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¿Y vos por cuánto vendiste tu voto?

Reinaldo Castillo Borja

A las nueve de la noche, –día de las elecciones para gobernadores, alcaldes, diputados y concejales–, los activistas de grupos políticos vigilan las urnas.

Los electores descansan y comentan:

–¿Y vos por cuánto vendiste tu voto?, pregunta un amigo a otro, mientras toman gaseosa en un café esperando el resultado de las urnas.

–Yo había convenido vendérselo a los godos por 30.000 mil pesos, pero los cordobistas me ofrecieron 50 mil, y como yo soy de ellos se los vendí.

Quizás como en otras partes del país votan si les pagan, pues bien saben que eso es una inversión que con el presupuesto oficial da jugosas utilidades y una burguesía que les hace ignorar a los electores.

El voto, que debe expresar la voluntad del pueblo acerca de cómo y quiénes deben dirigirlos y gobernarlos, se ha convertido en una mercancía que se vende y se compra al por mayor o al menudeo, y alrededor de su comercio se establecen grandes y pequeños monopolios, capitanes políticos.

El voto es personal, es el ser individual, su conciencia, sus ideales, la filosofía de su credo político. Por eso no tiene ningún precio. Venderlo es comprometer la libertad, la independencia, la dignidad y el honor. Hay que votar por los más idóneos y honestos.

¿Cómo hacer que a través del voto la gente exprese sus intereses y elija a sus auténticos voceros? Esta es una tarea de los partidos políticos a través de sus directivas. Se puede lograr promoviendo, creando y fortaleciendo un gran número de organizaciones populares, de tal forma que sean instrumentos de lucha permanente y en cuyo seno funcione, en lugar de la manipulación, la plena democracia interna. Estas organizaciones populares serán escuelas donde se den instrucciones políticas y se eleve la conciencia de las masas.

La gente en el Chocó se ha acostumbrado a negociar su voto. En el recuadro de un pueblo abatido por la miseria, el desempleo y el hambre, es apenas natural que se subasten los resortes morales y las seculares virtudes, que antes fueron motivo de orgullo comarcano. Dentro de este doloroso espectáculo vergonzoso y repugnante han surgido los conductores políticos y han impuesto sus reglas de juego para hacer legisladores y gobernantes mediante el peso de la bolsa .

El Chocó tuvo legisladores y gobernantes muy dignos, quienes dentro de las diferencias proclamaron orgullo y dignidad personal y regional. Después ha tenido los que se merece, y tiene en la actualidad los que bien se merece arriando sus banderas en un verdadero salto de la historia, de la raza, de la sociedad y de la cultura.

El vendedor y el comprador de voto saben que tienen que evaluar las circunstancias de modo y tiempo en que se encuentre su cautivo elegido; ya quien nada tienen que exigirle porque éste les pagó su voto y tiene que recuperar su inversión y que quede para hacer una chocita.

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