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Empresariales y Capitalismo



Yo, soy una simple y modesta estudiante de la maravillosa carrera de Ciencias Empresariales, donde se nos enseña y adoctrina para defender (y lo que es aún más abominable) creernos una serie de tesis encargadas de sostener y alimentar al gigante de los pies de barro llamado (con razón) “Capitalismo”:

No nos lleva a engaño su nombre, la hipocresía se esconde en su interior; el capital es lo importante, lo fundamental. Lo humano queda en un segundo plano, convirtiéndose en una mera herramienta que usa el capital para lograr sus fines.

La empresa pasa de ser una mera cosa o concepto, a adquirir vida propia, con su estructura (similar al esqueleto humano), con su modo de financiación (como los alimentos que consumimos) y con unos fines bien claros y definidos: La maximización de beneficios. Es una doctrina simple y de sencilla aplicación, TODO vale si maximizo el beneficio.

Este concepto es la base de muchos de los problemas que surgen del sistema capitalista y de las empresas. El trabajo (o capital humano) es un elemento más, una materia prima que sirve para producir. Baste decir que, como todos hemos podido ver, (y debido principalmente a la crisis económica de los 70), el trabajo ha pasado de ser fijo a temporal y de ser de horario completo a horario parcial lo que ha conllevado una precariedad laboral que todos estamos sintiendo ahora. Lógicamente el empresario se ve beneficiado, ya que de esta forma no está comprometido ni atado al trabajador y, aunque en nuestro ordenamiento se dice que debe haber una causa de despido, estas causas se ven ampliadas con el paso de los años, lo que está provocando una impunidad despreciable. El fuerte se hace más poderoso, mientras el débil se ve desamparado por las leyes que deberían protegerle.

El capitalismo es el promotor de estas desigualdades, y aún más, las alimenta para poder sobrevivir. Todos conocemos empresas multinacionales que, para ahorrar costes, explotan a miles de personas en países que no pueden brindar protección a sus ciudadanos o empresarios que toman represalias contra sus trabajadores si estos deciden ir a la huelga (derecho fundamental de toda persona o trabajador, que ampara incluso nuestra Constitución). Y esto no es todo, en una de mis clases de Economía se nos explicó una teoría muy interesante de un hombre llamado Malthus en la cual se basó en la creencia de que el planeta no sería capaz de alimentar a una población creciente, y a la larga, el hambre sería general (esta teoría se basa en los rendimientos decrecientes del trabajo, que no explicaré ahora).

Por suerte, Malthus se equivocó ya que las mejoras tecnológicas han permitido que los alimentos crecieran a un ritmo superior al de la población. ¿Por qué hay hambre en el mundo entonces? Se nos puede decir que en algunas zonas la mano de obra tiene una productividad inferior a la de otros países, y a lo mejor es cierto, pero lo que esos países no pudieran producir ¿no podrían conseguirlo de aquellos otros que producen excedentes agrícolas? Lógicamente la respuesta es negativa, porque normalmente esos países tienen unas rentas tan bajas que no pueden comprarlos. Y los países y empresas no estarían dispuestas a distribuir sus excedentes agrarios gratuitamente.

Pero la clase continuó y se nos explicó (en relación a este último punto que acabo de comentar) que ante una producción elevada de un bien (excedente) los empresarios se enfrentaban a un dilema de rápida solución: “Si estos bienes salen al mercado y, como consecuencia, aumentamos la oferta los precios tenderán a bajar”. ¿Forma de mantener los precios y alienar el equilibrio de mercado que tanto defienden los teóricos? Muy sencillo, destruir la producción excedente. Sí, habéis leído bien, DESTRUIR el bien que sobra y no sacar esa producción al mercado. La falta de ética y escrúpulos de estas actuaciones me dejaron anonadada.

En mi opinión, los empresarios deberían ser el estandarte de un cambio social a gran escala. Ser pioneros en igualdad, en el respeto a los derechos de sus trabajadores, en el incremento de la mejora social, en el cuidado del medio ambiente, etc. Y los gobiernos deberían fomentar este tipo de actuaciones, no fomentar el librecambismo exacerbado o la competencia desmedida. Este tipo de extremos tan sólo conducen a una situación insostenible como la que estamos viviendo en estos tiempos. La globalización amenaza con materializar y agrandar (aún más) las diferencias que hacen de este mundo un negocio para muchos.

“Para millones y millones de seres humanos, el verdadero infierno es la Tierra” (Arthur Schopenhauer)

Hechos y palabras
En defensa del "totalitarismo"