fuera de lugar, pero era un buen tipo e hizo un halago a mi forma, indicando que sería un buen montador pronto.

Descendí del caballo e incliné mi sombrero de una manera vaquera, haciendo mi mejor impresión de "El Duque" mientras recorría el camino hacia mi cabaña, sonriendo a pesar de las obvias miradas de confusión que mi vestimenta estaba ocasionando. A pesar del inicio ridículo, los caballos empezaron a ser una gran pasión para mí. De todas las disciplinas que lograría dominar durante mis años de campamento, montar a caballo fue la primera, y ascendería al nivel de instructor en poco tiempo.


Ese primer año si que abrió mis ojos. Aunque ya había sido miembro de los Pequeños Exploradores y después de los Boy Scouts, no eran comparable a las cinco semanas que pase en ese primer verano (y en cada verano que siguió) en Corazón Valiente. Las actividades eran abundantes y la comida era terrífica. El chef del campamento, era un hombre negro, enorme y musculoso llamado Billy Ray. Nunca ha habido un cocinero más prolífico, diverso y habilidoso como Billy. Desde Cajun a Mexicana al más increíble pollo frito que jamás haya conocido el mundo, Billy podía cocinar de todo. Que él lo hiciera para mas de trecientas bocas, tres veces al día, era lo suficiente increíble -que él hiciera que la comida estuviera sabrosa, era milagroso.

Parecía a muchos que el pollo era parte del menú una vez al día. Nosotros siempre sospechábamos que la esposa del director del campamento, una dama delgada y atractiva en sus cincuentas, tenía un libro llamado "Cuatro Millones de Maneras de Preparar Pollo." En realidad, no comíamos pollo tan a menudo como nuestros detractores nos querían hacer creer. Además, con la habilidad de Billy para cocinar cualquier tipo de comida, era seguro que podríamos haber comido pollo en cada comida durante nuestra estancia y no ver el mismo tipo dos veces.

Después de cada comida venían los cantos y los anuncios. El director del campamento, "Sal" Rosendahl, saltaría al escenario, en frente del micrófono y tocaría el triangulo para llamar nuestra atención. Con un fervor increíble para un hombre de su edad, el viejo maestro del campamento nos dirigiría en una serie de canciones con la flama de un hombre que amaba el escenario. Cantamos "Dixie" y la canción de pelea de "Las Fuerzas Aéreas" adornadas con finales modificados.

Cuando él consideraba que la comida había sido mejor de lo habitual (lo que seria muy sobresaliente ante cualquier medición) Sal nos haría cantar "Hello Dolly" como tributo al chef del campamento. La canción continuaría hasta que obligáramos a un apenado Billy Ray a hacer una rápida aparición, saliendo por la puerta de la cocina y de regreso otra vez, ofreciendo un breve saludo y sonrisa a los alegres comensales. Los anuncios eran realizados por un hombre de aspecto rudo, llamado Bliss Stiller, del cual su mas notable cualidad era el hecho de que aparentaba al menos diez años mayor que nuestros consejeros universitarios.

Los días estaban llenos de acción y aventura desde el amanecer hasta muy después del anochecer. Con los años me convertí en un experto de todas las disciplinas mayores ofrecidas por el campamento. Montar a caballo fue la primera, seguida rápidamente por natación y salvavidas, escalar montañas, remar en canoa, arquería y finalmente tiro -la más difícil y la más reconocida de todas las actividades del campamento. Cada verano, sin ningún plan real, escogía una área para especializarme y enfocaba todas mis energías en esa tarea, regresando a casa con una multitud de premios en el proceso.

Mi búsqueda para el título de Experto era quizás el ejemplo más egregio de la políticas internas de Corazón Valiente, donde los chicos eran (o al menos parecía que eran) recompensados no solamente en base al mérito, pero a la posición social. Era una condición que me robó un gran número de premios durante mis años ahí.

El inicio de ese memorable verano, John, un joven y antiguo Beret Verde de la Armada Estadounidense, servia como el instructor de tiro del campamento. El era un hombre alto de cabello rubio con rasgos escandinavos, y fui inmediatamente impresionado por su manera directa. El era todo negocio cuando llegaba la disciplina mortal de armas de fuego y el me inspiro de una manera que es difícil de describir.

El era de ojo izquierdo dominante, pero se entreno a si mismo para disparar con su ojo derecho, debido a que la conversión del equipo necesario para hacer un rifle de derechos que funcione con un zurdo era un complejo y complicado dolor de trasero. Tu ojo no dominante no es tan preciso -tiembla por todos lados. Así que mis blancos son del tamaño de una moneda de 25 en lugar de una de diez, pero es muy cercano. Sonrió cuando lo dijo y pude ver al guerrero en sus ojos verdes. Era emocionante.

John me enseñó todas las técnicas necesarias para convertirme en un tirador disciplinado: respiración, posición, jalar del gatillo y paciencia, y en pocos días, los resultaros empezaron a mostrarse. Los primeros cuatro niveles, todos disparados desde la posición erguida me tomaron cuatro años para alcanzar. El quinto y último nivel me tomo solo cinco días. Este rápido procreo era lo mas impactante que había sido testigo y me encontré completamente consumado a continuar con mi avance. Con el permiso del Líder de Cabaña, Hunter Lord (un compañero de cabaña) y yo empezamos a pasar casi todo nuestro tiempo en el campo de tiro.

Hunter era un chico de cabello rubio, el hijo de padres ricos y uno de los campantes mas favorecidos de los campantes de larga duración de Corazón Valiente. El había iniciado el verano necesitando un par de objetivos calificantes para la Barra Nueve, el rango que precedía al de Experto y aunque nunca fuimos realmente buenos amigos, nuestra búsqueda mutua por el nivel de Experto nos unió.

