"We don´t see things as they are, we see things as we are.
Anochece, las vitrinas se llenan de luz y las calles
empiezan a calentarse con el aliento de los cientos de seres ansiosos
por disfrutar. Hace poco terminó de llover (siempre llueve en esta ciudad)
y los pozos de agua reflejan rostros llenos de expectativa, dolor mal
disimulado u ojos de depredador.
Todos procuramos vernos bien, o sea, no solo estar
con la "pinta" adecuada, no; reflejamos con todo nuestro ser, desde
la ropa y la forma de hablar, hasta la manera prefabricada de mirar
un estilo de conducta, una forma de concebirnos a nosotros mismos, a
los demás y a la ciudad.
Me fumo un Ives y observo encantado como el humo
en sus volutas caprichosas me trae formas de un pasado que creía lejano,
me deprimo pero no lo dejo ver a los demás, esa no es la máscara que
escogí para hoy.
Hoy, sin importar como me siento he decidido que
los demás me vean feliz, y se que ellos también llevan sus propias máscaras
para cubrir rostros que no cumplen a cabalidad los estándares de perfección
que nos exigimos unos a otros.
Desciendo del carro y empiezo a caminar por entre
niñas queriendo ser mujeres, niños jugando a ser grandes y hombres y
mujeres luchando por no parecerlo tanto. Escojo un sitio casi al azar,
es un bar como otros pero encaja con mi estado de ánimo. Me dirijo a
la barra y pido un bloody Mary (me gusta la ironía) mientras observo
a la gente en la pista y en las mesas, el trance se pone más rápido.
Estoy mirando a un par de "niñas" comprando unos trips a uno de los
festivos habitantes del lugar.
Empieza a sonar Loosing my Religion y mientras la
mayoría se sienta otros bailan para querer olvidar la sombra de dolor
que cruza rauda por sus ojos y que todos fingimos no ver. Salgo a bailar
con una mujer de unos veinte años, cuerpo diseñado con esa maestría
que sólo el gimnasio y el cirujano pueden crear; me encanta su voz de
niña consentida (que suena tan play) y la suavidad de su piel; el olor
de su cuerpo que al bailar se mezcla con un suave y fino perfume.
Hablamos de tonterías, ambos lo sabemos pero como
los demás entendemos que no podemos arriesgarnos a salir de detrás de
las máscaras, y aunque pudiéramos, ya llevamos tanto tiempo tras ellas
que no sabríamos como hacerlo.
Al fondo un malabarista y un bailarín de torso desnudo
y pintura en la piel se contorsionan al ritmo de la música que ahora
tiene aires árabes que me recuerdan el hogar.
Miro al fondo de sus ojos y si no fuera por los
años de experiencia podría decir que su mirada es sincera, pero no,
al fondo aún se perciben los vestigios de uno de muchos secretos ocultos
bajo capas y capas de fachadas: una diferente para cada época de la
vida o para cada estado de ánimo.
Para los que nos ven desde otro lado de la ciudad
podemos ser intrascendentes, tontos, hipócritas y para muchos aún detestables.
Pobres, incapaces de comprender que el mundo en el que vivimos nos ha
convertido en lo que somos y que las máscaras y apariencias son un arma
natural en una realidad tan competitiva que el menor descuido puede
terminar con una vida de trabajo.
Ahora si me siento, empieza a sonar Under the Bridge
y la máscara se resquebraja un poco o al menos eso parece por el tono
de mi voz: "together we cry...". Veo una pareja de amantes bailando
en la pista, tan perdidos uno en los ojos del otro que si no fuera por
sus risas eufóricas que origina el uso de ciertos químicos, se diría
que se amarán por toda la vida.
Cuando se sientan les envío un par de tragos, los
aceptan y me invitan a su mesa; hace algún tiempo que ellos también
me observaban, tras las presentaciones de rigor y un par de bromas para
romper el hielo salimos a bailar de nuevo. El discjockey nos ve y se
inspira, empieza una tanda de electrónico y trance nórdicos, el baile
nos permite desinhibirnos, aunque nuestros cuerpos apenas se tocan físicamente
si los recorremos íntegros con la mirada, desde las mesas algunos nos
observan con interés y otros con deseo. De pronto ella se encuentra
en medio de nosotros y con cada una de sus manos nos aferra a los dos
por los glúteos pegándonos a su cuerpo. Termina la música y tras un
último trago (de agua en mi caso) decidimos buscar un sitio más tranquilo.
Discutimos como si fuéramos amigos de toda la vida
en cual carro irnos y al final optamos por el de ellos (procuro que
no se note que eso era lo que deseaba), conducimos por la 15 y luego
por la 127 hacia la séptima, de reojo observo como a lo lejos un ángel
de oro pareciera anunciar con su trompeta que la noche apenas está empezando.
