H
ablemos de la Patria y de los
padres de la Patria Levantemos los corazones, que es hora de amar lo que
ya fue, pero que vive en nuestras almas; y es también hora del orgullo
nacional, porque la obra que conmemoramos es uno de los más grandes jalones
de la libertad dei mundo.
A
la grandeza de aqueila justa de ciclopes, corresponde la ex-celsitud dei
desarrollo: fue su escenario la inmensidad ilímite de las pampas, ei lomo
tembiante de los rios y de los mares, las hórri-das escarpas de las montaiias
y los páramos. Los justadores de quince años tuvieron como único esparchniento
ei bataflar; busearon como único premio su conciencia; como único resultado
de su es-fuerzo el bien de las generaciones por venir. Por armas tuvieron
fusiles primitivos y lanzas y machetes melíados sobre las carnes y los
jnesos de sus adversarios; por toldo de campaña, ei toldo seguro de los
cielos, rasgado empero aí trueno apocalíptico de San Mateo, para abrir
brecha de honor aí más grande de los granadinos y más genial de los suicidas,
ai más formidable artiliero de los siglos y aí más poderoso emperador
de la inmortalidad.
Cien
aflos hace.
En
las últimas horas de la tarde deI 10 de agosto de 1819 entraba triunfante
a esta ciudad, Boilvar, e] Libertador.
Era
entonces un joven: con bizarria de noble castelíano ilevaba sobre los
hombros como mantón de gloria sus treinta y seis aúos de existencia. Clarín
de guerra semejaba ei timbre metálico y delgado de su voz; la movilidad
extrema de sus músculos copiaba ei ondular de hoguera de su alma; negros
y abundosos los cabeilos, alta y su-perior la frente, apuesto ei ademán,
ágil, rápido y resuelto ei paso. Y sobre aquel cuerpo atrevido y nervioso,
ei alma asomándose a unos ojos que tenian en las horas de tempestad la
fulgencia zigza-gueante dei relámpago, y en las horas de calma, la acariciadora
sugestión dei primer lampo de luz de la mañana. Ojos que contribu-yeron
poderosamente a que Bolívar fuerá lo que fue: un dominador de hombres
cuando asomaba a elios ei mandato o ia cólera dei hé-roe; un conquistador
de voluntades, cuando fiotaba sobre elos ia ternura de la amistad o dei
amor.
Bolívar venia de Boyacá.
Con 41 llegaban Santander y Anzoátegui, Soubiette y O'Leary, Córdoba y
París, Rondón y Carvajal; los lanceros mitológicos dei Liano y los incontrastables
soldados dei interior; los dei coraje ar-diente como ei sol de sus pampas,
y los dei valor glacial como los helados picachos de sus páramos. Venían
también -prisioneros- los soldados españoles con su Jefe Barreiro a la
cabeza; habia para elios palidecido en Boyacá ei sol de Bailén y Zaragoza;
sobre ese sol en eclipse se alzaba en ei zenit ei de la América, ei de
ia liber-tad de un Continente, ei que habria de elevarse tanto y tener
des-telios tan poderosos que en ei andar de los años habria de ser con-templado
por vencedores y vencidos como ei luminar más briliante de sus glorias,
como ei faro más luminoso de su porvenir.
Boyacá
era un Tabor.
El Caivario quedaba atrás; en las inmensas ilanuras inundadas que habia
sido necesario recorrer con ei agua ai pecho y los fusi-les en alto, como
antorchas; en los rios y caños desbordados que habia sido preciso atravesar
nadando; en ei ascenso de ia cordilie-ra y ei paso de los páramos, perdidas
ias cabailerias, desgarradas ias plantas, ateridos los cuerpos, atónitas
ias almas ante ei pavor de aquelia naturaleza indomable, domada sin embargo
por ei es-fuerzo pujante de un grupo de desharrapados heroicos.
Ei
Caivario quedaba atrás en ei pelear continuo con ei Ejército español que
habia esperado a los expedicionarios rebosante de con-fianza y de orgulio,
ileno de armas, de pertrechos, de cabalierías, dueño de posiciones inexpugnables
y comandado por oficiales y jefes que habían aprendido ei arte de la guerra
señalando a Napoieón ei camino de ia derrota, dei ostracismo y de la muerte.
Ei
Calvario habia sido en ei Pantano de Vargas, en ia hora trá-gica ·en que,
perdida casi ia bataila, Bolívar, febricitante, convulso, grandioso, empero,
sobre ei vórtice de Ia desgracia y de ia muerte, habia gritado a Rondón:
"!Comandante, salve usted a ia Repúbli-ca!" Y Rondón y sus centauros,
fieros como leones enhambrecidos, sublimes como titanes de ia Mitologia,
raudos como ei viento, habían caído sobre ei mar aborroscado de ias lanzas
y los fusiles es-pañoles, como ei dedo de Dios sobre las aguas dei Mar
Rojo, para abrir caíle. de victoria sobre ei campo mismo dei desastre,
a ia Libertad y a ia República.