Mi progreso al nivel Experto se movió rápidamente. Los tres niveles sentados tomaron cinco días. Los tres niveles de rodilla tomaron apenas cuatro días. El primer nivel parado se fue en dos días. Fue en este punto que Hunter y yo empezamos a interactuar mas unidos. Al final del campo de tiro, tomábamos turnos al disparar, uno disparando aun par de blancos mientras otro animaba y revisaba el resultado con el telescopio.

"Anillo siete, cuatro en punto."

"Okay"

"Tranquilo, compañero," susurraba. "Relajante y déjate ir con el flujo."

Por más que intentaba, Hunter había encontrado una pared con el último blanco que necesitaba para calificar. Parecía que sin importar que hiciera, dispararía un cuarto o quinto tiro que hundiría sus oportunidades.

"Anillo cinco, seis en punto."

"¡Maldición!"

"Eso es treinta y ocho, a lo mucho, por ahora." de los cuarenta requeridos.

Un suspiro fuerte salía de todos los presentes, recordando un globo desinflándose. Un nuevo par de blancos salían prontamente, con los mismos resultados decepcionantes.

"Anillo cuatro, nueve en punto. Treinta seis máximo, ahora."

Un tiro disparado contra el muro de contención sin mucha precisión, acentuó la frustración de Hunter. "Maldito tiro estúpido..."

Esta molida continuó por días mientras Hunter luchaba para terminar. Finalmente el día llego cuando parecía que se iba a dar por vencido por el resto del verano. Bill Senter, un consejero de mucho tiempo, quien tomaba unas vacaciones por una semana, cada verano para venir a ayudar al campo de tiro estaba ahí. Todos apreciabamos a Bill, quien había sido jefe de rifles por muchos años antes de que el mundo real redujera su tiempo libre en verano, y el estaba trabajando en la mira ese día.

Un tiro disparado. Recarga. Apunta. Aprieta. ¡KER-POW!

"¿Cómo ves ese tiro, Bill?" preguntó Hunter.

"No esta mal. Continua."

Segundo tiro.

"Continua."

Tercero.

Cuarto

"¿Cómo ves ese, Bill?

"Apenas en la línea. Sigue disparando."

Todos nos mantuvimos fijos y observábamos a Hunter, no respirando ni una palabra en su dirección mientras el, cuidadosamente, cargaba, apuntaba, apretaba el gatillo. ¡KA-POW! Clic, chic. El cartucho vacío golpeaba el suelo, y Hunter colocaba el rifle en el tapete, junto a sus pies.

El alto al fuego fue ordenado y Bill, Hunter, otros consejeros y yo corrimos a revisar el blanco. Nos agrupamos alrededor de Bill mientras el escondía el blanco de nuestra vista, calladamente calculando los puntos en su cabeza.

"Felicitaciones, Sr. Lord," dijó Bill, pasándole a Hunter el blanco para que lo revisara. "Eres nuestro mas nuevo Experto." Lo había logrado.

Una ruidosa euforia y aplausos surgieron del grupo reunido

"¡Sobresaliente!" dije, golpeando su hombro.

"¡Hermoso trabajo!"

"¡Bien hecho, chico!"

Era un maravilloso momento y todos compartimos la felicidad de Hunter mientras el brillaba de orgullo. Estaba seguro que el alivio que el sentía era compartido por todos los presentes. Un tremendo peso había sido retirado de nuestros hombros, pero no era el final de las cosas para ese increíble verano. Seguía mi turno.

No me tomo mucho tiempo. Barra Ocho tomó dos días. Barra Nueve cayó en un día. Experto en solo dos más. Los agujeros en el blanco final se alineaban como las huellas digitales de una mano extendida, el de en medio exactamente en el centro.

No fallo ningún tiro. Nunca había visto a nadie lograrlo en el décimo blanco," había dicho Sal.

En la cena de esa noche, el campamento demandaba el obligatorio discurso de victoria. "¡Que hable! ¡Que hable! ¡Que hable!" coreaban.

Un sonido de silencio cae a través del salón comedor mientras me levanto hacía el micrófono. Como siempre, al sonido de la primera sílaba, un bullicio de porras hace erupción y yo saludo abatido antes de tomar asiento en la cabecera de la mesa, una vez mas.

Uno pensaría que recorrer diez rangos en un lapso de semanas -comparado a doce blancos en el mismo tiempo- sería merecedor el "Premio para el Tirador Mas Sobresaliente" pero las políticas del campamento no permitirían obtenerlo a base de puro desempeño. En las ceremonias de clausura ese verano, el premio al Tirador Mas Sobresaliente le fue otorgado a Hunter Lord, El Premio al Merito a mi. Hunter fue lo suficientemente humilde para decir lo que ninguna persona con autoridad diría.

"Tu mereces este premio mas que yo."

"Si", vino el murmullo de los otros campantes que nos rodeaban a los dos.

Cuando fue cuestionado este extraño resultado de eventos por mi completamente furiosa mamá (su ira sobre las escenas políticas del campamento no eran secretas a nadie) la respuesta débil de Bill Senter fue, "Beuno... fue tan... dramático."

"¿Dramático?" respondió heladamente. "Pensé que esto era sobre buena puntería, no habilidad para actuar."

Este no fue la única decepción que este lugar me ofreció.


