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 EDITORIAL

Saludos a Julio Ibargüen

Afortunadamente el proceso electoral que acaba de culminar en el Chocó –referente a la
votación del referendo y la escogencia de gobernador y alcaldes– se cumplió sin sombras. Y los resultados han sido en uno y otro evento tan contundentes y de una claridad tan meridiana, que no admiten reserva alguna sobre que lo que está consignado en las urnas y es fiel reflejo del querer popular expresado con la regla de oro de que son las mayorías ciudadanas quienes, libres de presiones, escogen sus gobernantes y su destino.

En algún momento tuvimos reservas de que no fuera así. Pero el comportamiento de la fuerza pública y de las autoridades gubernamentales y electorales a nuestro juicio ha sido ejemplar para garantizar en nuestra región la expresión de la opinión sin trabas ni condicionamientos.

Resultado de ello es la elección como gobernador del Chocó de Julio Ibargüen Mosquera y en la alcaldía de Quibdó de John Jairo Mosquera, para no mencionar sino a dos cargos con resultados definidos y no sujetos a cuestionamientos de ninguna índole.

Saludamos con estremecimiento patriótico el ascenso de Julio Ibargüen a la gobernación del departamento. Con él se cumple en esta coyuntura la hora que la democracia pendular le está brindando a los dirigentes sindicales populares de izquierda democrática como al presidente Lula en Brasil o a Lucho Garzón en Bogotá, para hacer gobiernos sociales, reflejo de los legítimos intereses nacionales y regionales de los pueblos de América Latina. Lo acontecido en el Chocó es parte de la corriente de opinión que también se evidenció en Medellín y Cali, epicentro de conflictos similares cuyas vivencias repercuten en los sectores más necesitados, sin que los llamados a defenderlas de los abusos del establecimiento encuentren en los gobernantes un dique para el desafuero.

Saludamos a Julio Ibargüen con beneplácito y con esperanza. Conscientes de las limitaciones a que estará sujeto en materia económica y a las difíciles circunstancias financieras, casi imposibles de salvar, confiamos en que un atinado ejercicio de la hacienda pública le permita rehacer ingresos, reordenar rentas y reorientar gastos. No es tarea de una sola administración. Debe ser todo un propósito de gobiernos sucesivos, comprometidos integralmente en la reedificación de las finanzas públicas y en la viabilidad del departamento del Chocó –saneado– para que recupere su capacidad de ser agente de progreso de la comunidad.

Saludamos al profe Ibargüen, en fin, con el deseo de que le vaya bien en tan difícil cometido. No sabemos si él tenga una idea cierta de lo que le espera. Tal como le ha acontecido a sus antecesores, solo cuando se está al frente de ese crucigrama insoluble se mide la dimensión del problema. Pero si el pueblo chocoano ve en usted buenas intenciones, mejores ejecutorias y propósitos de acertar, perdonará que –como lo intuimos– el Chocó seguirá siendo, pese a todos sus esfuerzos, el más pobre del país, el más descaecido de todos los bienes de la civilización y sus gentes las más pobres.

Ojalá y hayamos logrado vislumbrar con usted una esperanza.

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