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BOCADILLOS DE PRENSA

Vanessa, una bella mariposa

El Tiempo, dic. 11/03

Cuenta la leyenda que si alguien quiere que su deseo se convierta en realidad, debe capturar una mariposa y decírselo al oído. La mariposa no emite ningún sonido, pero a través de ella, el Gran Espíritu del reino animal oye y si quien pide el cumplimiento de su sueño libera a la mariposa sin hacerle daño, los cielos concederán el beneficio.

Con esta leyenda, tomada de las tradiciones de su Chocó natal, la ex señorita Colombia Vanessa Alexandra Mendoza presenta hoy la fundación que lleva su nombre, para ayudar a los niños enfermos de su región.

Cinco menores ya están recibiendo atención en salud. La ex reina está agradecida con el Gran Espíritu y con su mariposa. La presentación fue a las 7:30 p.m., en el hotel Casa Dann Carlton, de Bogotá.

El reportaje ganador fue sobre los paseros de Pie de Pató

El Tiempo, dic. 14/03.

Tomar la foto para el periódico de mañana no es el objetivo principal de Edgar Domínguez, fotógrafo de El Tiempo en Medellín.

Con la idea de registrar imágenes para la posteridad viajaría al Chocó, para realizar un reportaje gráfico con los paseros de Pie de Pató.

Este trabajo lo hizo merecedor del primer premio en la categoría de diversidad cultural en el concurso de reportaje gráfico sobre Derechos Humanos, organizado por la oficina de Derechos Humanos de la ONU y la Fundación Dos Mundos el pasado miércoles en Bogotá.

El oficio de los paseros consiste en transportar a otras personas en sillas que cargan sobre sus espaldas, recorriendo caminos empinados.

Su trabajo, que obedece más a una necesidad que a un interés por conservar la tradición, desaparecerá gracias a la culminación de una carretera que pasa por la zona.

Los rituales mágicos de los jaibanás

El Tiempo, dic. 14/03.

La jaibaná Delma Jumí limpió toda la tarde con jabón en polvo el piso de tablas de su tambo. Tenía que estar pulcro para la ceremonia de sanación.

La mujer, una de las pocas que tiene poderes sagrados entre los emberas, vive en un rincón de la selva del Chocó, en Unión Embera katío, un pueblo indígena a un día de viaje de Riosucio por el río Salaquí, a donde no llega ni la televisión ni la luz. Solo las pestes y la guerra.

Delma, que llega a los 47 años y que tiene dos hijos, es hija de Diógenes, un gran jaibaná con más de 15 bastones, que murió hace 30 años. Ella aprendió ayudándole a su padre desde niña en los rituales y desde hace más de siete hace de jaibaná en el que ha atendido a unos 30 enfermos.

A su tambo no solo llegan indígenas sino paisas, como llaman a los blancos y negros que no han huido de la región.

Los jaibanás se convirtieron en las ‘aspirinas’ de sus comunidades y su medicina tradicional es la esperanza en estos tiempos de guerra.

Delma es una de las encargadas de mantener la tradición. A la medianoche, en medio de la oscuridad de su tambo, las niñas que la acompañan bailan dando saltos sin ritmo con sus pechos al aire, gritando con timbre animal, ‘arijiji, arijiji, arijiji’. Golpean un envase de aceite para motor de lancha como si fuera un tambor.

Delma, con su bastón de balso, con la talla de un mico en su mango, regaña a los espíritus y reparte aguardiente a los asistentes. Así llegan las tres de la mañana, cuando el ritual termina. Al amanecer solo quedan en el tambo tres botellas vacías y las colillas de diez cajetillas de cigarrillos.

Ya con la luz del día, Delma dice haber encontrado en los espíritus una explicación de lo que les pasa a los niños, que ya no lloran, sino que duermen.

Los espíritus le dijeron que fuera al huerto y cortara unas hierbas para aliviarlos. Para la fiebre se usa el matarratón y para espantar las lombrices, el paico. A los tres días se hará otra ceremonia. Delma permanecerá con los niños en su casa cuanto sea necesario. Durante este tiempo no podrá cocinar, toda su mente está concentrada en la curación, ya que en estos pueblos, una gripa o una diarrea puede ser tan peligrosa como una bala, y el único remedio que les quedan son los cantos de los jaibanás.

26 familias volvieron a Juradó

El Tiempo, dic. 12/03.

Un temporal que arreció durante más de trece horas sobre el Pacífico chocoano, tuvo ayer en vilo el traslado de 26 familias que después de cuatro años de vivir en ese país fueron repatriados ayer y devueltos a Juradó, en la costa pacífica colombiana.

Las condiciones climáticas, sin embargo, mejoraron y permitieron que pasado el mediodía el Independencia, un buque de bandera panameña, iniciara la travesía con las 85 personas, entre ellas 39 adultos y 46 menores, rumbo al caserío del que huyeron justamente el 12 de diciembre de 1999, tras un ataque de más de 18 horas de las Farc.

La embarcación avanzó por el océano durante parte de la tarde, mientras en Juradó, personal de la Fuerza Naval del Pacífico los esperaba para proceder al desembarque de la gente.

"Como el buque no puede desembarcar a los desplazados pues no puede fondear en esa parte de la costa, la Armada los transbordó en lanchas, hasta que los pusimos en tierra, donde se reencontraron con sus familiares", dijo el almirante Álvaro Echandía, comandante de la Fuerza Naval del Pacífico.

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