El programa de avance en Corazón Valiente, era similar al de los Boy Scouts. En mantener con el tema del Indio Americano, cada nivel tenía un nombre distintivo. Rasteador era el primer rango, seguido por Cazador, Cazador Guerrero, Bravo, Bravo Guerrero y Jefe. En más de sesenta años de historia del campamento, solamente veinticinco personas habían logrado el mas alto rango del sistema de avance. Muchos verdaderos grandes campistas habían quedado cortos de lograr esta meta. Mi búsqueda para lograr el rango de Jefe se convirtió un una de las decepciones mas amargas, en las que la política y mi propia incorregibilidad conspiraban para robarme el título a solo unos cuantos centímetros de lograrlo.


Las primeras señales de que ser Jefe estarían fuera mi alcance aparecieron en mi segundo año en Corazón Valiente. Cada año, los chicos votarían entre sus compañeros por el honro de ser miembro del "Equipo del Tío Jack" Jack James, conocido como "Tío Jack," fue una vez el dueño/director del gran campamento. La leyenda dice que el Tío Jack y un grupo de hombres se fueron en un viaje de cacería al área de las colinas cerca del campamento. Cuando la noche cayó y era tiempo de ir a dormir para pasar la noche, se descubrió que no había suficientes bolsas de dormir para todos en la expedición. A pesar del clima inclemente y la edad avanzada del Tío Jack (a sus casi setenta años, era veinte años mayor que el siguiente hombre mas viejo del grupo) rehusó usar una bolsa de dormir para que alguien mas pudiera descansar confortablemente durante la noche. Esta cualidad y el lema del Tío Jack, "Dios primero, los demás segundo, yo tercero," fueron honrados con la formación del "Equipo del Tío Jack".

Ingresar al Equipo del Tío Jack requería un carácter de naturaleza desprendida, un gran número de votos de los compañeros de campamento y al menos un nivel completado de avance. Ese verano había terminado dos: Cazador y Cazador Guerrero. Había hecho muchos amigos y después de un largo verano, el cierre del campamento se acercaba. El día de la elección me llenaba de emoción. ¡Este era mi año! Había un montículo en mi camino, mientras salía del salón comedor, después de emitir mi voto.

Era un día increíble. Como muchos que esperaban recibir un favor de Dios cuando tales eventos ocurren, era súper amigable con todos los que tenía contacto ese día.

"¡Vote por ti, Jeff!"

"¡Lo vas a lograr este año!

Las palmadas en la espalda y las sonrisas de mis compañeros de campamento llenan de alegría mi corazón. Hasta mi Líder de División, un maravilloso hombre llamado Bart Aldridge me alcanzó y me llenó de esperanza. "Jeff, tienes un montón de votos este año, hijo. ¡Ya la hiciste!"

Estaba muy feliz, porque Bart había sido uno de los más pacientes y compresivos de todos mis consejeros. Lograr entrar al Equipo del Tío Jack sería una gran manera de agradecerle por toda su guía y apoyo durante el verano. Quería lograrlo por él, por nadie más.

El día pasaba con una agonizante lentitud, hasta que finalmente, mientras la oscuridad empezaba a llegar, llegó la hora de dirigirnos hacia el Campamento del Tío Jack. Procedimos en una silenciosa doble columna, pasando las cabañas de los mayores y por un valle angosto y sinuoso. Un camino marcado con velas y las caras solemnes de los miembros actuales del Equipo del Tío Jack señalaban la dirección. Tallado en la colina, debajo de un extraño árbol con tres troncos, las letras de Corazón Valiente llenaban el área en frente del espacio de asientos. Ese árbol, indicó Sal, era la representación viviente del lema del Tío Jack. "El tronco central, apuntando al cielo, señala a 'Dios primero', el tronco derecho, señalando hacía el campamento, indica 'Otros segundo'. El tercer tronco, alejándose del campamento, señala, 'Yo tercero.'"

Las letras de Corazón Valiente estaban encendidas a fuego, donde alumbraban brillantemente en el aire nocturno. En su manera respetuosa, el Señor Rosendahl, parado solemnemente en frente de los campantes reunidos, contó la historia del Tío Jack James de manera sombría. Entonces, por orden de división, los nuevos miembros del Equipo del Tío Jack eran anunciados y premiados con su banda ceremonial naranja y blanca. Era una agonía, esperando que mi nombre fuera mencionado. Un promedio de cuatro chicos, por grupo de edad eran elegidos, sin embargo, parecía que tomaba horas llegar a la División Águila. Finalmente, después de lo que parecía días, lo hizo. Estaba sentado junto a Bart Aldridge y el me palmeaba sobre el hombro. Otros alrededor de mi hacían lo mismo.

El primer nombre fue mencionado. Una sombra salió de la multitud en frente de mí y procedió al frente de la multitud reunida. Un segundo nombre fue llamado, y luego un tercero.

"Jeffrey..." el primer nombre voló en el aire como un globo metereológico. Alrededor de mi había murmullos. "... Underwood."

Mi corazón subió a mi garganta. "Bien, sigue mi nombre."

"División Cóndor..." continuó Sal. Un murmullo salió de los chicos que me rodeaban. La cabeza de Bart cayó en sus manos. Una sensación impactante y enfermiza me llenó, un puño de lagrimas bajo control por el impacto de la omisión.

"No comprendo, no entiendo," me dijo Bart mientras nos retirábamos al concluir la ceremonia de inducción. "Me siento terrible. Pensé que ya lo habías logrado."

Procedí a mi cabaña junto a los sonidos de sollozos y lagrimas que venían de otros que no lo lograron ese año. Al poco tiempo, me uní a ellos llorando, aunque lo hice a solas. Mi buen amigo, Eric Wroten, uno de los miembros más jóvenes del Equipo del Tío Jack bajó y me visitó en mi agonía.

"No puedo creerlo Jeff. Te lo merecías tanto," agitó so cabeza rubia. Entonces sus ojos se iluminaron, "Puedes usar mi banda mañana, si quieres."

