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LA COLUMNA DE MENA MENA

El hospital San Francisco de ayer y hoy

Mientras agoniza en su interior, invierten en embellecimiento exterior.

Solo quienes en algún momento de la vida hemos tenido alguna emergencia de salud y en esa desgraciada circunstancia acudimos a nuestro hospital regional, San Francisco de Asís, podemos saber y comprender lo grave que es nuestra situación hospitalaria: hacinamiento permanente, pacientes en el piso, asfixiante calor, donde parece que la limpieza y el aseo fueran imposibles. Un ambiente que en lugar de aliviar conspira con el anhelo íntimo de mejoría que buscan los pacientes. Solo la resignación y fe cristiana sobrepone al ser humano en su lucha de vivir o morir. Es el drama cruel al que los chocoanos tenemos que enfrentarnos en algún momento en nuestro peregrinaje, que nunca sabemos cuando llega.

Pero en la existencia del "San Francisco de Asís" no siempre fue así. Hubo sacrificio, entrega absoluta, honradez yapostolado. Vimos los quibdoseños a un mártir haciendo de todo, de cirujano e internista, visitando a sus enfermos de noche y día. Julio Figueroa Villa entregó a esa causa, vida y juventud, comodidad y riqueza. Bien merecía perpetuar su nombre en el recuerdo de nuestro hospital regional, aunque no lo mereciera hoy. Vimos también un científico incipiente, gloria después de la medicina nacional, Tufik Meluk Aluma. A un apóstol, Juan Luna Garrido, que en el ejercicio de la medicina hasta sus noventa años, atendiendo a su gente, recibió más "gracias" que pesos. Y también vimos, por años, llenando el hondo vacío que dejara Julio Figueroa, en un momento crucial, a Carlos Piñeres Fuentes, estrenándose en su oficio médico con destreza, eficiencia y acierto, que satisfizo la expectativa y el desaliento reinante entonces después de

la partida del más querido y añorado galeno chocoano. Ese fue el "San Francisco" de ayer.

Cómo no nos hierve la sangre hoy, cuando vemos que en el exterior del hospital se invierte dinero en la construcción de jardineles de su entrada cuando en su interior existe un verdadero y vergonzante infierno. Donde hay carencia de los más elementales y necesarios medios que pone en riesgo la vida de los pacientes y la responsabilidad y prestigio médico de quienes allí atienden.

Sabemos de un cirujano que después de una intervención quirúrgica no encontró sutura, que nunca se imaginó que pudiera faltar. Ante el temor de un fracaso que nadie pudiera explicarse prefirió renunciar. Es bastante sabido que los pacientes deben llevar sábanas y fundas, antibióticos y calmantes.

Ante toda esta tragedia humana, ¿cómo es posible que una administración gaste dineros en embellecimiento

exterior? Así exista destinación especial, es una inconsecuencia que deja mucho en que pensar y altera el ánimo por resignado que sea la comunidad quibdoseña. ¿En donde está Colorado, que no dice nada...?

Juan de Dios Chaverra 

Dejó de existir este prototipo del viejo educador chocoano: prudente, abnegado y sabio.

Entregó su vida a la educación de la juventud y cosecha de su tierra con puntualidad y exactitud irrenunciable. En alguna oportunidad gerenció la educación pública departamental con responsabilidad y pulcritud admirables. Logro y virtudes que escasean hoy en la liviandad de una profesión que se desdibuja por contenido y calidad. Fue Juandecha ciertamente un gallardo exponente de una especie, que para infortunio del Chocó, se extinguió. Mi condolencia sincera para su digna esposa y familia.  

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