Ama de la Perla - Parte III

Autor: JAQO
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Iraida destinó mucho arresto en acceder a su sensualidad natural. Le tocó vivir, la consabida juventud, sobre la cuerda floja de la libre expresión de su poderío carnal y la crisis ante la tentación de la hipocresía propia. Ella, a diferencia de muchas mujeres en el mundo académico en donde bregaba, sabía cómo usar su dote femenina innata. Su belleza física excitaba a fuego lento y era un don que ejercía sabiamente. No siempre, sin embargo, fue así...
Ante aquella nostalgia crepuscular, que la abrigaba al contemplar la Bahía de San Juan, no pudo más que abstraerse sumida en la evidente depresión de su amado abuelo Vicente. -Es que está tan abandona'o... Se pasa peleando por cualquier cosa... Esa hiperactividad seguida de abatimiento... -cavilaba Iraida hasta que el tierno beso entre dos hermosas lesbianas, en un banquillo contiguo, la distrajo.
-¿Qué perturbará el alma de 'buelo?- siguió absorta ante aquella obra maestra dibujándose en el cielo. -Si no fuera tan machista y hablara claro, las cosas no estarían así. Pero, como siempre se las sabe todas... Abuelo planificó una vida y se olvidó de la que le tocó vivir. Bueno, la que eligió, porque el destino es un ensueño... -se decía buscando consuelo, e inspiración, a la sombra de la Rogativa.
La historia tras aquella estatua era cautivadora y ella se le subyugó fiel. “Ira”, como le decía su abuelo “Vin”, el apodo que trajo el viejo de los EE.UU., reinterpretó aquellos anales a saciedad vía su excelente imaginación, condimentada por el cambiante entorno social que siempre la rodeó y por su virtud artística. Nadie tenía que convencerla de la importancia que tiene la apreciación de las bellas artes. Esa era su vida y pasión. Maestra de artes plásticas, historiadora del arte, pintora y escultora, fue precisamente el arte lo que salvó su agobiada alma al destacarse como artista, pedagoga e investigadora. Tuvo que luchar sin cuartel para ocupar y asentar el territorio profesional que tanto le hurtó a su alma. En fin de cuentas, jamás se hubiera imaginado que los celos, personales e ideológicos, de los “marxistas de aire acondicionado” de la UPR, le hubieran acaparado tanto tiempo.
-Oye, estas dos empezaron bien cariñosas, pero ahora esta tipa le va a sacar la lengua por el fondillo a la otra... – se dijo al pararse Iraida decidida a llamar a la única hermana que le quedaba viva a su abuelo, para que interviniera en el asunto. –Esto es la alternativa al suicidio, pero, ¡qué se chave abuelo! ¡Que arregle la cosas con titi Elizabet y no joda más! La voy a llamar por la noche.
Iraida se alejó del ser lesbiano fusionado a sus espaldas, cabizbaja y meditabunda. Un carro, cual eslabón en el consabido tapón del Viejo San Juan, relleno de raperitos con la cabeza pelá, venía con el dichoso “bum-bum” ese que encojona a todo el mundo. Ira viró por un callejón para alejarse de aquel perturbo mal vestido de música.

Sin Pelos en la Lengua