Amablemente decline, pero, aprecie su noble gesto. Eric era un gran amigo.

Al final, seis veranos pasaron, seis ceremonias de inducción pasaron, seis decepciones. Una de las mujeres que trabajaban en la oficina me confió en el día de clausura después de otra decepción. "Es algo político. Nunca lo lograras por que no eres uno de los 'elegidos' favoritos. No es tu culpa." Sus palabras fueron como sal en una herida abierta, pero eso no apagó las llamas de fuego que hervían dentro de mí. Las semillas de rebelión estaban brotando y cada decepción solo servía como fertilizante.

Los veranos continuaron. Crecía firmemente por el programa de avance y entre en el primero de mis últimos dos años en el campamento, firmemente en la ruta hacia completar el rango de Jefe. Era un miembro del programa de Entrenamiento de Lideres donde chicos "calificados" (por ejemplo, cuyos padres querían proporcionar el dinero) eran preparados para ser consejeros. De hecho nos daban muy poca guía en este aspecto y pasé una gran parte de nuestro tiempo limpiando baños, surtiendo maquinas de refrescos en la sala de los consejeros y realizando otras tareas ingratas. Rápidamente me canse de tanta necedad y después de años de decepciones esta última fue mas de lo que podía soportar.

No oculté mi desagrado, muy a pesar de mi consejero, un desagradable rubio llamado Grant Besser, el director del campamento y otros. No ayudaba que era un adolescente que había pasado tres años en la escuela militar, tampoco. Levantamiento de pesas y correr cuatro kilómetros al día no hacían nada para calmar mi ira a nuestra situación. No fue sorpresa sin embargo, que cuando llego el momento de recibir la firma de mi consejero para el grado de Jefe, a pesar de ver que cumplía avanzar en base al carácter, trabajo duro y buen espíritu que el se rehusó.

Mi mamá estaba furiosa. Después de mas de media docena de años de esfuerzo diligente por mi parte y muy numerosas -y obvias- bofetadas en la cara, todas las cuales las tome con entereza, ella no podía comprender porque Grant se rehusaba a firmar mi hoja de avance.

Después de que concluyeron las ceremonias de clausura, mi querida mamá lanzo una tirada en frente de todo el campamento. "¡Después de siete años de trabajo! ¡Usted debería de estar avergonzado de si mismo!" Podía ver las venas brotar en su cuello y pensé que ella estrangularía a Grant si no la detenía.

Podía ver lágrimas en sus ojos mientras mi madre descargaba su ira en él y por un breve instante senti lastima por él.

"Esta bien, mamá. Gran, lo siento. Ella no lo dijo en serio."

"¡No te disculpes por mi!" insistió mi madre. "Este 'hombre' es patético."

Difícilmente podía culparla por sus emociones, pero al final, fui yo quien mordió la carnada y permitió que el "sistema" sacara lo mejor de mí. Iba a ser mi último verano en el campamento, cuando amablemente me fue pedido no regresas. Una carta cuidadosamente redactada al director del campamento en el siguiente verano cambio las cosas, y se me otorgo regresar -libre de cargos. La única condición era que no se me iba a permitir completar el nivel de Jefe.

Encogí los hombros ante este requerimiento. Ya era un Explorador Águila. Ser Jefe no era la gran cosa. Estaba simplemente buscando la manera de probar a todos los que me trataban mal

Casi lo logré

Con sombría determinación puse mi mejor empeño. Trabaje duro y sin quejas. Cuando otros alrededor de mi estaban de mal humor, fui yo quien los animaba a continuar. Fui yo quien me ofrecí a hacer el trabajo sucio e hice esfuerzos adicionales para ayudar a todos. Después de tres semanas de este comportamiento, mis detractores empezaron a murmurar entre ellos. "Quizás este chico va en serio."

Hice mi parte de travesuras, pero muy pocas, y la gran mayoría inocentes. En el baile del Campamento Místico, pude bailar con la única chica de mi estatura. Ella era una chica muy alta y delgada con cabello castaño y ojos brillantes llamada Katie Trungale. Que recuerde su nombre se debe más a su notabilidad más que a cualquier detalle sobre ella. Bailamos algunas de las canciones lentas y mientras era algo que no hacía con cualquier otra chica que me miraba más de una vez, logre desarrollar un leve interés en ella. Cuando la lista de representantes del equipo de tiro que fue seleccionado par ir al Campamento Místico no incluía mi nombre, prepare un plan para ir ahí. Tenía que ver a Katie, así fuera la última cosa que hiciera.

Tomando prestado un movimiento de Steve Moqueen, me escondí en la camioneta del campamento, acostándome debajo de los asientos del eje central. Mis amigos mantuvieron cerradas sus bocas durante el trayecto y oraba para que en el camino no estuviéramos involucrados en un accidente. Seguramente habría muerto si lo tuvieramos.

El Instructor de Tiro estaba muy sorprendido al verme cuando salí de la camioneta. Estaba visiblemente disgustado, pero había completado la mitad de mi misión. Espere pacientemente mi oportunidad para salir en busca de la chica alta que me había llamado la atención. Finalmente, cuando nadie estaba poniendo atención, empece a descender la colina que se dirigía al Campo de Tiro Místico. Con dos de mis compatriotas detrás de mi, no tenía ni la mas remota idea de a donde me dirigía. Solo parecía obvio que Katie estaría en esta dirección en particular. Lograr perderme completamente no cruzaba por mi mente.