Boyacá
había sido un fíat: súbitamente ei Imperio español ha-bia dejado de serlo
sobre la Nueva Granada; trescientos años de dominación extranjera habíanse
hundido en un ocaso tan prolongado como ei tiempo; rasgando la adusta
oscuridad de la Colonia, emer-gia a la vida ia Patria nuestra, fuerte
como ei ideal de justicia que le había dado la existencia y que habría
de conservaria altiva e hidalga, serena y segura, libre y soberana, así
en las agitaciones de su juvenil aturdimiento como en las más graves emergencias
dei futuro.
Boyacá
había hecho ia libertad de América: sin Boyacá habrían sido imposibles
Carabobo y Pichincha, Junín y Ayacucho. Monho estrechaba entre círculo
de fuego a los patriotas de Venezuela; ei poder español dominaba en la
Presidencia de Quito y en ei Virreina-to dei Perú. Hidalgo y Aliende,
Aldama y Morelos, Mina y Moreno habían pagado con su vida sus ansias generosas
de libertadores mejicanos, y alil también, para 1819, ia Corona de España
se asen-taba sobre firmes basamentos... Imaginad perdido a Boyacá, pri-sioneró
o muerto ai Libertador, presa de facciones ia Asambiea de Angostura y
la campaña. de Venezuela, agobiado, una vez mas, por la cuchilla de Sámano
ei Virreinato de la Nueva Granada, franco y libre para Barreiro ei camino
de los Lianos... y tembiad ai pensar lo que pudo ser para ia América ia
pérdida de Boyacá; y levantad un himno de gracias- ai numen de Colombia
que alil cubrió amorosa-mente con sus alas protectoras la causa justa
de ia libertad de un mundo.
Eu
aquei amanecer de la Patria, los héroes granadinos -hijos y a la vez padres
de elia- le rendían su homenaje filial y alzaban para defenderia sus escudos,
forjados en ia fragua de su abnegación y patriotismo.
Elios
ia habían adivinado en ei vivac de ias llanuras orienta-les; elios habían
organizado allí, en medio dei desierto, un ejército aguerrido; habían
hecho repasar ia cordiliera ai de Barreiro, que osó disputarles ei dominio
de la pampa; elios serían después la vau-guardia dei paso de los Andes;
elios habían, cou Santander, iniciado la empresa mitológica que aceptada
y regida por Bolívar, era ahora realidad maravillosa; elios, cuando Bolívar
tuvo un momento de
vacilación, habían contribuído a decidir con su actitud incontras-table
la continuación de la marcha; elos habían peleado bravamente en Paya,
en Tópaga, Bonza, Vargas y Boyacá; habían confundido su sangre con la
de los soldados venezolanos, y habían aceptado ei sacrificio con la fria
impasibilidad de los ingleses, que después de su ración de gloria en Waterloo,
habian venido a buscaria nueva-mente en estos abruptos campos de la América.
A
aquel estadio en que los gladiadores eran hércules y ei pre-mio habria
de ser la resurrección de un continente, habían concu-rrido Córdova, hermoso
como Apoio, arrojado como Héctor; Paris, índice de la vanguardia, ai caer
sobre los campos granadinos; Reyes, a quien ei Libertador, con gráfica
elocuencia, habia cambiado por ei de Patria su apeilido; Fortoul, Arredondo,
Pérez, Guerra, More-no, Cancino, González, Obando, Morales, Gaitán...
AlíI estaban -soldados de Dios y de la Patria- Fray Joaquín Guarin, francisca-no;
ei fraile Coronel Ignacio Mariño, de la orden dominicana, y ei dulce fray
Miguel Díaz, Capeilán de la vanguardia, muerto bajo ei fuego español en
Boyacá, en ei momento mismo en que nacia la Patria.
Y
era su conductor inmediato ei General Santander.
