El dolor es, en principio, desagradable. Tiene que
serlo, ya que es un mecanismo desarrollado para advertir del peligro, y para
producir un alejamiento del organismo de la fuente de ese peligro. Como nos
enseñaron en la escuela, si uno pone inadvertidamente la mano cerca del
fuego, el dolor de la quemadura hace que uno la retire y evite un daño
mayor.
Entonces, ¿como puede una persona
normal aceptar que le produzcan dolor y hasta encontrarlo excitante, como pasa en los juegos de BDSM?
Primero, en los casos
que conozco, el placer no surge directamente del dolor. El dolor es sólo un
medio. Las relaciones de BDSM son, a mi entender, relaciones basadas
fundamentalmente en el intercambio de poder. El dominante quiere someter al
otro y el sumiso, quiere ser sometido. Es sólo juego, pero una cosa es la situación real, y otra es la percepción de
la situación cuando uno está jugando.
Uno nunca se siente más dominado, más
indefenso, que
cuando le están pegando sin poder evitarlo. Duele y eso es desagradable y es
humillante. Ese es el momento en que uno siente realmente que está en las manos del
otro. Y eso, no el dolor, es lo excitante.
Pero además, esa falsa agresión obtiene dos
resultados físicos que se basan en la bioquímica. Primero, por mas que uno sepa
intelectualmente que es fantasía, que no va a ser lastimado y que no corre
peligro, el cuerpo reacciona igual que ante una amenaza real. Los latidos
del corazón se aceleran, la respiración también, y uno siente toda la
sensación del peligro. Y esa reacción se produce porque, ante la amenaza percibida, el organismo segrega
adrenalina para preparar al cuerpo para luchar o para huir.
Y la sensación de alerta y la euforia
provocada por la adrenalina es agradable y está en la base de muchos otros
placeres humanos. Es la reacción del cuerpo que el hombre busca en los
deportes de riesgo. Y no sólo en los deportes extremos. Se siente al bajar
una cuesta en esquís, o al andar rápido en bicicleta, o en el momento de
mayor tensión en un partido de cualquier deporte.
Pero hay más. Ante el dolor, el
organismo segrega otras substancias de efectos agradables que son las
endorfinas. La finalidad de las endorfinas es la de aliviar el dolor después
de que éste cumplió su función, y además son estimulantes y
afrodisíacos. Son analgésicos
naturales, y son la causa de que muchas drogas produzcan efecto. La morfina y
drogas de su tipo funcionan porque son parecida a las endorfinas y se conectan a las
terminales nerviosas de la misma forma y cumpliendo la misma función que éstas.
La adrenalina y las endorfinas hacen que cambie la
percepción del dolor. Se puede soportar mucho más, y golpes que serían
dolorosos en otras condiciones apenas se sienten. (Recuerden los moretones
causados por los besos en el cuello, que muchas veces aparecen sin que el
sujeto recuerde cómo ocurrió).
Una paliza erótica, que debería
comenzar suave y lentamente e ir incrementando de a poco la intensidad para
dar tiempo a actuar a la adrenalina y a las endorfinas, produce el mismo
efecto que drogarse. Si todo se hace bien, el castigado entrará en un
estado que se ha llamado el “sub-space”, el sub-espacio ( o mejor, el
espacio del “sub”, del sumiso), que es equivalente a la excitación
producida por las drogas, y que ha sido comparado también al éxtasis
religioso. Se pierde el contacto con la realidad, se deja de percibir el
dolor, y uno se siente flotando, en paz con uno y con el universo.
Pero
aún sin llegar a ese estado de éxtasis, que no es fácil de conseguir, el castigado siente la euforia provocada por
la adrenalina y las endorfinas.
Y hay otra cosa. Se supone que un masoquista
disfruta del dolor. Pero hay dolores "buenos" y
"malos". Por lo que sé, mucha gente disfruta recibiendo
nalgadas severas, auque sean dolorosas. Pero poca gente disfruta de
golpearse los pies desnudos contra la pata de una mesa. Parecería que
hay diferentes "sabores" de dolor, y hay gente con diferentes
gustos.
Así que, si bien la mayoría de la gente que
conozco no disfruta del dolor en si mismo, mucha gente disfruta a consecuencia del
dolor.>