Nos tomo menos de un minuto encontrar con algunas de las chicas Místicas. Cuando pregunte sobre la "mujer" Trungale, una de las chicas corrió hacía una colina cercana, hacía las cabañas que alienaban su orilla. Momentos después, la visiblemente apenada persona de mi afecto apareció. Intercambiamos unas embarazosas palabras, pero antes de que pudiéramos decir mucho, sus dos consejeras, alertadas sin lugar a dudas por las risas y chillidos de sus amigas, corrieron hacia nosotros y espantaron a los tres chicos de regreso por donde vinieron.

Escribí a Katie varias veces ese verano, pero al final, fui premiado no por una carta de amor como respuesta, sino por un silencio total.


Sam Dealy era uno de los más favorecidos -y más ricos- campantes de Corazón Valiente. Miembro del equipo de tiro y un tirador Experto por su propio esfuerzo, Sam era conocido por el rifle construido a la medida que traía al campamento cada año como era conocido por su precisión de casi mira láser. Miembro del Equipo del Tío Sam, el era uno de esos pocos, cuyas travesuras eran convenientemente ignoradas.

Uno de los privilegios de ser Aprendiz Líder era el privilegio de poder manejar vehículos propiedad del campamento. Debido a que nuestro trabajo involucraba arrastrar basura, alimentar cerdos y otras tareas, manejar esos vehículos era una gran conveniencia. Uno de los vehículos mas apreciados era una Bronco blanca. Alguna vez un espécimen inmaculado, años de uso rudo marcados por abolladuras y rayones en la pintura y una aleta negra frontal como regalo de despedida póstumo de un venado. Parecía que cada año en el campamento alguien sembraría un auto nuevo en el codo de Cola Blanca en el amino a Kerrville a unos 22 kilómetros del campamento. Frecuentemente, el vehículo no era propiedad del conductor, sino, del mejor amigo de dicho conductor, quien, en un estado de fantástica generosidad, le habían prestado el automóvil por el día. Los automóviles del campamento tenían la distinción de ser arrastrados en inundaciones en cruces de bajo nivel de agua, golpeados por venados o estrellados contra árboles en las curvas.

Sam y yo fuimos encargados de manejar al campamento del Tío Jack para ver si las recientes lluvias habían hecho algún daño al sitio. Con la tapa removida y Sam en el asiento del conductor, brinque en la caja trasera y el manejo cuidadosamente por el camino. Cruzamos el puente hacia el campamento de los mayores y nos dirigimos por la brecha hasta nuestra meta. Nos detuvimos ante una puerta de ganado cerrada y brinque para abrirla, Sam manejo para cruzarla y espero, con el motor encendido, del otro lado. Apenas había puesto mi pie dentro de la camioneta cuando piso en el pedal y se lanzo por la brecha, polvo y grava brincando hacía a tras en una nube que se podía ver por kilómetros.

Me agarre hasta de los dientes y logre entrar si matarme, mientras acelerábamos por el camino. Sam no perdía la oportunidad. Cualquier borde era una invitación para jugar a Bo o Luke Duke y lanzar nuestro "General Lee" en el aire. Aunque era un paseo emocionante, estaba mortificado de pensar que estaba activamente involucrado en la destrucción de esta pobre camioneta. Me guarde mis objeciones y me agarre fuerte.

Regresamos al campamento después de inspeccionar el sitio. Sam estaba tan frío como el hielo, fingiendo ignorancia mientras nuestra camioneta, cubierta de polvo, pasaba ante los boquiabiertos campistas y consejeros. Extrañamente, nada se dijo de este incidente. En Corazón Valiente, la destrucción de los vehículos del campamento por un miembro del Equipo del Tío Jack no aparentaba estar en una posición alta en la lista de prioridades de nadie.


Después de un agradable paseo de medio kilómetro a la orilla del Río Guadalupe, a cincuenta metros de donde una vez estuvo el Salón Comedor. Enormes árboles cipreses, con troncos midiendo siete metros o más de circunferencia, se erguían majestuosamente en algunas de las pequeñas islas de piedra y plantas en el centro del río. Otra recuerdo me llegó mientras desempacaba mi equipo y me dirigía en búsqueda de leña para la noche. Joy Bluff se alzaba sobre mí, imponiendo mas respeto que el Monte Everest. De muchas maneras, Joy Bluff era mi Monte Everest. Tanto como leyenda como realidad, Joy Bluff era la personificación de Corazón Valiente.

Se decía que el Minero Loco vivía entre las grietas y cañadas de las colinas de piedra. Un prominente árbol de roble, visible desde cualquier lugar del campamento era conocido como "El Árbol del Minero Loco." Desde este árbol, el Minero había asesinado a una familia completa que había sido atrapada cruzando su propiedad. Un lazo colgaba de una de sus ramas extendidas por varios días cada verano, colocada ahí, presumiblemente, por el mismo Minero. Marcas de cortes de sierras abundaban en su tronco. La historia era que consejeros de años anteriores habían intentado cortarlo, pero la madera era muy dura para que la sierras la cortaran.

Era también el punto debajo del árbol donde un grupo de amigos impresionables y yo vimos "Quarb" por la primera vez.

Durante mi primer verano, Liam Phillips y nuestro Líder de División, Steve Baskin, contó la historia de Quarb. Steve, un tipo sonriente con un sombrero tipo Indiana Jones y acompañado de látigo, era uno de los más grandes bromistas en la historia del campamento. De acuerdo a su historia, el dúo intrépido habían sido campantes juntos en Corazón Valiente hace muchos años. Decidiendo que bromear era más divertido que nadas en las aguas heladas del río Guadalupe, el par se escabulló de su grupo. Llegaron hasta la orilla opuesta del área de nadar del río, utilizando los árboles, que estaban a lo largo del banco de arena como camuflaje. Un claro de veinte metros era lo único que se interponía entre ellos y un perfecto escape. Los consejeros al otro extremo del banco, seguramente los verían mientras lo cruzaban corriendo. El par se vio el uno al otro y asintieron. ¿Por qué no? Con los dientes apretados de determinación, los dos corrieron tan rápido como pudieron desde el refugio de los árboles hasta el lugar seguro que los esperaba del otro lado. Uno del par patino en medio del claro, sobre una arcilla gris, pero logro llegar al otro punto debajo de las narices de los consejeros.

