Ama de la Perla

Autor: JAQO
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—La vida es muy seria como para tomarla en serio... Ese dicho le correteaba en la cabeza a Ismael cual cucaracha borracha. Nunca se sintió a gusto ante los MCT (monitores cibernéticos tridimensionales) y meramente deseaba emular a su insigne madre abriéndole el corazón al pueblo. Aunque el Guía de Publicidad Comunal se encargó de producir y editar una excelente y poderosa alocución, digna del Superior de la Nueva Universidad del Caribe, él era de La Perla Vieja.
—¿Quién diría que el barrio paupérrimo de mis abuelos se convertiría en cuna del hermoso futuro del Caribe? ¿De dónde sacó Mama tamaña naturalidad? —se murmuraba...
—Dr. Rivera, ¡enderécese! —repitió uno de los técnicos.
—Si mi abuela Moncha estuviera viva le hubiera dicho: —“¿¡Vas a seguir!?” y todos se hubieran muerto de la risa, si se lo dijo yo, complico las cosas...
—Dr. Rivera, ¿necesita algo? —increpó el técnico. Ismael lo ignoró cerrando los ojos mientras aspiraba y exhalaba en un vano intento de calmar nervios forjados en la lucha. Lo que fue tan útil durante el conflicto urbano, y en la reestructuración del país, ahora era un lastre inconveniente. Tenía que enfrentar otra presentación internacional, aunque, como siempre, primordialmente Pan caribeña. Nadie quería perderse la inauguración del Centro de Arte y Cultura Ama Rivera. Sería transmitida en vivo desde La Perla Nueva, a todo el mundo, aunque Ismael prefería celebrar entre el pueblo en lugar de ser objeto de tanta atención pública.
Ambas Perlas lucían esplendorosas. En el añejo Salón Afro Caribe, Dieudonnée sacudía al público interpretando un popurrí de sus éxitos en su quincuagésimo primer cumpleaños; en la Plaza Costera Giovanni hervía el grupo "Oturaniko". "Los Pescadores" y "Los Cafreadores" derramaban su dulce lírica paseando por las calles. Enfrascados en animadas conversaciones, decenas de poetas, literatos, artesanos, pintores, e intelectuales le daban un aire de élite a los barrios que constituían "El París del Caribe". Miles de personas celebraban el humor de varios comediantes caribeños cosquilleándole los sesos a la masa, mientras comían y bebían a saciedad.
—Que bueno es ver a los niños riéndose —dijo Ismael a su esposa Adana.
—Espero verte reír pronto —respondió Adana.
—¿Eso es un deseo o una orden?
—Lo que te venga en gana.
—¿Qué te pasa?
—Papito, que últimamente andas muy seco. Parece mentira que estés así en esta ocasión. Nadie vacilaba, bajo cualquier circunstancia, como tu madre, así que síguele el ejemplo.
—Oye, ¿quieres presentar la perorata? Yo me salgo del medio rapidito.
Tras los primeros cincuenta años del Siglo XXI, el pueblo de Puerto Rico logró superar la debacle en la que se vio sumida después de ser abandonado cual vieja ramera más usada que un Skycar del '23. Ya era hora de gozar tranquilos sin el espanto del hambre y el desaliento, aunque a la mayoría de los presentes ya se les hubieran olvidado esas cosas. La gente tiene que recordar, sin dejar de olvidar. Este olvido nos llegó gracias a la dedicación, el atrevimiento, la ignorancia y la visión de un grupito de mujeres del antiguo barrio La Perla. La semilla de esperanza allí sembrada y cultivada, florece hoy en las recientes iniciativas del Parlamento Caribeño. Una transformación regional, con repercusiones mundiales, fortalecida por la ardua labor de artistas, criminales, maestros, amas de casa, envejecientes, niños, clérigos y poetas. La música fue una de las protagonistas principales de nuestra tragicomedia puertorriqueña. Por ejemplo, algunas composiciones musicales de fines del siglo anterior todavía maravillan a muchos. Esa arcaica música alentó los primeros brotes de reconquista entre un montón de negros de Santurce y La Perla, entre los cuales había un cartero (¡Cuándo la gente todavía escribía en papel!), un improvisador (¡en aquel entonces los llamaban soneros!) que estuvo preso por tráfico de estupefacientes, unas abuelas preservadoras (mi Mama las llamaba: cocolas), así como Doña Ama misma. La madre de Ismael fue la encarnación misma de la Profesión Esperanza y de La Perla. La Dra. Esteves, Coordinadora del Duodécimo Festival Internacional de La Esperanza, anunciaba el inicio de la programación de Intervisa —En diez minutos hablará el Dr. Ismael Rivera ante el mundo.
—Adana, ¿me veo bien?
—Para la vida que te has dado, luces bello.
—Deja el relajo. ¿Tengo la frente brillosa? Sabes que en esos nuevos equipos uno se ve mejor que en un espejo y no me gusta hablar con la cara cubierta de porquería.
—Algún día te darás cuenta de cuán vanidoso eres.
—¿Vanidoso?
—Olvídate de eso. Te ves bien, vas a hablar bien y luego vas a celebrar también.
—Lo de celebrar me parece genial.
Ismael escuchó la parte final de su presentación y el aviso para que saliera al podio. Trató de guiñarle un ojo a su amada Ama, pero terminó guiñándole los dos mientras contemplaba la sabia belleza que exudaba el semblante de su amada Adana. Finalmente, salió a la tarima.
Desde allí podía ver gran parte de la audiencia en ambas Perlas, en y fuera del agua. A través de los MCT podía dirigirse a cualquier persona, o grupo, en el mundo. Pero no quería hablar por hablar y le hacía mucha falta bailar imaginándose en brazos de su madre, Doña Ama.
Decidió improvisar, ignorando lo que le habían escrito y comenzó diciendo: Para Ama de La Perla, la vida era muy seria como para tomarla en serio...

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