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El IV Encuentro Letras en el Borde
Arturo Zárate |
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Por cuarta ocasión, del 4 al 6 de mayo del 2001, los escritores del oriente de la frontera norte -o sur, según la perspectiva- nos reunimos en los dos Laredos, para intercambiar nuestra producción y nuestra crítica. Además recibimos ensayistas y autores de otras procedencias que enriquecieron nuestros conceptos de frontera. De nuevo tratamos de comunicarnos en dos idiomas y aun sus mezclas -marca, se dice, del vivir sobre la franja-. Con estoicismo asumimos los títulos genéricos aplicables a los festivales fronterizos: “Letras en el borde” -por acá, al menos entre Matamoros y Brownsville, lo que hay son bordos que alguna vez contuvieron un río-. De allí que con masoquismo intentásemos desglobalizar, o hacer chato -según la expresión de Roberto Tamez-, el globo, ya que el apellido “sui generis” del encuentro del 2001 fue “Desglobalizando Fronteras”. Del lado norte -lo dijo José Luis Velarde alguna vez con elegancia-, muchos siguen viniendo a Nuevo Laredo (técnicamente el viejo, por antigüedad de su población), a buscar un pasado que inspire su literatura; del sur muchos, sin ningún pasado, seguimos yendo a Laredo con la esperanza de mostrar que si no gozamos aún de un presente, tal vez nuestra producción merezca un futuro. Este contexto se convierte en el óptimo para que personajes importantes se entretuvieran escribiendo décimas -como Eduardo Langagne- y otros pésimas -como Guillermo Lavín-, como referencia estilística que les permitió intercambiar opiniones. Hay, para bien y en todos los sentidos, excelente literatura – incluso lo fueron “Las Pésimas” de Lavín-. El plato fuerte lo ofreció Luis Arturo Ramos. Si bien bastaba aclamarlo por su obra, se le invitó, sin embargo, como catedrático de la Universidad de Texas, en El Paso. Como conferencista magistral le tocó abordar el difícil tema de este encuentro, el “desglobalizar” las fronteras. Lo aterrizó poniendo el dedo en una llaga que sufre la industria editorial de ahora y de siempre: el desdeñar la buena literatura ante la opción de hacer negocio solamente con la literatura masiva -masiva hoy a nivel global-. Esa llaga, advirtió Ramos, puede infectar también a los mejores escritores contemporáneos. Sin demérito de Ramos, el plato deseado -y que le da sentido al encuentro siguió siéndolo la literatura regional recién salida, como tortilla calentita, del comal. Nos la ofrecieron múltiples escritores de uno u otro lado del río. No pocos del lado norte, mexico-americanos, continúan buscando sus raíces muy lejos: en las pirámides, en Guadalupe, en el volver a pronunciar las zzzetas -sin dejar necesariamente de “rapear” en espanglés- y en el aun darles luenga voz “shakespereana” a los “conquistadores” en su lecho de muerte. Ramón Talavera rompió con este patrón y nos brindó una detallada crónica sobre un güero travestido “sin casa” de Laredo. Y Sue Bishop nos leyó algunas páginas de su diario donde exprime las últimas gotas de su vida contemplando, en la más extrema soledad, el zacate. Algunos del sur continúan desvelándose por florecer pronto y en abundancia. No pocos jóvenes lo intentan todo como el ofrecernos de entrada entrañas. Escritores más maduros cuidan que sus obras sazonen. El ejemplo de la ciencia ficción, Schaffler, nos entretuvo con un poema sobre “bites” y “bytes”, tal vez receloso de compartir adelantos de alguna obra mayor. José Luis Velarde y Guillermo Lavín pusieron a un lado esos recelos y nos ofrecieron fragmentos de novelas aún no concluidas. Nos quedamos picados. Quienes mejor se resistieron a las prisas fueron los poetas. Nos ofrecieron obras muy bien acabadas o publicadas. Entre estos últimos estuvieron los muy consagrados Margarito Cuéllar y Eduardo Langagne. Un plato, en cierta medida, inesperado fue el creciente número de críticos que asistimos al encuentro. Manuel Martín Rodríguez, por ejemplo, comparó las literaturas de migrantes en las fronteras del Bravo y del Gibraltar. Cipriano Cárdenas reconstruyó la historia del periodismo en español en el Valle del Río Grande. Ana Patricia Rodríguez, quien vino desde Maryland, revisó la obra de salvadoreños en los Estados Unidos. No faltamos quienes nos interesamos en la narrativa hoy producida en Tamaulipas. Lo que nos alegró en especial fue la presencia de Orlando Ortiz, maestro de muchos de los actuales escritores, quien revaluó a Ignacio M. Altamirano. El encuentro fue la ocasión, para muchos que vivimos lejos de las librerías selectas, para adquirir publicaciones de Ortiz, Ramos y Langagne, para hacernos de ejemplares atrasados de la revista A Quien Corresponda y para tocar, al menos, los ejemplares únicos de la revista Cariátides. Fue además la ocasión para que escritores locales presentasen obras recién salidas de las prensas. Recomiendo la antología Bajo el signo de Alpha, producida digitalmente, que reúne doce relatos de ciencia ficción mexicanos, y la antología El cuento fantástico en Tamaulipas, recopilada por Orlando Ortiz, y que reúne 21 obras, casi todas de este género. Parte importante del evento fue el sentarse a comer y a platicar. Lo hicimos por buen rato en “El café del barrio”, en Laredo. La convivencia, sin embargo, no es siempre posible en la zona fronteriza. Orlando Ortiz no pudo disfrutar las actividades en Laredo porque no traía papeles para pasar a Estados Unidos. José Cardona no pudo disfrutar las actividades en Nuevo Laredo porque no tenía papeles para regresar a los Estados Unidos. Cabe agradecer finalmente a los anfitriones por el esfuerzo, entre ellos el fidelísimo Héctor Romero de la Casa de la Cultura de Nuevo Laredo; William J. Nichols, de la Texas A&M International University; Guillermo Lavín y José Luis Velarde, de A Quien Corresponda.
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Premio Nacional de Periodismo. Investigador del Colegio de la Frontera. Especialista en retórica. Observador de los hechos literarios tamaulipecos. Arturo otorgó sus puntos de vista en todas las ediciones de Letras en el Borde. Ha publicado diversos libros en tormo a la comunicación. Otros textos del autor en el sitio: Ciencia ficción en Tamaulipas: la visión de los épsilon
Letras en el Borde dejó de celebrarse en el 2003. Esperamos que vuelva pronto. José Luis Velarde
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