Mientras la conversación permanece entre erótica y banal pienso en el
rave de más tarde cuando me despida de ellos, algo de Kermkraft hace
retumbar el carro.
Tras la portería empezamos el ascenso de los cerros,
parqueamos el carro y tomamos el ascensor hacia el piso 14. Pero mientras
llegamos iniciamos el juego, nos besamos y me divierto al sentir la
mirada de él que nos recorre con la misma intensidad que lo hacen nuestras
manos.
Dicen que los de mi especie no sienten gran afición
por el sexo, es más, que algunos lo desprecian como un rezago de la
vida mortal. Pero realmente no creo que sea así, o al menos no en mi
caso, o sea es tan solo una forma diferente de apetito, es una variante
más del hambre que consume. Si aparte de saciar mis necesidades de sustento
también puedo hacerlos con las sensoriales ¿porqué no he de usarlo como
herramienta?.
Estamos en el jacuzzi, mientras ella filma nosotros
le damos un espectáculo memorable, sus narices no soportan ni un miligramo
más de polvo y sus cuerpos se agitan ante la inminencia del fin. Lentamente
contemplo como sus máscaras se deshacen en una confusa maraña de pasión
y euforia y dejo que la mía también desaparezca al mostrarme como el
cazador que realmente soy. Como es costumbre no se asustan, piensan
que soy solo uno más de sus demonios internos que ha escapado de la
prisión en la que inútilmente intentan encerrarlos. Pienso que debería
acabar con su existencia ahora y permitirles el honor de terminar su
vida como la empezaron: con un único rostro, el verdadero.
Empiezo a llenarme con sus vidas y dejo que mi lado
depredador tome el control sin reservas. De pronto desde el fondo de
mi cabeza escucho algo que me llama de vuelta, no sé que es pero siento
que debo ser yo de nuevo. Es el llanto de un bebé en la habitación de
al lado que tal vez presiente que lo estoy dejando huérfano. Me detengo,
no sin esfuerzo, me visto incluyendo la máscara, voy al cuarto del bebé,
lo arrullo y logro que se duerma. Reviso a sus padres lamiendo sus heridas,
estarán bien mañana, y me voy a rumbear a Chía.
Tras la diáspora que se originó en los disturbios del
nueve de Abril, las familias más adineradas de la ciudad abandonaron el
centro y huyeron hacia el norte donde quedaban las fincas de recreo de
las mismas. Fue así como surgió lo que hoy se conoce como el Norte, con
el paso de los años las familias con mayores recursos económicos siempre
se han ido desplazando hacia el norte huyendo de la comercialización o
del deterioro urbano.
Actualmente el norte es una zona difusa que incluye
la región nor oriental de la capital desde algún punto cerca de la calle
72 y desde las cercanías de la autopista norte. Incluye en sí los centros
financieros, las zonas residenciales más exclusivas, las principales zonas
de diversión, etc. Pero el norte no es olo lentejuelas, también incluye
zonas de recursos módicos pero es talvez el sector de la ciudad con un
mejor nivel de vida.
La 72 El centro financiero por excelencia de la ciudad,
lleno de edificios y oficinas mueve la economía del país al menos en lo
que se refiere a servicios. Casi todos los Ventrue de la ciudad tienen
una oficina en alguno de sus edificios.
La Zona Rosa El anterior sitio de rumba "play" de la
ciudad, hasta no hace mucho era el emblema de la diversión nocturna de
los fines de semana para lo niños bien del norte. Ahora su hegemonía se
ha visto rebatida por las afueras de la ciudad, la Calera y el parque
de la 93. Aún mntiene algunos de los bares y clubes más reconocidos y
frecuentados. Para muchos Toreador es su lugar de caza preferido.
Parque de la 93 El nuevo sitio bien, lleno de cafés,
bares y galerías en los que los que nesecitan ver y ser vistos pasan sus
noches. La Zona Rosa es para los que no pueden pagar los precios del Parque
de la 93 (comentario Ventrue).
La 100 El otro centro financiero de la ciudad, el Trade
Center se ubica allí y se ha visto nutrida por diversos agentes que la
refuerzan como foco económico. Pero ahora los Setites se han establecido
allí, aunque nadie lo sabe, o quiere hablar de ello.
Unicentro El centro comercial por excelencia de la ciudad
y uno de sus emblemas, a su alrededor ha crecido una de las zonas residenciales
y en una pequeña medida económica más exclusivas de la ciudad. Tembién
es sede de algunos de los mejores hoteles. Allí permanecen algunos
Brujah, los tremere más cercanos a la vida mundana, los Toreador
y algunos Ventrue.
La Hacienda Santa Bárbara: Unos de los centros
comerciales más lujosos de la ciudad (con el Andino), acompañada
de un hotel esconde bajo sus pisos el Elysium. Lugar Toredor por excelencia.