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Paginas 2, 3 y 4.

Héctor Rojas Herazo,
El maestro (1921-2002)


A los ochenta y un años la edad en que muere, Héctor Rojas Herazo era uno de los clásicos de la cultura colombiana y uno de los más grandes escritores de América Latina. Era, también uno de los creadores artísticos más valorados por las generaciones del país, y su obra era y es objeto de decenas de artículos y comentarios tanto en publicaciones nacionales como en centros académicos internacionales. Además de ser uno de los novelistas que introdujo, al lado de Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio, la modernidad narrativa en Colombia, fue uno de los protagonistas de la modernización del periodismo colombiano y continental. Escribió la columna "Telón de fondo" durante casi 30 años, en la que, desde el tratamiento de temas muy diversos, se propuso contribuir a la construcción de una nación moderna.

Fue además uno de los pintores que renovó la plástica nacional, combatió el cosmopolitismo de segunda mano, defendió los aires renovadores del grupo de Antioquia y se enfrentó a la dictadura crítica ilustrada de Marta Traba. Fue un poeta esencial de la historia literaria nacional, que se atrevió a plantear las bases de una lírica renovadora, en la que confluyeron diversas influencias, tanto nacionales- la revaloración de la herencia poética más cercana- como las internacionales - las nuevas corrientes americanas, españolas y norteamericanas-. Como polemista, con lucidez y pasión aspiró siempre a despejar los ostensibles rezagos y los perjuicios paralizantes de la vida nacional. Nacido en Tolú en 1921, fue además un caribe universal, que se sentía cercano por igual a Luis Carlos López y Clemente Manuel Zabala pero también a Baldomero Sanin Cano, Jorge Zalamea y Jorge Gaitán Durán; a los cumbiamberos costeños pero también a Louis Armstrong, a Barba Jacob y César Vallejo, a Federico Fellini y a Rufino Tamayo, y un amigo generoso que ejerció con plenitud vital un magisterio insobornable en la defensa de entender el mundo. A pesar de su convicción de defender la individualidad creadora, participó de maneras muy diversas en varias de sus experiencias colectivas y de los procesos más importantes del siglo veinte: los grupos Cartagena y Barranquilla, la revista Mito, el suplemento de El Tiempo, la búsqueda de una identidad plural.

Rojas Herazo fue desde los años cuarenta, uno de los primeros y ya maduros periodistas que saca a la crónica y a la opinión de su centenario doctrinarismo, su patética quietud estilística, su obsecuencia política y su lenguaje petrificado, y las enriquece con las contribuciones de la literatura, también entendida ya de otra manera, asociada a nuevas nociones de lenguaje, ritmo, tratamiento y enfoque.

Su obra narrativa que articula conexiones esenciales con su poesía y su periodismo - se inicia a principios de los años sesenta con "Respirando el verano", su primera novela - en la que una estructura fragmentaria, el uso recursivo de monólogo moderno y de las audacias liberadoras del cine, enseñan la interioridad turbulenta de una familia, cuyo centro es ya Celia, el personaje capital de su novelística.

Allí cada destino de la asunción de un desconcierto la ambigüedad del afecto, la incertidumbre del sexo y la soledad irrebasable crean un conjunto de aplazados que hallan en el rencor y silencio tal vez la única posibilidad de relación. En 1967 gana el premio Nacional de Novela Esso con "En noviembre llega el arzobispo", que profundiza la saga del Cedrón, la visión de la familia y de Celia se amplía en una comarca por la ardentía del clima y la imposibilidad del progreso pero especialmente por las irradiaciones tácitas o manifiestas, amenazantes y enloquecedoras, del terror colectivo.

Y en donde el miedo- sentimiento central de su novelística- refuerza la tragedia primigenia de la incomunicación humana. "Celia se pudre", su novela capital, mezcla de piedad y sarcasmo, de lujo barroco y perfección coloquial, es una autoconfesión cifrada pero también un vasto proceso de autorreflexión sobre una nación casi inexplicada y tan exigente en su comprensión como la propia estructura novelística que el autor propone como metáfora de la locura y la grandeza de Colombia.

Hacia el inmediato futuro esta obra constituye una de las referencias más notables de la inteligencia caribe y colombiana, de su agudeza ante la peripecia social y su compasión por el destino humano, de la sensualidad de las formas y la potencia del pensamiento, y de su ambición universal. Rojas Herazo alentó desde sus inicios el nacimiento del Observatorio del Caribe Colombiano, y su obra es una de las luces más altas para transitar entre las tinieblas del duro camino.

Paginas 2, 3 y 4.