Formaron, de una esfera de esta arcilla, en una calavera, con ojos vacíos y boca tenebrosa y la llamaron Quarb. Quarb ocupó un lugar de honor sobre la mesa de la cabaña esa noche cuando los dos, junto a sus compañeros, se retiraron para un merecido descanso esa noche. Un ruido ocasiono que Liam y Steve se despertaran y cuando las luces se encendieron, Quarb no estaba en ningún lado. Una búsqueda frenética mostró que la calavera de arcilla gris se había movido sola por la cabaña hasta la puerta del frente. Los dos intrépidos consejeros pensaron que había sido una ilusión hasta que volvió a pasar otra vez la siguiente noche. Por miedo de sus visas, se deshicieron de Quarb el siguiente día, lanzándolo al Río Guadalupe. Él apareció la siguiente semana, en perfecto estado. Advertido severamente, Quarb fue aplastado y quebrado en millones de piezas por sus creadores y sus pedazos regados alrededor del campamento, para nunca volverlo a ver.

Unos días después de escuchar la historia, un grupo de seis compañeros, nos encontrábamos jugando en el río, no lejos de los altos cipreses que estaban cerca del Salón Comedor. Un sonido rajante inmediatamente llamó mi atención y llame a mis amigos. "¡Tengan cuidado!"

Un momento después, el sonido rajante se convirtió en una furia de ruido cuando piedras y rocas cayeron fuerte mente desde Joy Bluff.

"¡Avalanchaaaaaaa!" grité mientas me volteaba y corría por mi vida. En realidad no estábamos en ningún peligro inmediato, pero no lo sabíamos en ese momento. Cuando finalmente, y sin aliento, alcanzamos lo que considerábamos un lugar seguro, volteamos para ver lo que había pasado. Enmarcado por las hojas verdes y las ramas cafés de los árboles de ciprés, divisé una figura. ¡Era Quarb!

"¡Miren ahí, amigos!" Un viento frío y amenazante empezó a soplar y el cielo nublado sobre nosotros se torno gris oscuro. "¡Dios mio!"

Nos observamos el uno al otro, completamente asombrados, entonces surgió un grito simultaneo. "¡¡¡QUAAAAAAAARB!!!"

El más lento de nosotros demostró ser el hombre vivo mas rápido mientras corríamos de regreso a nuestra cabaña, tan rápido como era posible para un ser humano. Dos consejeros sorprendidos fueron buscados para recibir las explicaciones sobre la existencia de Quarb. A pesar de nuestros grandes esfuerzos, nunca volvimos a ver la figura en la cara de la colina. Pero, por un breve momento en la vida de seis chicos impresionables, Quarb realmente existio.


Un siseó salió cuando coloque el bistec de Sirloin y la pechuga de Codorniz en la parrilla. La oscuridad estaba descendiendo rápidamente sobre mí mientras estaba sentado cerca del rugiente río. Mi salida precipitada e improvisada solo me había permitido tomar unos pocos víveres, pero difícilmente me podía quejar. Mientras mis amigos y compañeros luchaban por sus vidas contra un enemigo atrincherado y resuelto, yo estaba sentado en la comodidad debajo de un cielo de tono naranja. En momentos, las estrellas aparecerían y los grillos empezarían a cantar. El frío en el viento era muy confortable comparado al infierno asfixiante de la jungla Sudamericana.

Como pare resaltar el punto, un rugido fuerte lleno el aire cuando un par de aviones pasaron por el cielo a baja altura, sin lugar a dudas un vuelo de entrenamiento. Pensé de los amigos que había perdido, uno en una colina, no lejos de donde estaba sentado. Saque un pequeño frasco de Vodka sueco, la levante en dirección de los cazas que pasaron y tome un pequeño trago. El calor del líquido deslizándose por mi garganta calentó mi cuerpo y sonreí, pensando de otros recuerdos entre los cipreses, juníperos y robles de este gran lugar.


Durante mi tercer verano estaba trabajando para obtener el rango de Bravo. Entre los requerimientos más escabrosos para alguien de mi edad y fuerza estaban personificados en una "Cuerda de Tarzán" de trece metros que colgaba de un enorme ciprés que estaba junto al área de natación. Para los chicos era requerido nadar hasta la cuerda y alzarse a si mismos hasta el punto mas alto, el objetivo era tocar la rama del árbol donde estaba amarrada la cuerda. Estaba mal preparado para esta tarea en mi primer intento. Simplemente carecía de la fuerza en mis brazos para hacerlo y solo alcance a trepar tres o cuatro metros. Con una amarga desilusión, me rendí y me deslice por la cuerda, dándome a mi mismo un terrible caso de quemadura en las manos en el descenso.

Estaba tan molesto que podía haber cometido un asesinato. Durante las siguientes dieciocho horas, rumié alrededor del campamento con una cosa en la mente -trepar esa cuerda. "Voy a trepar esa cuerda... Voy a trepar esa cuerda." murmuraba una y otra vez. Era una idea que me consumía.

Al siguiente día, repitiendo mi mantra continuamente, me dirigí hacia la cuerda a la hora señalada. ¡Bang! Como una bala, saliendo de una pistola, ascendí por la cuerda con una facilidad que impresiono a todos que lo vieron. Si tomó mas de cinco o seis segundos para alcanzar la rama del árbol, entonces fue por milisegundos.

