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 EDITORIAL

Que todos pongamos

Superadas las elecciones del pasado 26 de octubre nos parece oportuno y pertinente formular unas reflexiones al oído
del señor gobernador y de los alcaldes electos, así como al de sus entusiastas seguidores que a lo largo y ancho de nuestra geografía comarcana expresaron su decisión mayoritaria para que nos gobernaran durante los próximos cuatro años.

Con un mandato tan fresco como espectacular, es tiempo de ponerse a analizar, con la necesaria colaboración de desinteresados asesores, el estado de la gobernación y de los municipios. Para ello será sin duda muy útil el informe que rindan las respectivas comisiones de empalme, que ojalá y se integren con verdaderos expertos en cada una de las áreas examinadas y, desde luego, con exclusión de figuraciones cuyo aporte no conduzca a hacer luz sobre los problemas y sus posibles tratamientos. A nuestro juicio, del buen diagnóstico y de la seriedad de éste trabajo conjunto, dependerá un buen direccionamiento de las tareas oficiales en que se empeñen las nuevas administraciones.

No menos importante la selección y escogencia de colaboradores idóneos. Si por algo se frustran los mejores propósitos de gobierno es por el desatino en ese particular. Basta volver los ojos a la dramática coyuntura que atraviesa el presidente Uribe Vélez quien ha tenido que ocuparse en enmendar los entuertos generados por salidas en falso, falta de tacto o de gestión y otras falencias de altos funcionarios, que él creyó podrían acompañarlo durante todo el mandato.

De Alfonso López Pumarejo se ha dicho que el éxito de la primera administración de la "revolución en marcha" obedeció en gran medida a la estirpe del equipo que escogió para esa etapa de la república liberal.

Echandía, Carlos Lozano y Lozano, Jorge Soto del Corral, y después Alberto Lleras, para solo mencionar algunos nombres de la ilustre nómina que estuvo detrás de sus históricas ejecutorias, desconocidos en la vida pública hasta entonces, hicieron posible que el país incluso reeligiera a López después de la presidencia de Eduardo Santos.

En los tiempos que corren y sin perjuicio de abrir el abanico y dar participación burocrática a los sectores convergente en el proyecto político de los elegidos, no se debe descuidar el rigor en la exigencia de limpios antecedentes, ética y moral. Y asegurarse que los nombrados se identifiquen con la cuestión programática del nominador, más allá de la vana, pretensión de ostentar un cargo sin propósitos claros o con oscuras intenciones.

Pero tal vez lo que más importe es el grado de participación

ciudadana, y la convocatoria que, para que ella sea fluida, mantenga el gobernante. Sin menoscaba de la sana critica que es otra contribución el buen suceso de cualquier gestión oficial en la que presumiblemente todos estamos interesados, todos tenemos que poner.

Hay que dar más que lo que se pide y poner todo lo posible, en nuestro beneficio futuro, cuando el bien común y el interés general lo demanden.

Unas consideraciones finales: el esquema constitucional vigente determina que el destino de las comunidades, recaiga cada vez más en cabeza de las regiones y localidades. Por eso la acentuación en el proceso creciente de transferencias fiscales y responsabilidades administrativas que inició el constituyente del 91, con clara tendencia descentralista. Desde antes y ese entonces a ésta parte, hemos perdido los chocoanos un tiempo precioso, para iniciar con paso firme y ambición patriótica la reconquista y reconstrucción de la comarca. Ahora estamos con certeza – en el último puesto del mapa político del país, con cifras y estadísticas de pobreza absoluta, solo comparables a las de las regiones más miserables del planeta. Es cierto que el estado colombiano no ha sido especialmente espléndido con el Chocó en materia de apoyo o ayuda financiera. Algunas inversiones públicas se han obtenido a golpes de protesta, otras han sido deferidas sin termino, y las más esperadas durante siglos, no las veremos en las generaciones presentes.

Que hacer? No podemos sentarnos a esperar que el sagrado corazón – patrono de Colombia– nos haga el milagro de reinsertarnos al país que tenemos a nuestras espaldas.

La recuperación tiene que partir de nosotros mismos, precedida por contricción de corazón y propósito de enmienda de la clase política, seguida ´por realizaciones de nuestras autoridades y acompañada por la determinada de la ciudadanía de que todos tenemos que poner, para que ésta tierra amiga, negra y tropical, no se diluya e desintegre en nuestras manos.

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