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EL PERRO QUE NO SABÍA LADRAR
Cojeando un poquito de la pata izquierda, por culpa del último coche que le atropelló, iba el perro tranquilo por la calle, cuando pasó por una puerta muy grande y oyó que le llamaban por su nombre:
- ¡Chucho! ¡Chucho, toma! ¡Ven aquí!
Chucho fue corriendo, como siempre que le llamaba alguien y moviendo el rabo en señal de alegría se acercó confiado. El señor que le había llamado habló con otro y al momento le entraron en una gran nave, le pusieron agua en una lata y comida en un papel y allí dejaron encerrado al perrito. El suelo estaba lleno de viruta, Chucho hizo un montón en un rincón y se acostó.
- ¡Bueno! – dijo el perro -, aquí por lo menos estoy calentito, y si tengo suerte, me cogerán cariño....
La nave era un almacén de maderas sin luz y sin más diversión que algún ratón que salía a pasear de vez en cuando. Una noche, el perro Chucho oyó ruidos y pasos y se puso muy contento porque volvía a ver personas. Las personas que entraron, no le hicieron ni caso, eran dos hombres muy nerviosos que estuvieron cogiendo tablones de madera y sacándolos por el tragaluz (por una ventana que había en el techo que se llama tragaluz). El perro se quedó muy triste porque ni siquiera le habían dirigido la palabra, dejó de mover el rabo e intentó dormir. Al día siguiente el perro se enteró, por el ratón, que los que entraron eran ladrones. Pasaron unos días y no pasó nada nuevo. Pero otra noche, que Chucho estaba algo malito – porque no comía y sólo bebía agua -, volvió a oír pasos y a ver sombras.
- ¡Ladrones, ladrones! ¡Qué ilusión! – Y el perro empezó a saltar y a lamerles las botas por si esta vez le caía alguna caricia.
Nada de nada, los ladrones robaron muy deprisa y tampoco hicieron caso al perro. A las pocas horas entraron los dueños del almacén y en vista de que les habían robado dos veces y de que el perro no valía para guardián y ni siquiera sabía ladrar, le pusieron de patitas en la calle. Y ahora, voy a copiaros una carta que he recibido de este perro.......................
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The Dog Who Wouldn’t Bark
One day, a dog by the name of Chucho was limping down the street, favoring his left paw, thanks to the last car that had run him over. He was passing by a huge door when he heard someone calling his name:
“Here doggie doggie! Come here doggie!”
Chucho ran over, as he always did when someone called him, and, wagging his tail with joy, approached trustingly. The man who had called him spoke to another man and lured Chucho into a large warehouse. He put a bowl of water and some food wrapped in paper in front of Chucho, locked him inside, and left him there. The ground was covered with wood shavings so Chucho made a little pile in a corner and went to sleep.
“Good!” he said to himself. “At least here I am warm and if I’m lucky, maybe they’ll take good care of me…”
The warehouse belonged to a store that sold wood. It was dark with almost no activity, except for a rat that would pass by every once in a while. One night Chucho heard noises accompanied by footsteps. This made him very happy because he knew he would soon see people. But the two men who entered did not pay any attention to him. They seemed very nervous, taking planks of wood and passing them through a little window in the roof called a skylight. Chucho was very sad because the men had not said even one word to him. He stopped wagging his tail and tried to sleep. The next day Chucho found out from the rat that the two men had been thieves. A few days went by and nothing new happened. But one night, when Chucho wasn’t feeling very well because he had had nothing to eat and was only drinking water, he once again heard footsteps and saw shadows.
“Thieves! Thieves! How exciting!”
And he began to jump up and down and lick their boots, hoping that this time they would show him some affection. But it was all in vain. The thieves stole the wood quickly and left without taking notice of the dog........... |
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