"Dios mío..." dijo con incredulidad el consejero que firmo mi hoja de avance. "Nunca había visto algo así antes. Llegaste hasta arriba en cinco segundos"

Lograr esta meta me demostró sin ninguna duda de que era capaz de lograr todo lo que pusiera mi mente en hacer.


Había otras historias escondidas en las colinas de granito. Durante mi segundo verano, Will Braun, otro de los campantes elite, gano la inmortalidad cuando sacó de contrabando licor de la casa del director del campamento. Junto con otros compañeros, todos miembros del Equipo del Tío Jack. Will continuó hasta estar totalmente arrasado. Su resaca era tan fuerte que hasta yo me desperté con un dolor de cabeza.

Que él haya sido capaz de conseguir el licor no era sorpresa para muchos. No era secreto que Sal era un alcohólico en potencia y la reserva de licor que escondía en los confines de su esplendida casa era legendaria. Alguien recalcó que nunca podrían cremar a Sal "porque su cuerpo se quemaría para siempre." Los rumores decían que un año antes de que saliera el viaje anual a Monterrey (una recompensa a los campantes que pasaran su quinto verano en Corazón Valiente), Sal los busco en el autobús, en su ropa de dormir, una bebida en una mano y un coctel en la otra.

"¡Passsensssela bien chicossss!", se dice que dijo.

Hubo otras bromas y risas ese verano, de las cuales hábilmente evite. Esta determinado en comportarme correctamente y demostrar a mis detractores. Con solo pocos días para que terminara el campamento, finalmente cedí.

Corazón Valiente se escondía detrás de una gran fachada una corriente oculta -al menos para nosotros, adolescentes sin causa- de racismo. Fotografías eran requeridas para inscribirse, y de los nueve años que pasé ahí solo recuerdo haber visto a un campista negro. En la clausura del campamento cada verano, una gran cruz de hierro, parada prominentemente sobre Joy Bluff y envuelta en bolsas de lona mojadas de diesel, era encendida. El campamento cantaría la canción "La Vieja Cruz Arrugada" mientas flameaba en la noche. Aunque la vista era impresionante encontramos difícil ignorar el lado escuro de quemar un crucifijo, dado que en la era después de la guerra civil del sur de los Estados Unidos, quemar una cruz era una manera maligna de terrorismo contra los negros. Quemar cruces, plantadas en los jardines de las casas de negros eran la antesala al linchamiento de muchos hombres inocentes.

Así un día, junto a un grupo de mis compañeros, trepamos al punto alto de Joy Bluff. No teníamos ninguna misión mas que el deseo de ver el paisaje, ya que la vista desde esta colina era de inmensa belleza. Antes de descender uno de los chicos indicó que sería muy divertido colocar la cruz cabeza abajo. Reí ante la idea y me uní a ayudar a mis amigos. En pocos segundos habíamos volteado la pesada cruz de hierro de cabeza y colocado de regreso en su montura.

"Me pregunto cuanto tiempo pasara antes de que alguien se de cuenta." Pregunte mientas descendíamos por el camino.

Reimos fuertemente, "Van a matar a alguien cuando la vean."

Un consejero y algunos de los chicos mayores se cruzaron con nosotros en el camino, pero fingimos ignorancia al respecto. Nuestra reputación colectiva por hacer bullicio nos siguió, de todos modos, y en poco tiempo estábamos todos "parados firmes ante el jefe".

El Sr. Rosendahl no estaba contento y procedió a darnos a los ahí reunidos una amonestación del tipo que el mundo no había visto en años. Cuando nos pregunto a nosotros quien había sido el responsable de colocar la cruz cabeza abajo hubo un momento de silencio. Observe alrededor a mis amigos, quienes también estaban haciendo su esfuerzo para leer las mentes de los demás. Mientras miraba a los demás, levante mi mano y anuncie tranquilamente que yo lo había hecho, esperando a mis camaradas que admitieran su participación. Su admisión nunca llego y yo solo sufri bajo la ira del Director del Campamento.

"Eso es lamentable," dijo, para concluir un largo regaño dirigido a mi. "¡Colocar una cruz cabeza abajo es un sacrilegio del mas alto orden!"

"Bueno, no es peor que quemar una," respondí. "Eso es totalmente racista."

Hubo un grito apagado, seguido por un completo silencio. Nadie en la historia del reinado de Sal se había osado a retarlo de tal manera.

Observe como su cara enrojecía y luego ebullía para la explosión que era inminente. "¡No es racista! ¡Quemar esa cruz representa esparcir la palabra de Dios!"

Podía decir que estaba furioso. Me regaño mas severamente, pero no dije nada, sentado ahí con una total indiferencia. "Estábamos considerando darte el rango de Jefe, pero puedes olvidarte de eso ahora. Nosotros no damos grandes reconocimientos a chicos que voltean cruces y se masturban en las camas de sus consejeros," agrego finalmente.

Resentí el comentario, ya que como muchas otras cosas en mis últimos años en el campamento, era tomado fuera de contexto. Lo que fue realmente una broma me costo mas de lo que debería de ser y pago una pequeña suma, sin embargo.

Un día, mis compañeros estaban sentados alrededor charlando y el tema de sexo salio, como es frecuente entre cualquier grupo de adolescentes. Mis compañeros eran menores que yo por al menos un par de años y ya había escuchado antes toda las exageraciones sobre las proezas sexuales. Pare mi sonaba como puras mentiras. Cuando fue introducido el tema de la masturbación de manera casual, note que todos los que decían que nunca lo habían hecho eran unos mentirosos. Todos insistían que estaba loco y yo indique lo haría ahí mismo y en este momento.

"Te apuesto veinte a que no lo haces," dijo uno.

