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El hacha de la desmembración ronda al Chocó

Por Pedro Ariel Mosquera H.

En 1947, por reforma constitucional, fue erigido el Chocó como departamento y, sin haber ajustado una década de existencia, el general Gustavo Rojas Pinilla no tuvo obstáculo en intentar desmembrarlo por medio de un decreto y repartirlo entre sus vecinos ricos.

A pesar de que Rojas Pinilla llegó al poder en la boca de los fusiles, en ningún momento de su historia el espíritu chocoanista se ha visto tan retado y tampoco en ninguna época se ha entendido mejor que la protesta ha dado siempre resultado como entonces. No hubo chocoano que no se levantara en toda Colombia. Se sumaron los intelectuales, que eran pocos pero selectos, y con mejores argumentos que los del general dieron al traste con un despropósito de desmembrar al Chocó, quien, como perro con el rabo entre las piernas, reversó para siempre sus pretensiones en ese sentido.

Ahora y por las mismas causas de antes, como es la de haber llegado la deuda departamental a un estado de impagable, entiéndase un problema estructural, se ventila de nuevo la idea de dividir el Chocó entre sus poderosos vecinos.

En conversación con dos interlocutores, uno antioqueño y otro chocoano, criticaban a aquellos defensores de la unidad del Chocó en la década de los 50, aduciendo que había cometido un grave error y que nuestra suerte sería diferente si hubiéramos alcanzado los niveles de prosperidad que nos hubiera deparado ser parte de departamentos prósperos.

Decían que nuestro problema capital consistía en que ciertos manejadores de la cosa pública, apátridas, sin moral y sin conciencia, eran entusiastas alzándose el oro y el moro del erario. Que no era posible que el Chocó debiera cien mil millones de pesos y que ni con la lámpara de Aladino era posible encontrar obras que representaran tan cuantiosa suma. Que el Chocó era un barril sin fondo en donde se perdía el dinero de los contribuyentes colombianos y que así me gustase o no el Chocó estaba llamado a desaparecer por el imperativo de que el Fondo Monetario Internacional le impone al gobierno colombiano acabar con las entidades y gastadoras e improductivas.

Aun así, ante tan poderosas razones sigo sosteniendo mi irrevocable vocación chocoanista, puesto que el ser humano debe prevalecer ante el dinero y de las deudas. La dignidad y la autoestima de los chocoanos se verían pisoteadas y el daño sicológico sería irreparable; de manera que solo aceptaría ser antioqueño, valluno o risaraldense cuando ellos puedan bailar y sentir una chirimía con la misma cadencia y entusiasmo que la bailamos nosotros. El nuevo gobernador está en la obligación de preservar la integridad del Chocó. De lo contrario, "será señalado con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia".

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