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Quibdó y sus dos ciudades

"No me regales pescado, enséñame a pescar"

Por Carlos William Cuesta

San Patrocinio ha implantado un modelo de administración municipal con la consecuente división bien diferenciada de la ciudad en dos; la vieja conformada por el umbral de los barrios franciscanos y la nueva repleta de asentamientos subnormales por el efecto del desplazamiento y la migración.

La alta concentración de la inversión social en esta última, en detrimento de la contraparte, en vez de mejorar la situación económica y social de los pobladores, la empeora. Los moradores de los barrios en formación tienen una propensión marginal al ahorro igual a cero; luego toda la inversión que se efectúa en dichas zonas no crea ningún impacto positivo en el incremento del producto interno bruto de la ciudad. Por ejemplo, si se invierte en la compra de una vivienda cien millones de pesos en Quibdó y al mismo tiempo efectúa la misma operación en Medellín, al cabo de cinco años su vivienda en Medellín se ha valorizado en diez veces más a la inversión inicial por el efecto mágico de la propensión marginal al ahorro.

Desde el siglo XVIII los expertos en Hacienda Pública se han preocupado por la representatividad de los impuestos; es decir, quien paga cumplidamente los gravaménes tiene derecho a gozar de dichos beneficios y son los gobiernos los encargados de vigilar que ese principio se cumpla con gran equilibrio; lo contrario estimula la evasión por parte de los grandes contribuyentes. La ciudad antigua, mal o bien, paga sus impuestos; por consiguiente, debe en proporción recibir la mayor cuota de inversión social o nos debemos preparar a una tugurización total de la ciudad.

La inversión social en techo, alimento y medicina gratis a los pobladores, crea un cinturón de mendigos e indigentes; además, la alta oficina para los refugiados de las Naciones Unidas recomienda unos albergues transitorios para no perjudicar más a los desplazados.

La creatividad del modelo de Patrocinio en la administración municipal proporciona en el mediano plazo una degradación de la ciudad y una propagación de las bandas delincuenciales, en la medida que no se satisfaga permanentemente dichas necesidades y, además, una ocupación desordenada del espacio público en una ciudad con calles y vías muy mal planificadas.

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