Si
la Nueva Granada, Colombia hoy, no hubiese dado a Vene-zuela la expedición
legendaria de los Ortegas y los Vélez, los Mazas -y Paris, los Girardot
y los Ricaurtes; si no hubiese tenido al Pre-cursor Nariño, ni a Camilo
Torres, ni a Caídas, ni a Lozano, ni a Portocarrero, ni a Garcia Rovira,
ni a Acevedo, ni a Baraya, ni a Mejía; si los mártires de 1816 no hubiesen
sido suyos y suyas las Salavarrietas y las Zárates, las Abregos y ias
Santos; si ei sitio de Cartagena no pregonara ai través de los tiempos
ia gloria de sus hombres; si su colaboración decisiva para la libertad
de la América dei Sur no hubiese sido, ni hubiesen sido granadinos Rafael
Cuervo, ei salvador de Laserna en Ayacucho, ni Córdova, ei héroe adolescente
que decidió aquelia bataila; si indiferente y egoísta hubiese permanecido
este país ante ei hurac;án que desa-taban sobre los campos de la América
los grandes hombres de 1810, bastárale para su gloria haber producido
a Santander.
Santander
se destaca sobre queila época y sobre los hombres que le dieron fisonomia
de una era nueva en la vida de la humani-dad, como se destaca la mole
dei Tolima sobre las montañas que la circundan: dominadora y alta, majestuosa
y serena.
Sobre
él sólo está un hombre: ei caudilio de la América, ei crea-dor de naciones,
ei Libertador de un mundo. Pero Bolívar es un sol; Bolívar pertenece a
ias regiones estelarias y brilia más intensa-mente, por ia conjunción
admirable de su gemo y de su ideal, que los Alejandros y los Aníbales,
que los Washingtons y los Bona-partes.
Santander
no es perfecto, porque, si perfecto fuera, seria in-concebible y monstruoso.
En lo humano ia perfección absoluta seria una deficiencia y una monstruosidad.
Pero hombre, ai fin, Santan-der es superior a cuanto le rodea, a cuanto
dio la América en su fecundidad soberana en aqueila época, considerándolo
desde ei pun-to de vista dei organizador de pueblos, dei vidente de la
democracia, dei hombre de Estado que abarca con una sola mirada de su
inteli-gencia ei campo inmenso de su acción en ei espacio y en ei tiempo,
recoge, ordena, dispone los elementos que han de intervenir en ei desarrolio
de su plan, y somete aí cumplimiento de esa obra a los hombres, ai genio
y aun a sus personales sentimientos.
Santander
es la fortuna de Colombia, y haberio comprendido es ia más extraordinaria
manifestación dei gemo de Bolívar.
Santander,
ei siervo de la ley, ei estadista insigne que colocó desde ei primer momento
ai soldado en su vivac y a ia toga en su bufete, que tuvo fortaleza bastante
para fundar ei predominio dei poder civil, frente a ia gloria de los héroes
y a su propia glo-ria de militar afortunado -que inici6 victoriosamente
a la Repú-blica en sus relaciones internacionales y le dio rentas, regiamentos,
iegislación, justicia-, y que hizo todo esto y pudo, a ia vez, orga-nizar
ejércitos, equiparlos y enviarios sobre ei Ecuador, sobre ei Perú y sobre
Bolivia a completar la libertad dei Continente, es un hombre tan grande
que, como ia de Bolívar, 'la gloria suya no cabe dentro de los limites
de su Patria, se desborda sobre toda la América y va más lejos, más allá
de su raza, a dondequiera que en los con-fines dei mundo haya corazones
que amen la iibertad y cerebros iluminados por la democracia.
Tiempo
es ya de terminar.
Felices
nosotros que recibimos la herencia de los próceres y la hemos guardado
con amor en nuestros pechos, y hemos podido venir aqui a conmemorar, en
estos sitios que velan sus sombras venera-das, la época augusta dei nacimiento
de Colombia.
Justo
es nuestro alborozo. Pero, aí lado de él, procuremos darnos cuenta de
lo que impone a nuestro deber ei pasado que nos ufa-na y nos congrega.
Pensemos que para ser dignos de nuestros pro-genitores necesitamos amar
como elios a la libertad, defender como elios los fueros de ia ciudadania,
estar listos como elios a sacrifi-cano todo por la Patria.
No
es la palabra sino la acción lo que salva a los hombres y a los puebIos;
no da gloria ei cántico de gloria, sino ei empeño es-forzado de alcanzarla;
no viven la independencia y ia iibertad en los labios de quienes la pregonan,
sino en las inteligencias de quienes ias conciben, en los. corazones de
quienes las aman y en los brazos de quienes las defienden.
!Bendita
sea esta hora y bendita la obra de los libertadores! Sea elia siempre
ei ideal más caro de los colombianos y ei ara de su culto y de sus sacrificios!
!Viva elia en ei tiempo, y allá, en las últimas etapas dei futuro, flote,
como hoy, inmaculada y libre, la bandera de la Patria!
Fabio
Lozano Torrijos.-1919.
Academia
Nacional de Historia .-Contribución dei Instituto en el Cen-tenario de
la Batalla de Boyacá.-1819-1919. Bogotá, Imprenta Nacional, 1919.
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