"Yo también."

"Si, yo también."

Me levante y extendí mis brazos en preparación. "Muéstrenme el dinero, primero." Para mi sorpresa, los billetes empezaron a salir de los bolsillos y fueron agitados en el aire. "Retírense, caballeros. Les hablare cuando haya terminado. Tengan el dinero listo."

Era una gran oportunidad para realmente para burlarme de ellos. Buscando por la cabaña encontré una botella de jabón de manos líquido. Parecía tener la misma consistencia y color que el semen. Unas cuantas salpicadas sobre el baúl del ejército de mi Líder de Cabaña dieron el efecto deseado. Cuando mis amigos regresaron a la cabaña y vieron lo que había hecho, perdieron la cordura. Al final, unas cuantas gotas de jabón de manos líquido me habían dado alrededor de setenta y cinco dólares. Nada mal, pensé, considerando especialmente que ni siquiera era mi jabón.

Toda esperanza que nuestra hazaña fuera mantenida en secreto fue derrumbada con la revelación de Sal y yo simplemente me encogí de hombros. No tenía sentidos defenderme a mi mismo y al final me retire con el resto del grupo. En poco tiempo, la ira sobre el tema de mi promoción a Jefe me alcanzó. La idea de que algún día me fuera otorgado ese rango era totalmente absurdo, y yo lo sabía.

Me senté y redacte una carta a Sal en la cual procedí a desahogar ocho años de frustración. Le indique que ya era un Explorador Águila y que ser Jefe no era algo importante en el gran esquema de la vida. Muchos, muchos chicos de un gran calibre y espíritu habían fallado en lograr el rango de Jefe. Si no lograrlo me iba a poner en la misma categoría de hombres jóvenes como Doug Wilei, Lawrence Siterly y Neil Masterson, entonces lo consideraba un gran honor personal. También señale en gran detalle que la mención de ser considerado para el rango de Jefe era pura fanfarronería "no me lo iban a otorgar de ninguna manera." Me asegure en señalar que ciertos individuos habían robado licor, abusado de los vehículos del campamento y que de los cinco que volteamos la cruz, fui el único a quien se le responsabilizó -el único que admitió que lo hizo. "La integridad de admitir cuando se comete un error es algo que muy poca gente parece poseer. Ellos son recompensados por su falta de carácter mientras que aquellos con honestidad son castigados,"

Esa noche, durante la cena y después de mostrar la carta a varios de mis amigos, marche hacía la mesa principal y la coloque en frente de nuestro ilustre Director de Campamento, hice un gesto de reto y regrese a mi lugar para observar los fuegos artificiales. Aun desde diez metros de distancia, el enojo de Rosendahl era rápidamente aparente. Mientras el leía la nota, su cara enrojecía, venas brotaban de su cuello y frente y un gesto de desagrado apareció en su cara. Un paro cardiaco era inminente y entre un coro susurrante de felicitaciones, tome un mordisco de mi comida, sonriendo por dentro y fuera.

Durante la ceremonia de clausura de ese verano, Sal hizo un esfuerzo deliberado para explicar porque se quemaba la cruz. "Para algunos, quemar la cruz es un símbolo de odio. Pero para nosotros, representa esparcir la palabra de Dios."

Mis amigos se volvieron locos ante ese comentario. "Lo lograste. Marcaste la diferencia."

De alguna manera, eso era quizás la mas grande victoria de todas.


Aunque nunca recibí mi rango de Jefe, en la ceremonia de la fogata en la noche previa al cierre de actividades del campamento, fui inducido no oficialmente dentro de ese gran grupo. Reid Shackleford y Will Braun, ambos Jefes, tomaron un momento para llevarme a su circulo al marcar mi cara y pecho con la tradicional pintura blanca que indicaba ese rango. Una de las secretarias inclusive agrego un parche de Jefe a mi carpeta de reconocimientos, el cual todavía conservo en estos días. Aunque mi nombre no fue puesto en ninguna placa, para todos aquellos que conocían el resultado, no importaba.


Observe las estrellas mientras las chispas del fuego emitían su calido brillo naranja. Un nuevo día se aproximaba en mi vida y pase lo que seguramente iba a ser mi última noche como piloto de combate, soñando los mismos sueños que había tendido durante mis años en ese campamento. Observe las mismas estrellas tintineantes, escuche la misa brisa suave y me sumergí en el sonido rugiente del gran río que fluía junto ami. Si mi carrera iba a terminar, no iba a ser lo peor que me iba a pasar. Quizás encontraría mi camino aquí, a vivir una vida en un lugar que mantenían buenos sentimientos... uno que sirvió como el fin del capítulo de una juventud despreocupada y exhuberancia libre. Quizás eso fue lo que me hizo querer a Corazón Valiente a pesar de todas las cosas negativas, ya que fue aquí, en este lugar, que tome varios pasos incómodos por el camino de la rebelión antes de tomar ese primer paso, de niño, hacía la adultez. Esta era mi Fuente de la Juventud, mi Monte Everest, mi gran amor y estar aquí entre los árboles, las piedras y el agua sirvió como una gran catarsis, limpiándome de mi miedo. ¡Si mi carrera termino, que termine! Sobreviviré. Venir aquí me ayudo a darme cuenta y seguramente había algo que se tenía que decir por eso.



por Jason W. Smith
Julio 1995

traducción Gerardo Campos De León
Julio 1998

Copyright © 1995-98 by Jason W. Smith

(Nota del autor: Este es un trabajo de ficción. Cualquier similaridad a eventos, personas, etc. actuales es pura coincidencia --aun si fue intencional)

Basado en los personajes y situaciones de
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Última Fecha de Revisión: 31 de Marzo de 2009