Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
  Una Voz Que Pide Ayuda

Tercera  Parte


 

- No teman, soy yo, su Isla Nena.  El bello sitio que pisan, es mi débil corazón que sufre por los terribles bombardeos a que soy sometida.  Los llamé para que les avisen a los habitantes de la Isla Grande que pronto dejaré de existir.  Mis habitantes quieren morir conmigo.  Por más que les pido que se vayan, no se van.  

 

- Ya no puedo soportar más las enormes heridas de tan mortíferas armas.  Ya no puedo resistir  más la nube radioactiva que me asficia.  Si yo muero, la nube se irá a la Isla Grande y los matará a ellos y a mi madre también.  Diganles que HUYAN, que huyan, que huyan... 

 

La voz se fue apagando lentamente.  Los imperceptibles latidos de su débil corazón ya no se sentían.  Al morir su voz, las acogojadas creaturitas volvieron a flotar volando.  Observaron cómo las centenarias lágrimas de aquella infortunada isla se convertían en estalactitas que el tiempo congelaba para siempre.  Las adorables creaturas sabían que nada podían hacer.  

 

La compaciente avecita, alzando su graciosa cabecita al cielo y cerrando sus tristes ojitos implora:  ¡Oh, Divino Creador ten piedad de nosotros. ¡Salva a los habitantes de esta Isla que se muere y salva a los de la Isla Grande también! 

 

La tímida ranita, juntando sus patitas delanteras como en oración, hablando quedo, como si temiera que alguien escuchara sus plegarias, musitó:

 

-¡Dios mío, te prometo que si salvas a la Isla Nena y sus habitantes,  cantaré día y noche para tí, todas las horas del día, todos los días del año, noche y día, día y noche, en agradecimiento a tu infinita bondad!

 

El caballito de paso fino yacía en el suelo, postrado, llorando.

 

De momento, una gran algarabía sacó de concentración a las hermosas creaturitas.  Una gran cantidad de gente inundó la Isla Nena.  Era tanta la multitud que no se podía caminar entre ella.  Todos cogidos de la mano auyentaron a la maldita águila aquella que les había quitado su razón de ser.

 

El coquí, temblando de emoción no podía articular palabra alguna.  Miró tímidamente a la cotorrita y al caballito aquel.  Con esa mirada les había comunicado que ya habían cumplido con la encomienda.  Todos al unísono se abrazaron efusivamente.     

 

La ranita, haciendo un supremo esfuerzo por controlar su nerviosismo, abrió su boquita ancha, y las notas salieron claras, diáfanas, nítidas...

 

- ¡Coquí, coquí, coquí!

 

La multitud, al oir el canto del coquí, llorando de alegría se abrazaron.  Habían encontrado sus raíces.  Se encontraron a si mismos.  

 

Al romper el alba, la seca vegetación reverdecía con más intensidad que nunca.  ¡La Isla Nena resusitaba!  Los frutales, daban fruta.  Las flores, florecían.  Las semillas, germinaban.  El mar, susurraba.  El sol, alumbraba.  

 

La gente toda salía a las calles gritando, celebrando.  La isla surgía más verde, más linda, más bella del eterno e inmenso mar.

 

Mientras tanto, ya en la Isla Grande, allá en los verdosos valles de la montaña paraíso, el intrépido caballito de paso fino cabalga libre, feliz.  En cada una de sus pisadas va dejando impresas la huellas de su nobleza y majestuosidad.

 

Y acá, en el tronco de un espigado Palo Colora'o, vive llena de alegría la valiente cotorrita criolla con sus recién adorables retoños, sin miedo a ser perseguida.  Y abajo, el alegre y tímido coquí, cantando jubiloso, todas las horas del día, todos los días del año, día y noche, noche y día, su hermosísima Canción Verde...¡Canción de esperanza y libertad!  

 

Rey Acv2

 

FIN

 

Primera Parte        Segunda parte       Tercera parte

Home     Mis Mejores Amigos     Mis Pasatiempos Favoritos     Escribeme