SERAFÍN ESTÉBANEZ CALDERÓN.
(1799-1867)
A DON BARTOLO GALLARDETE.16
Caco, cuco, faquín, bibliopirata,
tenaza de los libros, chuzo, púa
de papeles, aparte lo ganzúa,
hurón, carcoma, polilleja, rata.
Uñilargo, garduño, garrapata,
para sacar los libros cabría, grúa,
Argel de bibliotecas, gran falúa
armada en corso, haciendo cala y cata.
Empapas un archivo en la bragueta,
un Simancas te cabe en el bolsillo,
te pones por corbata una maleta.
Juegas del dos, del cinco y por tresillo;
y al fin te beberás como una sopa,
llenas de libros, África y Europa.
EL ANILLO.
Ve, pobre anillo, hasta la linda mano
de la hermosa que adora mi fiel pecho;
ve, ve, cumple y disfruta satisfecho
de galardón tan alto y soberano.
Dile, pues, que en tu óvalo galano
quisiera yo enlazar con dulce estrecho
mi blando corazón de cera hecho,
con el suyo, aunque helado y tan tirano.
En tu círculo de oro misterioso,
y en el firme diamante que te adorna,
el más constante eterno amor aprenda;
mas si me vende, el cerco prodigioso
tú mismo con estrépito trastorna,
y así esta magia su traición reprenda.
EL BAJEL.
Roto bajel de mi fortuna triste,
de los vientos y el mar juguete incierto,
¿quién, ¡ay!, te arrebató del salvo puerto
y así lanzado en tempestad te viste?
No al embate del ábrego cediste
recorriendo el polar piélago yerto,
ni en los riscos del Índico desierto
tronchaste el mástil, flámulas perdiste:
isla mentida en fúlgido celaje
te arrastró tras imagen de bonanza
en noche obscura a náufrago paraje;
si a salvarte quizá tu dicha alcanza,
cuida que el mal va siempre en tu viaje,
y hace en olvido hundir toda esperanza.
LA NAVE APRESADA.
La nave hermosa donde yo guardaba
de mi amor y mi alma la riqueza,
maravillado al sol con su belleza,
el ancho mar con majestad surcaba.
La flámula que el mástil adornaba,
desplegando en el aire su pureza,
provocó del Pirata la fiereza
que en celada las flotas acechaba.
Al llegar a la roca peligrosa,
"¡Detente, amaina! (grita el crudo moro);
a mí me toca nave tan preciosa".
Ella se rinde y no escucha mi lloro,
perdiendo yo en la hora dolorosa
mi amor, mi maravilla y mi tesoro.
¿Quién los ecos formó de tu garganta
con inflexión tan dulce y tan süave,
que el mal disipa bárbaro y más grave,
y al más helado corazón quebranta?
¿Quién en tu faz gentil y airosa planta,
retratar el placer o el llanto sabe,
con tal poder, que el alma en sí no cabe,
y a un tiempo sufre, gózase y se encanta?
¿Fué la virtud la que elocuente quiso
con tu labio mostrar y hechizo extraño
no ser eco falaz, su voz aviso?
¡Ah!, no; que es la deidad del desengaño
quien por ti me arrebata a un paraíso
que es, como todo, al fin, vapor y engaño.
LA SOBERBIA.20
Yo vi una altiva populosa encina
tender sus ramos orgullosa al viento,
presumiendo tocar al firmamento
y avasallar el prado y la colina.
Yo vi el oro del sol, con luz divina
la verde copa coronar contento,
y yo la vi en pomposo movimiento
mecer ufana al ave peregrina.
Mas vi también, cual precursor del llanto,
leve vapor crecer a nube airada,
tendiendo por la esfera el negro manto;
la vi rasgarse en llamas inflamada,
lanzar el rayo, y miro con espanto
el árbol convertido en polvo, en nada.
La Palestra de Euterpe.